Capítulo 8
Sacó un cigarrillo, lo encendió y, después de fumarlo solo hasta la mitad, lo tiró al suelo. En la agenda del móvil encontró un número y lo marcó. Mientras hablaba, le entró una llamada de Rubén, la cual rechazó.
Terminó la conversación y llamó de nuevo a Rubén.
“Señor, ya hemos encontrado la información del paquete de la señora de ayer. Igual que en los últimos años, se envió desde Oasis del Desierto a Ciudad Nube Dorada, y de allí a Bahía Esperanza. El remitente real sigue siendo del apellido Guzmán.” Rubén se detuvo un momento. “Entendido.” Federico colgó el teléfono, y la poca calidez en sus ojos se disipó con el frío viento. Para acompañar a la amiga de la madre de Federico, Olga cambió la media jornada que tenía para revisar en el hospital por dos días completos. Al llegar a casa, lo primero que hizo fue cancelar sus días libres en la intranet de la cadena de televisión. Desde que había comenzado a trabajar, se tomaba su trabajo con un rigor casi obsesivo. Los horarios de un presentador no eran fijos, y la cadena tenía requisitos bastante flexibles para ellos. Mientras cumplieran con su trabajo y la publicidad, ni siquiera tenían que fichar. Pero Olga era diferente. En Bahía Esperanza no tenía a nadie más que a Zoraida como amiga y no podía contar con Federico, así que ponía todo su esfuerzo en el trabajo. Afortunadamente, su dedicación tuvo frutos, y en tan solo dos años pasó de ser una simple reportera de exteriores a convertirse en una de las principales presentadoras de la cadena.
Trabajando horas extras constantemente, ni siquiera tomaba su descanso habitual como tal. Por eso, cuando llamó para extender sus días libres, el director Julio, con un tono serio, le preguntó si algo malo había pasado en casa.
Luego ella se cambió a una ropa más cómoda, rebuscó en la nevera y encontró dos huevos y un poco de verduras, que cocinó junto con fideos. Al servirlos, añadió dos cucharadas grandes de aceite de oliva. Las palabras del Dr. Sánchez aún resonaban en su mente, así que hasta que no tuviera los resultados definitivos de la evaluación del nódulo, no pensaba descuidarse más. No solo en cuanto a su estómago, sino también con sus sentimientos. En aquel momento iba a comer carbohidratos, los cuales evitaba antes. Incluso el pollo frito que hacía tiempo había dejado. Ese hombre que la hacía enojar 24 horas al día, que siguiera haciendo lo que quisiera afuera, ella ya no se preocuparía.
Federico entró y vio a Olga comiendo fideos así que le preguntó: “¿Ya no te importa perder peso para lucir bien en cámara? ¿Te afectó algo en el hospital?”
Ella siguió comiendo a su ritmo, como si no lo hubiera escuchado.
“Vi el informe médico, el nódulo solo mide dos y medio, ¿por qué tanto drama?” Federico dijo mientras colocaba el papel que había recogido sobre la mesa y decía: “Desde que salimos del hospital has estado con esa cara, ¿quieres hacerme una guerra fría?”
Ese comentario dejó a Olga con la palabra en la boca, así que bajó el tenedor y le dijo: “No
1/2
16:20 D
Capitulo 8
estoy enfadada contigo, simplemente no quiero hablar.”
Luciana tenía una lesión en la frente, y él la había llevado a Ciudad Arco Iris para ver a un especialista. ¿Y ella? Con un nódulo creciendo, y él, su esposo, no solo no la ayudaba a buscar un mejor hospital, sino que encima le lanzaba pullas.
Al escucharla hablar, la expresión tensa de Federico se suavizó un poco preguntándole: “¿Qué dijo el médico?”
“Todo está en el informe, ya lo leíste.” Hizo un esfuerzo por controlar sus emociones, pero aun así mostró su descontento.
“Te pregunté qué dijo el médico, no el informe.” Federico de repente le sujetó la muñeca y sus labios se curvaron con una pizca de sarcasmo: “Eres mi esposa legal, tengo derecho a saber si padeces alguna enfermedad grave.”
Su mano dolía por la presión, y con el ceño fruncido respondió: “¡No sé qué marido se preocupa así por su esposa!”
“¿Preocuparme?” Federico soltó una risa fría: “No me preocupo por ti, ya tienes a alguien que lo hace, no necesitas mi preocupación. Soy un hombre de negocios, siempre busco el beneficio.”
Las emociones negativas que había tratado de suprimir brotaron de golpe preguntándole: “¿Y cómo piensa el Sr. Santos beneficiarse?”
“Empaca y ven conmigo a Ciudad Arco Iris para un chequeo completo. Si realmente hay riesgo de enfermedad grave…” Los ojos de Federico se llenaron de un tumulto de sentimientos ocultos para los demás.
“Solo, terminaremos el matrimonio.” Cada palabra era como un cuchillo invisible que cortaba profundamente el corazón de Olga y cada corte dejaba una herida sangrante.
Los esposos son como aves del mismo nido, pero cuando llegan las dificultades, vuelan por separado. Esa frase no podía ser más cierta.
2/2