Capítulo 86 ¿Es su hijo?
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La importancia de la reputación de Natanael pesaba más que todo lo demás.
-Papá, por favor, no te enfades. Haré que se vaya inmediatamente -dijo Elena.
En ese momento, Estela seguía ajena a lo que había ocurrido. Solo podía percibir las miradas cada vez más peculiares de la gente a su alrededor.
Elena se acercó furiosa y arrojó su teléfono sobre la mesa.
-¡Mira lo que has hecho!
Cuando Estela tomó el teléfono, se dio cuenta de que el gato estaba fuera de la bolsa. Estaba a punto de explicarse cuando Elena dijo:
-Si no quieres seguir pasando vergüenza aquí, vete ahora mismo.
Para la familia Rotela, ahuyentar a una celebridad era tan sencillo como espantar a una mosca. Estela nunca había imaginado que tendría una salida tan desaliñada. Permaneció sentada en el vehículo durante largo rato; incrédula. Al recordar lo que había dicho Cecilia, comprendió al instante. «Debía de ser Cecilia, pensó.
Mientras tanto, Viviana también vio la noticia, una noticia que ella y Cecilia habían planeado de antemano. El anuncio se hizo deliberadamente en ese momento concreto. Al ver que Estela era despedida, envió un mensaje a Cecilia:
-Finalmente, esa mujer pretenciosa ha tenido una caída. Deja que tenga su momento.
Viviana se levantó, ansiosa por disfrutar de la desgracia de Estela. De repente, su mirada se posó en una pequeña figura familiar en la distancia.
-Jonás? -se extrañó Viviana al ver que Jonás también estaba allí.
Se dio cuenta de que varios guardaespaldas lo habían atrapado. Lo alzaron y se lo entregaron a Zacarías. Naturalmente, las cortas piernas del chico no pudieron superar las largas zancadas de los demás. Jonás lo había dado todo, corriendo todo lo que pudo, pero aun así lo atraparon. Solo estaba resentido por ser demasiado joven.
-Pequeño bribón, por fin te tengo -dijo Zacarías mirándolo.
Jonás siguió manteniendo una mirada inocente.
-¿Podrías pedirle que me baje? No le conozco.
A Zacarias le hizo tanta gracia que se echó a reír.
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Capitulo 86 ¿Es su hijo?
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-¿No me conoces? ¿No fuiste tú el que me derramó vino a propósito aquel día en el hotel y me tiró la ropa y el teléfono desde el edificio?
Jonás negó:
-Debes de estar equivocado. Nunca he estado en ningún hotel.
Zacarías sabía que Jonás no asumiría su responsabilidad. Y, sin embargo, Jonás se las arregló para poner una cara tan inocente. Se levantó y se acercó a Jonás. Levantando la mano, estaba a punto de darle una bofetada en el trasero.
De repente, sonó una voz.
-¡Alto!
Zacarías se detuvo, su mirada siguió el sonido. Vio a una mujer de aspecto dulce que se acercaba furiosa en esa dirección. Jonás no había esperado encontrar a Viviana precisamente aquí. Estaba seguro de que estaba acabado cuando regresara a casa aquel día. Sin embargo, lo que más le importaba era el problema que tenía entre manos.
-Mami, ayúdame… Me ha pegado… -suplicó Jonás.
Por primera vez, Viviana vio al pequeño alborotador suplicando su ayuda. Se le derritió el corazón al instante y se sintió a la vez eufórica y preocupada.
“Mamá…», pensó Zacarías mirando profundamente a los ojos de Viviana. «Es la madre del pequeño bribón, así que no es la mujer con la que estuve una vez? ¿Por qué no tengo ningún recuerdo de ella? Incluso llevó a mi hijo en secreto-.
Viviana se acercó corriendo, con la intención de arrebatar al niño de los brazos del guardaespaldas. Zacarías lanzó una mirada a su guardaespaldas, y solo entonces éste soltó su agarre. Inmediatamente, Viviana comprobó cómo estaba Jonás.
-¿Te has hecho daño?
Jonás negó con la cabeza.
-No, por suerte llegaste rápido, mami.
Viviana dejó escapar un suspiro de alivio. En ese momento, Zacarías había llegado frente a ella.
-¿Es tu hijo? -preguntó.
Al oir esto, Viviana lo miró, con los ojos llenos de indignación.
-Si no es mi hijo, ¿estás insinuando que es tuyo? ¿Quién te crees que eres para atrapar asi a
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mi hijo? Antes incluso estuviste a punto de pegarle. ¿Sabes que esto es ilegal?