Capítulo 96 Dar las cosas por sentadas
-Llevo tres años comiendo tu comida. Esta vez tampoco me importa -respondió Natanael.
Cecilia soltó una leve risita. Una vez llegaron las verduras, se dirigió a la cocina para preparar la comida. En realidad, antes no sabía cocinar. Sólo aprendió poco a poco después de casarse con Natanael. Él nunca había mostrado gratitud, siempre daba las cosas por sentadas, como estaba haciendo en ese momento.
Natanael estaba sentado tranquilamente en el salón, pero su mirada permanecía fija en Cecilia. Era como si nunca se cansara de mirarla, por muchas veces que lo hiciera. Cecilia servía un plato tras otro en la mesa. También añadió un toque especial al pescado al limón con mantequilla favorito de Natanael.
Los dos se sentaron frente a frente. Hacía mucho tiempo que Natanael no comía con ella, pero no había tocado el tenedor.
Cecilia le sirvió un gran trozo de pescado y se lo puso en el plato.
-Dijiste que no te importaría.
Al oír eso, Natanael tomó el tenedor y el cuchillo, comiendo tranquilamente el pescado de su plato. Cecilia lo observaba, sintiéndose particularmente ansiosa porque había añadido al pescado una droga inductora del sueño. Temia que la ración no fuera suficiente, así que le puso más pescado en el plato.
Natanael la miró con sus ojos profundos y oscuros.
-¿Por qué no comes?
-No tengo mucha hambre. Deberías comer más —dijo Cecilia, pellizcándose nerviosamente la palma de la mano antes de empezar a comer otros platos.
Sin pronunciar palabra, Natanael terminó de comer tranquilamente junto a ella. Al terminar de comer, no sintió ni la más mínima sensación de sueño.
Cecilia se quedó boquiabierta. «¿Habré puesto muy poca cantidad de la droga en el plato?», pensó.
Se levantó y se dirigió a la cocina.
-Te serviré un vaso de agua.
Natanael, sin embargo, la agarró firmemente de la muñeca. Ella estaba excepcionalmente atenta aquel día, pero él recordaba que había dicho que no le gustaba. Por eso se preguntó si todo lo que había hecho antes no era más que una actuación y sólo en ese momento estaba revelando sus verdaderas intenciones.
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Capitulo 96 Dar las cosas por sentadas
Lectura terminada
Sobresaltada, Cecilia pensó que había descubierto algo. Sin embargo, él preguntó:
-¿No hay agua en el salón? ¿Por qué tienes que ir a la cocina?
Cecilia exhaló aliviada.
-Quería tomar una botella de agua.
-No hace falta -murmuró Natanael. Su mirada se clavó en los impresionantes ojos ámbar de Cecilia mientras su manzana de Adán se mecía ligeramente-. No tengo sed.
Su agarre no se aflojó. Al contrario, la abrazó con más fuerza.
-Cecilia, sé sincera. ¿Todavía sientes algo por mi? -soltó de repente. Antes de que Cecilia pudiera ordenar sus pensamientos, Natanael volvió a hablar, explicando-: Mencionaste que habías perdido la memoria, ¿verdad? Quiero saber si, después de haber perdido la memoria, sigues sintiendo algo por mí.
En ese momento, pareció como si el aire mismo se hubiera congelado. Cecilia no sabía qué responderle. Para ser sincera, después de divorciarse de Natanael y marcharse, ya no tenía ninguna expectativa sobre su relación.
Poco a poco fue abriendo la mano de Natanael.
-Sr. Rotela, para serle sincera, es usted excepcional. Nunca podré llegar a las alturas que usted ha alcanzado, pero aún así le admiro enormemente.
“Admirar, pero no gustar, ich?», pensó Natanael. Aún podía recordar lo que Cecilia le dijo cuando se le confesó en el pasado:
-Natanael, me gustas, y no es sólo porque seas excepcional. No importa en quién te conviertas, me seguirás gustando. -Por aquel entonces, Cecilia se quedó parada en la entrada del Grupo Rotela como una idiota.
En ese momento, a Natanael se le hizo un nudo en la garganta.
-Entonces, ¿estás diciendo que ya no sientes nada por mí?
Se puso en pie, arrinconando a Cecilia contra la pared, y se inclinó cerca de ella, con la cabeza baja. Los dos estaban tan cerca que podían oír la respiración del otro.
-Señor Rotela, puede que haya entendido algo mal.
Lectura terminada
Natanael se mostró descontento mientras le tocaba las mejillas ligeramente encendidas.
-Antes no solías usar maquillaje, ni te gustaba vestirte así.
«¿No me gusta, ch?», pensó Cecilia. Las comisuras de sus ojos se enrojecieron ligeramente y sonrió con amargura.
-¿Has pensado alguna vez que no es que me disguste llevar maquillaje, ni que no disfrute vistiéndome con ropa bonita?
Natanael se atragantó.