Capítulo 62 El edificio arrasado
En el despacho del director general, en la última planta de la sede de la empresa, Natanael había oído decir a su guardaespaldas que Cecilia había visitado el Jardín Imperial aquella
mañana.
-¿Qué hacía en el Jardín Imperial? -preguntó con curiosidad.
Por lo que él sabía, el Jardín Imperial era un lugar frecuentado por jóvenes ricos y complacientes que llevaban una vida de libertinaje. En su opinión, era un lugar bastante
<<sucio>>.
El guardaespaldas dudó un momento antes de responder:
-Parecía una cita a ciegas.
Los ojos de Natanael se entrecerraron ligeramente, y la temperatura a su alrededor pareció bajar un grado.
“¿Así que el asunto importante que mencionó fue una cita a ciegas? Una vez más, me hace verla bajo una nueva luz», pensó mientras su rostro se ensombrecía de inmediato.
El guardaespaldas, que conocía bien el temperamento de Natanael, no quería provocar su ira, así que salió cautelosamente del despacho.
A las dos de la tarde, alguien llamó a la puerta.
-Sr. Rotela anunció Cecilia al entrar.
En cuanto ingresó, notó inmediatamente algo raro en el aura que rodeaba a Natanael. El hombre levantó ligeramente su mirada melancólica, observándola con aire de indiferencia. Sus ojos eran fríos, como si pudieran ver a través de su corazón.
-¿Has terminado con tus asuntos? -preguntó Natanael de forma pausada y sin prisas, con una implicación oculta.
Cecilia no estaba segura de lo que quería decir.
-Sí. ¿No mencionaste ayer lo de llevarme a algún sitio?
Sin mediar palabra, Natanael se levantó y caminó hacia ella.
-¿Qué has hecho esta mañana? -le preguntó con mirada firme y directa.
El hecho de que se lo preguntara era prueba suficiente de que ya lo sabía. Bajo su mirada escrutadora, Cecilia no ocultó nada.
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Capitulo 62 El edificio arrasado
-Tuve una cita a ciegas.
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Natanael estaba tan furioso que no pudo evitar reírse. Ella había dicho esas palabras con una franqueza sorprendente. Reprimió la rabia que le invadía y preguntó:
-¿De verdad estás tan sola y desesperada? ¿No te bastan dos hombres?
¿Sola y desesperada? ¿Dos hombres?», pensó Cecilia, furiosa al instante. «¿Quién se cree que es?».
Esbozó una sonrisa burlona y respondió, cada palabra deliberada:
-Sr. Rotela, iha entendido algo mal? Soy soltera, ¿por qué no puedo tener citas a ciegas?
-¿Soltera?
Incapaz de contener por más tiempo la furia que llevaba dentro, Natanael, con expresión sombría, agarró firmemente el brazo de Cecilia y la arrastró fuera.
-Voy a refrescarte la memoria ahora mismo. A ver si todavía te crees soltera.
Natanael metió a Cecilia en el coche. Había usado mucha fuerza para agarrarla, así que en el momento en que la soltó, Cecilia sintió un dolor entumecedor en el brazo. La puerta del coche se cerró con un ruido sordo.
El vehículo avanzó a toda velocidad por la carretera principal, provocando en Cecilia una innegable sensación de miedo. No estaba segura de adónde la llevaba Natanael, pero poco a poco se dio cuenta de que algo iba mal. Aunque llevaba fuera cuatro o cinco años, reconocía esta carretera. Un poco más adelante estaba el edificio de oficinas de la Corporación Sosa.
Cecilia se sintió un poco nerviosa, sus manos que descansaban a su lado se tensaron sutilmente, las yemas de sus dedos se hundieron poco a poco en las palmas de su mano.
Natanael se fijó en su expresión. Una sonrisa cruel se dibujó en la comisura de sus labios mientras hablaba sin prisas:
-¿No dijiste que tenías pérdidas de memoria intermitentes y que eras incapaz de recordar a muchas personas y acontecimientos? Entonces, ¿aún recuerdas este lugar?
Su mirada se dirigía hacia la lejanía, justo donde una vez estuvo la Corporación Sosa. Pero ahora, cuando Cecilia miró hacia allí, lo único que vio fue el vacío. El otrora majestuoso edificio de la Corporación Sosa había sido demolido…
Las pupilas de Cecilia se contrajeron abruptamente. Tenía los puños tan apretados que las yemas de los dedos le habían sacado sangre de las palmas. Durante los años que pasó en el extranjero, Calvin y Marta no se atrevieron a contarle lo que ocurría en su país. Sólo se enteró al regresar de que Natanael había adquirido la Corporación Sosa. Sin embargo, lo que
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Capítulo 62 El edificio arrasado
ella no había previsto era que él la desmantelaría por completo.
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Cecilia sintió como si tuviera una bola de algodón en la garganta y no pudiera hablar.
Natanael estacionó el coche. Al ver su actitud angustiada, estaba cada vez más seguro de que ella sólo fingía tener amnesia. Una fría sonrisa se dibujó en la comisura de sus labios, dándole un aire de locura.
-Parece que no lo recuerdas, así que déjame que te lo cuente. Este lugar solía ser la culminación de los esfuerzos de toda una vida de tu abuelo y tu padre, el edificio de oficinas original de la Corporación Sosa. Sin embargo, ahora lo he arrasado.