Capítulo 54 Solo amigos
เจ
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Los ojos de Natanael estaban llenos de emociones indescifrables para Cecilia.
-En menos de cinco años, ide dónde has sacado tanto dinero para caridad? ¿Te lo dio Calvin?-preguntó él.
Cecilia desconocía que, desde su partida, Natanael no había dormido bien ni una sola noche, atormentado por imágenes de ella pasando tiempo con Calvin.
-Calvin y yo solo somos amigos, he ganado todo mi dinero por mí misma… -antes de que Cecilia pudiera terminar, la mano de Natanael se posó suavemente en su hombro, descendiendo lentamente.
-¿Cómo lo ganaste? ¿Aquí? -insinuó él.
La mente de Cecilia quedó en blanco, mirándolo con incredulidad.
-¿Qué acabas de decir? -exclamó.
Su mano era cálida, pero sus palabras heladas. Se le hizo un nudo en la garganta y apretó el puño, clavándose las uñas en la palma.
Natanael se acercó a su oído y susurró:
-¿Cuánto te pagó Calvin? Dímelo y te lo doblaré.
Le recorrió la piel con los dedos repetidamente, deseando estrecharla para siempre entre sus brazos.
-¿Recuerdas cuánto me debe tu familia? Ya no me importa. Di una cifra, no juegues conmigo. Quédate conmigo y será todo tuyo.
Cecilia no pudo contenerse más. Levantó la mano y le dio una fuerte bofetada.
-¡Canalla! -gritó.
A Natanael le escocían las mejillas, pero no sintió dolor mientras agarraba rápidamente la muñeca de Cecilia. Bajó la mirada, fijándola en ella con frialdad.
-¿Cuánto quieres? -preguntó.
Cecilia sabía desde el principio que se había enamorado de la persona equivocada, pero nunca imaginó lo poco que lo conocía. Siempre creyó que Natanael, con su obsesión por la limpieza, era distinto a los demás hombres. Ahora se daba cuenta de que no era diferente.
-Señor Rotela, por favor, compórtese con dignidad -pidió ella.
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Capitulo 54 Solo amigos
La nuez de Natanael se movió mientras le sujetaba suavemente la barbilla.
-¡Llámame Natanael! -exigió.
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Cecilia se quedó sorprendida. Natanael la miró fijamente, intentando averiguar si realmente había perdido la memoria, si de verdad no sentía afecto por él.
Después de un largo momento, Cecilia pronunció lentamente:
-Natanael.
Las palabras, desprovistas de toda calidez, salieron de sus labios. Era completamente diferente al pasado. Natanael recordaba vívidamente cómo, después de casarse, ella siempre gritaba suavemente su nombre mientras lo abrazaba.
Natanael apretó los labios, negándose a creer que ella hubiera perdido la memoria o que no sintiera nada por él. En ese momento, se oyeron voces desde el exterior.
-Señora Rojas, el señor Rotela está en una reunión, no puede entrar–se escuchó decir a alguien.
-Tengo algo importante que decirle a Natanael, ihágase a un lado! -respondió una voz femenina.
Cecilia logró apartarse de Natanael justo cuando Estela hizo caso omiso de los intentos de la secretaria por detenerla y empujó la puerta.
-¡Cecilia! -exclamó Estela, quedándose completamente desconcertada y congelada en el sitio al ver a Cecilia dentro de la habitación.
-¡Fuera! -se oyó la voz grave de Natanael antes de que Estela pudiera recuperar la
compostura.
Cecilia no había previsto encontrarse con Estela de esa manera. Estaba a punto de marcharse cuando Natanael la detuvo inesperadamente.
-Le he pedido que se vaya -dijo él, mirando fijamente a Estela-. Señora Sosa, todavía tenemos asuntos de negocios que discutir.
Estela nunca se había sentido tan humillada.
-Natanael, avísame cuando hayan terminado -dijo con suavidad, obligándose a mantener la compostura mientras salía de su despacho.
Una vez fuera de la oficina, su gentil conducta cambió instantáneamente, volviéndose sombría y aterradora. «¿Cecilia no había muerto? ¿Cómo era posible que siguiera viva?»,