Capítulo 5 

Olga mantenía su espalda recta, mirando a Luciana con la determinación de una esposa legítima atrapando a una amante: “Srta. Luciana, como subordinada de Federico, sabías bien. de nuestra relación, pero aun así seguiste provoándolo. ¿Eres realmente tonta o tienes otras. intenciones?” 

“Lo siento, Olga.” Luciana frunció el ceño cubriéndose los labios rápidamente mientras decía: “Me equivoqué otra vez, debería decir Sra. Santos, fue mi error. Me disculpo sinceramente. Por favor, no te molestes con alguien como yo.” 

Adoptó una actitud de aparente sumisión. Olga sabía que Luciana estaba fingiendo humildad para ganarse la simpatía de Federico, así que la desenmascaró directamente: “No puedo aceptar las disculpas de la Srta. Luciana, tan falsas que seguro alguien más se enternecería.” 

“Federico, la Sra. Santos todavía no me perdona, seguro sigue molesta por lo que pasó anoche en el bar. Ayúdame a explicárselo, ¿sí?” 

Luciana le dirigió un tono meloso a Federico. Su voz, con un particular acento suave, resonaba de manera embriagadora. Olga sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo, echándole un vistazo rápido a Federico. 

Federico sostenía un cigarrillo y su expresión era fría mientras decía: “Es solo la verdad, no hay 

nada que explicar.” 

“Realmente temo que la Sra. Santos piense que soy una amante que intenta destruir su 

matrimonio.” Añadió Luciana, con una voz melindrosa. 

Federico lanzó otro dardo al corazón de Olga: “Lucy, por favor ve a buscar las medicinas, no malgastes tus palabras con quien no importa.” 

Resulta que, comparada con Luciana, ella, la Sra. Santos, no era más que una persona 

irrelevante. 

Olga luchó por contener el malestar que le revolvía el estómago, y salió de la farmacia en 

silencio. 

Después de cerrar la puerta del auto, su cuerpo temblaba ligeramente, y tuvo que intentarlo dos veces antes de lograr encender el motor. Se repetía una y otra vez: No te enojes, no te enojes… 

Tres meses antes, en un chequeo médico, le encontraron un nódulo de dos milímetros en el pecho izquierdo, y ya tenía una cita con el médico para revisarse a la mañana siguiente. Le había preguntado a Zoraida, quien era ginecóloga, cómo era posible que a su edad le apareciera algo así. Zoraida había respondido con firmeza que la mayoría de las enfermedades eran causadas por el estrés, y que su nódulo mamario era resultado de los disgustos con Federico. Aunque Olga se quejaba de que Zoraida estaba exagerando, en el fondo lo creía. Porque, al casarse con Federico, solo ella sabía cuántas humillaciones había soportado en 

esos tres años. 

Si sus sentimientos hacia Federico se hubiesen mantenido como hacía tres años, incluso si él 

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Capitulo 5 

hacía lo que quería fuera de casa, ella podría haber permanecido indiferente. Pero el problema era que inexplicablemente se había enamorado. 

El cielo se oscurecía cada vez más, y ella conducía sin rumbo por las calles. Fue en ese momento cuando se dio cuenta de que, en Bahía Esperanza, aparte de la Hacienda Luna Luminosa, no tenía otro lugar donde quedarse. La Hacienda Luna Luminosa era propiedad de Federico y también el lugar donde habían vivido desde que se casaron. Antes de casarse, Federico había hecho un acuerdo prenupcial, y ella solo tenía derecho a residir temporalmente. La frialdad y la indiferencia de Federico hacían que cada vez que entraba en la Hacienda Luna Luminosa sintiera que vivía bajo el techo de alguien más. Incluso cuando regresaba, solía quedarse sola en la habitación vacía, porque Federico pasaba cuatro o cinco noches a la semana en compromisos fuera de casa, y rara vez regresaba antes del amanecer. 

Para evitar la soledad, trabajar horas extras se había convertido en una rutina diaria para Olga. Aquel día, de no ser por la urgencia de comprar la pastilla del día después, también habría estado trabajando hasta tarde en la cadena de televisión. No esperaba que, al abrir la puerta, sintiera un fuerte olor a tabaco. Federico estaba de pie frente a la ventana del salón, hablando por teléfono. De espaldas a ella, su postura era alta y erguida, y su tono era de una ternura y amabilidad que Olga nunca había experimentado. 

“¿No te dijo el Dr. Cabrera que no dejaría cicatriz en tu frente? Si realmente te preocupa, pasado mañana te llevaré a Ciudad Arco Iris para que te vea un especialista más reconocido… aunque te quede una cicatriz, no me importará…” 

En la farmacia, vio a Luciana con una venda en la frente, y Federico estaba hablando por teléfono con Luciana, no tenía duda alguna sobre eso. 

La sorpresa de ver a Federico rápidamente se desvaneció en el rostro de Olga, quien dejó su bolso y abrigo dirigiéndose al baño. Después de lavarse la cara y aplicarse crema hidratante, Federico se paró en la puerta. 

“Mañana a las ocho de la mañana, una amiga de mi madre llega a Bahía Esperanza, ve al aeropuerto a recogerlo por mí.” 

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