Capítulo 40 Un rápido rechazo
Zacarías simplemente no podía describir sus emociones. Su mente iba a mil por hora y no paraba de buscar palabras para decirle a Cecilia. «¿Debería disculparse primero? ¿O debería preguntarle dónde ha estado todos estos años? ¿Qué más puedo decirle?».
Sin embargo, antes de que pudiera ordenar completamente sus pensamientos, Cecilia pasó rozándole, sin dedicarle ni una sola mirada de principio a fin. Zacarías se quedó estupefacto.
Se dio la vuelta tarde, sólo para descubrir que Cecilia ya había subido a su coche. La oyó informar suavemente al conductor:
-Vamos.
Zacarías tardó un rato en recuperar la compostura al ver desaparecer de su vista el hermoso y sereno perfil lateral de la mujer. Tomó el teléfono, a punto de llamar a Natanael para comunicarle el regreso de Cecilia. Sin embargo, cuando pensó en las acciones de Natanael hacia Cecilia a lo largo de los años, se contuvo. Después de todo, era un hombre egoísta. Tras tomar nota del número de matrícula de Cecilia, envió a alguien a investigar su dirección actual.
Mientras tanto, el elegante Bentley negro de Cecilia circulaba suavemente por la carretera. Cecilia miraba tranquilamente por la ventanilla, sin alterar sus emociones internas. «Qué extraño», pensó. «¿Cómo había aparecido Zacarías en el cementerio de los suburbios del oeste?».
En su mente seguían vívidos los casos anteriores de acoso de Zacarías hacia ella, lo que hizo que Cecilia se quitara el audífono. Al principio, sus oídos sólo tenían una leve discapacidad auditiva. Sin embargo, por culpa de Zacarías, sus oídos sufrían de vez en cuando molestos pitidos. Incluso le sangraban si se emocionaba demasiado.
A Cecilia le resultaba imposible no estar resentida con Zacarías. A veces, se arrepentía de sus decisiones pasadas. En primer lugar, no debería haberlo salvado. Si no lo hubiera hecho, no habría tenido que soportar el tormento implacable de su enfermedad auditiva.
Aun así, comprendió que era mejor minimizar las complicaciones. Ahora mismo, lo más importante era salvar a Elías. Así que, para evitar problemas innecesarios, decidió actuar como si no conociera a Zacarías. Después de todo, no había nada que Zacarías no hiciera por el bien de Estela.
De camino a casa, Cecilia recibió una llamada de Central Media.
-¿Es usted la señora Cecilia? Realmente admiramos su trabajo y hemos oído hablar de su reciente composición. Nos preguntábamos si estaría dispuesta a vendernos los derechos. Tenga la seguridad de que nos aseguraremos de que la compensación merezca la pena.
Central Media era la mayor empresa de gestión de artistas del Grupo Rotela. En la actualidad,
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Capítulo 40 Un rápido rechazo
Estela era una de las mayores estrellas gestionadas por la compañía.
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Además de dirigir su propia empresa comercial, Cecilia también tenía una profesión personal como compositora. Su seudónimo era «Cecille», lo que hizo que otros se dirigieran a ella como Sra. Cecille.
Antes de su regreso, para favorecer sus planes de acercarse a Natanael, Cecilia difundió deliberadamente rumores sobre el lanzamiento de una nueva canción. No era más que la verdad. Sin embargo, ahora que había logrado su objetivo de acercarse a Natanael, ya no tenía necesidad de seguir vendiendo sus composiciones.
-Lo siento, por el momento no tengo planes de colaborar–respondió Cecilia.
El agente que estaba al teléfono se apresuró a decir:
-Señora Cecilia, nos encargaremos de que la famosa Estela Rojas, de nuestra compañía, interprete su canción. Seguro que convertirá su composición en una sensación.
Antes de que el agente pudiera terminar de exponer su caso, una burla le interrumpió.
-Lo siento, pero si la cantante fuera otra persona, podríamos tener la oportunidad de continuar esta conversación —dijo Cecilia antes de colgar.
En la sede de Central Media, el agente de Estela se quedó un buen rato mirando el teléfono antes de salir de su aturdimiento. Sacudió la cabeza y miró a Estela, que esperaba ansiosa a su lado.
-Nos ha rechazado, Estela -le explicó.
Estela enarcó una ceja y preguntó:
-¿No le dijiste que podía poner el precio?
-Se lo dije, pero aun así me rechazó.
Cecille era muy conocida en el extranjero. Cualquier pieza musical que compusiera estaba destinada a ser un éxito. El año pasado, su canción «Girl in the Alley» fue versionada en varios idiomas. Todas las versiones fueron muy populares.
La carrera de Estela había tocado techo hacía poco. Sólo le faltaba una canción para regresar a la industria musical.
-¿Sabe ella que seré yo quien la cante? -volvió a preguntar Estela.
La agente asintió, repitiendo cuidadosamente a Estela todo lo que Cecilia le había dicho antes. El rostro de Estela se volvió ceniciento en un instante.
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-¿Quién se cree que es? Debería sentirse afortunada de que me interese por ella -espetó Estela.
Su agente sugirió:
-Estela, ¿no es amigo tuyo el señor Sotelo? Y el Sr. Rotela también. Si te echan una mano, ¿no sería fácil conseguir una canción?
«¿Zacarías?», pensó Estela, considerando la sugerencia.
