Capítulo 57 Cita a ciegas
-¿Cómo es que nunca lo he visto antes? -preguntó Viviana, intrigada.
Jonás tomó la palabra:
-El señor Saúl es un hombre muy misterioso. Solo aparece cuando mamá está en peligro.
-No me extraña -reflexionó Viviana mientras comía su tarta-. Cuando estabas en el extranjero, solo oía hablar de tus guardaespaldas, pero en realidad nunca los veía.
Ella también tenía sus propios guardaespaldas, aunque estos solían estar a la vista de todos, en un radio de diez metros alrededor de ella, fácilmente visibles. Debido al singular estatus de Calvin en el extranjero, los que le rodeaban se veían inevitablemente afectados. Por lo tanto, se asignó un equipo para proteger a Cecilia y a su familia.
Diez minutos más tarde, Saúl apareció en la puerta, vestido con un elegante traje que le hacía destacar. Su aura era inabordable, disuadiendo a cualquiera de acercarse.
Cuando Viviana lo vio, se le iluminaron los ojos.
-Guapo… -murmuró.
Jonás le tendió un pañuelo de papel.
-Límpiate la boca.
Viviana tragó saliva con nerviosismo. Cecilia era muy consciente del tipo de persona que era su mejor amiga. Podía parecer encaprichada y tonta en apariencia, pero en el fondo albergaba sentimientos por una sola persona. Por ese hombre, Viviana, a sus veintisiete años, no solo no se había casado, sino que ni siquiera había tenido una relación.
-Pasa–le dijo Cecilia a Saúl-. Esta es mi amiga, Viviana. Aquí no hay nadie más.
Saúl echó un vistazo al interior de la habitación.
Jonás dijo cortésmente:
-Señor Saúl, mañana es Pascua, celebrémoslo juntos y comamos pastel.
Los rasgos habitualmente severos de Saúl se suavizaron considerablemente.
-No hace falta, gracias -respondió.
Cecilia siempre había sabido que él prefería su soledad, así que nunca insistió en entrometerse. Preparó unos pasteles y se los entregó.
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Capitulo 57 Cita a ciegas
-Entonces, permitame desearle por adelantado un feliz día de Pascua.
-De acuerdo, gracias -Saúl tomó la tarta y se dio la vuelta para marcharse.
Cuando se fue, Viviana comentó casualmente:
-No parece un guardaespaldas en absoluto.
-¿Qué quieres decir? -preguntó Cecilia.
-Es solo una sensación, difícil de expresar con palabras…
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Cecilia también sintió que Saúl desprendía una vibración diferente a la de un guardaespaldas corriente. Aunque la había protegido durante varios años, sus interacciones habían sido minimas, limitadas a una comunicación básica. Lo máximo que habían interactuado fue cuando ella tomó la droga anteriormente.
En ese momento sonó el teléfono de Viviana. Lo tomó y vio que era una llamada de su padre.
-¿Qué pasa?-contestó.
-No estás rejuveneciendo. Te he concertado una cita a ciegas en el Jardín Imperial mañana a las nueve -dijo su padre.
El rostro de Viviana se agrió en un instante.
-¡No voy a ir!
-¿Crees que te estoy pidiendo tu opinión? -El tono de Rolando era severo-. ¡No olvides que todo lo que tienes ahora te lo di yo! Si no quieres formar parte de la familia Cazal, puedes irte. Esta vez, independientemente de si te gustan o no, no puedes dejarlos plantados. ¡Solo puedes hacerlo si no les gustas! No me decepciones.
Viviana apretó con fuerza el teléfono. A lo largo de su vida, a menudo se encontraba desprovista de control sobre muchas situaciones.
Hacía un rato, Viviana había encendido el altavoz y Cecilia también había oído la
conversación. La primera estaba claramente decepcionada.
-Pero mañana tengo planes… -La razón por la que había horneado con Jonás e invitado a Cecilia era que tenía previsto ir a algún sitio temprano a la mañana siguiente para encontrarse con alguien.
Jonás retomó la conversación de inmediato:
-Mamá, ¿por qué no vas mañana en lugar de la señorita Cazal?
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Capítulo 57 Cita a ciegas
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Viviana se quedó sorprendida. Desconcertada, Cecilia preguntó:
-¿Puedo… hacerlo?
Parecía como si Viviana se hubiera agarrado a un salvavidas.
-Claro que puedes, he pasado muchos años en el extranjero y rara vez he vuelto. Esos chicos adinerados apenas me conocen…
-Pero… -Cecilia seguía dudando. Al tratarse de una cita a ciegas, lo más seguro era que ambas partes tuvieran información de la otra.
Sin embargo, Viviana no tardó en disipar sus dudas.
-No te preocupes -le aseguró-. Ya he pasado antes por esto de las citas a ciegas. Todos somos meros peones en los juegos de emparejamiento de nuestros padres. Mi padre ni siquiera mencionó antes quién era la otra parte, ¿me entiendes? La otra parte tampoco lo sabría, todo es solo un espectáculo para apaciguar a nuestros padres.
Jonás también miró a Cecilia.
-Mami, oportunidades como esta son difíciles de encontrar. Si tenemos suerte, Eli y yo podríamos tener un papá.
