Capítulo 41 Una primadonna sin talento
La expresión de Estela era algo dificil de leer. No podía entender lo que estaba pasando. Desde hacía cuatro años, Zacarias parecía otra persona, haciendo oídos sordos a todas sus peticiones. En cuanto a Natanael, Estela no confiaba en que le echara una mano. Sin embargo, no había nada que Estela deseara que no pudiera conseguir.
Le dijo a su agente:
-Encuentra la manera, sea como sea, de conseguir su composición.
Después de colgar el teléfono con Central Media, un atisbo de frialdad brilló en los ojos de Cecilia, antes tranquilos. Nadie entendía a Estela mejor que ella. A lo largo de los años, Estela siguió sin tener talento para la actuación o la música. Robando los frutos del trabajo de otros y usurpando sus medios de vida; nunca habría durado tanto como lo hizo sin el apoyo de Natanael y Zacarías.
Nadie conocía las dificultades de componer música para una persona con discapacidad auditiva. A lo largo de los años, Cecilia había trabajado sin descanso para cuidar de sus dos hijos y de Marta. Se esforzaba constantemente, temerosa de que no tuvieran una buena vida. El dinero que ganaba ahora ya era suficiente para mantener a toda su familia. ¿Por qué iba a vender su composición a Estela sólo por dinero?
Al regresar a su casa, Cecilia dejó el teléfono a un lado y se dirigió al baño para darse una ducha. Mientras se bañaba, reflexionaba sobre cómo conseguir lo que quería lo antes posible. Tal vez debido al cansancio extremo, Cecilia se quedó dormida sin querer mientras estaba tumbada en la bañera.
Se despertó sobresaltada por una llamada de su mejor amiga, Viviana.
-Ceci, volveré en un par de días.
Cecilia salió del baño, envuelta en una bata.
-Te daré una fiesta de bienvenida cuando vuelvas.
-Claro. ¿Cómo has estado últimamente? ¿Te lo ha hecho pasar mal Natanael? ¿Y qué hay de esa pretenciosa de Estela? ¿Sabe que has vuelto? -Viviana estaba realmente preocupada por el hecho de que Cecilia estuviera sola.
-Estela todavía no sabe que he vuelto, pero pronto lo sabrá -respondió Cecilia.
Cecilia se acercó a la ventana, donde la saludó el cálido verano.
-En cuanto a Natanael, no te preocupes. No dejaré que me intimide.
El timbre sonó en mitad de la conversación. «Ya son las nueve de la noche. ¿Quién podría
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Capitulo 41 Una primadonna sin talento
venir a estas horas?», pensó Cecilia. Sin Saúl a su lado, se sintió un poco incómoda.
+5 Perlas
En un principio, Saúl insistió en montar guardia fuera, pero estos días había estado protegiendo constantemente a Cecilia sin tiempo para descansar. Así pues, ella le ordenó que volviera y se tomara un descanso.
Bajó las escaleras y echó un vistazo a las imágenes de vigilancia de la entrada. Se le cortó la respiración. «¿Por qué está aquí?», se preguntó.
Natanael estaba fuera, su alta figura se cernía sobre la puerta. Bajo la luz de la calle, su rostro parecía especialmente indiferente. Estaba fuera, y no había motivo para que Cecilia lo
rechazara.
Abrió la puerta. Cecilia sólo llevaba una bata blanca suelta y el pelo largo le caía desordenadamente sobre los hombros. Se apoyó en la puerta y lo miró fijamente.
-Me preguntaba quién podría estar buscándome a una hora tan tardía. ¿Necesita algo, señor Rotela?-preguntó Cecilia.
Natanael se quedó mirando su atuendo, momentáneamente estupefacto. La transformación de Cecilia respecto a su anterior carácter reservado era inmensa. Por razones desconocidas, Natanael sintió de repente el deseo de saber qué había ocurrido en su vida a lo largo de los
años.
Le explicó:
-He venido a contarte cómo nos conocimos por casualidad.
Los ojos de Natanael se entrecerraron ligeramente, como si quisiera ver a través de Cecilia. La intensidad de su mirada le hizo sudar nerviosamente las palmas de las manos. Se obligó a mantener la calma y dijo:
-Sr. Rotela, no pensará quedarse fuera para siempre, ¿verdad?
Natanael se adelantó bruscamente, inmovilizando a Cecilia contra la pared antes de cerrar la puerta tras de sí. El aire de la habitación se sintió raro de repente. Apoyada contra la fría pared, Cecilia estaba a punto de hablar cuando, al instante siguiente, sus labios fueron cubiertos por los de Natanael. Al mismo tiempo, él la estrechó en un profundo abrazo.