Capítulo 65 ¿Podría ser su hijo ilegítimo?
El número de miradas sobre él aumentaba constantemente, y Zacarías sentía que si permanecía allí más tiempo, seguramente se convertiría en el centro de atención de todos. Para los desinformados, parecería como si estuviera intimidando a un niño.
Zacarías caminó enérgicamente hacia el baño.
Inmediatamente, Jonás abandonó su lamentable fachada, tomó su teléfono, encontró el ángulo perfecto y sacó una foto del desaliñado Zacarías. No lo dejó así. Siguió a Zacarías hasta una suite.
No muy lejos, Elena vio al niño y su corazón se ablandó. Tomó un sorbo de vino, se volvió hacia Estela y le dijo:
-Qué niño tan encantador, tan comprensivo y educado. Estoy segura de que cualquier hijo de Natanael sería como él.
Sólo ante un niño tan pequeño el rostro de Elena, que solía ser frío durante todo el año, adoptaba una expresión tierna y cariñosa. Estela sabía que la mujer mayor la estaba instando una vez más a que se diera prisa y se quedara embarazada. Lo único que podía hacer era seguirle la corriente.
Al llegar a la habitación provisional, Zacarías hizo una llamada y pidió a Arnaldo que le trajera ropa nueva. Muy pronto, este acercó la ropa.
-Sr. Zacarías, he colocado su ropa sobre la mesa.
-Muy bien, ya puedes irte.
-Entendido.
Arnaldo abrió la puerta y salió, sin darse cuenta de que un niño estaba agazapado en un lugar
oculto detrás del sofá.
Después de todo, ¿quién se atrevería a entrometerse en la habitación de Zacarías? Sólo unos pocos elegidos podían hacerlo-.
Dicho esto, Zacarías se dirigió al cuarto de baño para darse una ducha.
Al escuchar el sonido del agua corriendo desde el baño, Jonás salió sigilosamente. Agarró la ropa y el teléfono de Zacarías y, sin dudarlo, los arrojó desde el tercer piso.
-¡Esto es por mamá! -exclamó en voz baja.
Una vez hecho todo, se aseguró de sabotear los dispositivos de comunicación de la habitación que enlazaban con la recepción antes de marcharse.
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Jonás se bajó la gorra y salió rápidamente. Al llegar al vestíbulo de la planta baja, estaba a punto de salir por la puerta principal cuando corrió demasiado deprisa y acabó chocando directamente contra las largas y delgadas piernas de un hombre.
-Lo siento… -Jonás se apresuró a disculparse, sólo para levantar la vista y encontrarse con la profunda y escalofriante mirada de su padre.
Natanael miró al chico a los ojos, sintiendo inexplicablemente una sensación de familiaridad.
-No pasa nada -respondió con frialdad.
Jonás se alejó a toda prisa. Incluso después de salir del hotel, su corazón seguía latiendo con fuerza. No esperaba encontrarse con Natanael. «Por suerte, llevaba una máscara y una gorra», pensó.
Al mismo tiempo, Zacarías, que acababa de ducharse en la habitación, estaba de lo más irritado. No sabía quién se había deshecho de toda su ropa, su teléfono no aparecía por ninguna parte, e incluso los dispositivos de comunicación de la habitación habían sido desconectados…
Sin más remedio, Zacarías sólo pudo aventurarse a salir con una toalla de baño envolviendo su parte inferior. En medio de las miradas de sorpresa de todos los presentes, tomó prestado un teléfono para llamar a su ayudante.
Tras un minucioso registro, el guardaespaldas recuperó de la planta baja la ropa y el teléfono de Zacarías.
-Señor Zacarias, ¿cree que alguien intentaba hacerle daño? -preguntó Arnaldo, conmocionado. Alguien había conseguido entrar en el lugar, incluso en la habitación de Zacarías.
Zacarías frunció ligeramente las cejas.
-No lo creo. Si alguien quisiera hacerme daño, ¿no haría algo más que deshacerse de mi ropa y mi teléfono? Esas acciones infantiles parecen algo que sólo haría un niño. Un momento, un niño…»
Zacarías pensó en el niño de antes, el que llevaba una máscara, tenía los ojos muy abiertos y rebosantes de inocencia e insistia en ofrecerle una bebida.
Su expresión se ensombreció aún más. «¿Podría ser él el resultado de mis pasados días promiscuos?
-Haré que alguien lo investigue enseguida -añadió Arnaldo.
-¡Espera! -le gritó Zacarías-. No hace falta seguir investigando.
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«Si el chico era realmente su hijo ilegítimo, seguramente volvería a buscarlo. No podía tratar este asunto abiertamente. Después de todo, si por casualidad Jorge se enteraba, ino sería un buen augurio para él!»
Aunque perplejo, Arnawldo asintió. Posteriormente, volvió a hablar:
-Sr. Zacarías, tengo resultados sobre el asunto que me pidió que investigara esta mañana.