Capítulo 61 ¿Qué hará Zacarías?
Cuando se encontró con los ojos claros pero furiosos de Cecilia, la incredulidad fue todo lo que Zacarias pudo ver en los suyos. No se trataba de un simple parecido, iera claramente ella! No podía comprender por qué Cecilia había venido a una cita a ciegas.
Antes de que pudiera ordenar sus pensamientos, Cecilia le dijo a Saúl:
-Vamos.
Saúl protegió a Cecilia mientras se marchaban, pero el hombre que había caído al suelo seguía maldiciendo en voz baja:
-¡No se atrevan a huir! Los tengo marcados, iesperen!
Los otros jóvenes privilegiados siguieron su ejemplo burlándose de él y provocándolo.
-Joel, eres un cobarde. Si tienes agallas, ilucha! -gritó uno.
-¡Exacto, no te limites a gritar! -añadió otro.
Joel había querido hacer un movimiento contra Saúl, pero después de esa patada, ni siquiera podía ponerse de pie. Era justo decir que fue mimado desde la infancia y nunca había experimentado tal indignidad. Se levantó, maldiciendo en voz baja:
-Voy a llevarme a algunas personas conmigo ahora mismo y me aseguraré de que se arrepientan de haberme ofendido.
Antes de que pudiera terminar la frase, Zacarías ya se le había acercado, con los ojos llenos de una frialdad glacial.
-¿Qué le acabas de hacer? -preguntó Zacarías.
-Esa perra…
Al ver que Joel aún no había aprendido la lección, los guardaespaldas le golpearon la cara con los puños. En un santiamén, lo tiraron al suelo, escupiendo sangre fresca. Sin embargo, seguía sin saber qué error había cometido. Los jóvenes que lo rodeaban se quedaron sin habla.
Zacarías lo miró fríamente desde su posición de superioridad y luego se volvió hacia su ayudante, preguntándole:
-¿Qué acaba de hacer?
Arnaldo transmitió la intención de Joel de humillar a Cecilia, relatando el asunto con sinceridad.
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Capitulo 61 ¿Qué hará Zacarias?
-Ya no hace falta que tenga las manos–ordenó Zacarías.
+5 Perlas
Ya no tenía ganas de continuar con la cita a ciegas y se marchó en busca de Cecilia. Incluso mientras partía, podía oír las súplicas de clemencia de Joel resonando detrás de él. Los jóvenes murmuraban desconcertados, incapaces de comprender quién era esa tal Cazal y por qué merecía la furia de Zacarías. Parecía que Joel iba a encontrar hoy aquí su perdición.
Cuando Zacarías abandonó el Jardín Imperial, Cecilia no aparecía por ninguna parte. Sus manos, que colgaban a los lados, se tensaron sutilmente. Lamentaba no haber prestado atención a la gente que había venido hoy. Su intención inicial era montar un espectáculo para Jorge y, al mismo tiempo, incomodar a las mujeres que deseaban casarse con alguien de su familia. Su objetivo era disuadirlas de acceder a futuros encuentros concertados. Inesperadamente…
-Ve a averiguar cuál es la relación entre la señora Cazal y Cecilia -ordenó a Arnaldo.
-Sí, señor–respondió este apresuradamente.
Tras pensarlo un momento, Zacarías añadió:
-Investiga también quién es ese hombre que está a su lado.
Mientras tanto, Cecilia ya se había acomodado en el coche, con una pizca de fastidio invadiéndola. No esperaba que la cita a ciegas de Viviana fuera Zacarías. Este la despreciaba
que ahora que
la veía acudir a una cita a ciegas en nombre de su mejor amiga, no estaba segura de cómo reaccionaría hacia ella. Su mayor temor seguía siendo traerle problemas a Viviana.
-Mamá, ¿estás bien? -La voz de Jonás devolvió a Cecilia a la realidad.
Le dedicó una leve sonrisa.
-Estoy bien, gracias a Saúl.
Después de expresar su gratitud a Saúl, Jonás abrazó suavemente a Cecilia.
—Es una pena que aún sea demasiado joven —dijo—. Pero cuando crezca, seré yo quien los proteja a ti y al señor Saúl.
Un sutil cambio se produjo en el rostro severo de Saúl, que estaba apartado. El corazón de Cecilia se ablandó aún más al oír aquello.
-De acuerdo, Saúl y yo esperaremos a que crezcas–respondió con ternura.
Como el guardaespaldas de Natanael la vigilaba constantemente, Cecilia decidió regresar a la villa de Viviana después de salir del Jardín Imperial. Después de almorzar al mediodía, se aseguró de darle a Jonás algunas instrucciones antes de partir para encontrarse con Natanael