Capítulo 33 Su regreso
Dentro de la cabina de primera clase del avión, Cecilia miraba por la ventanilla las nubes blancas, mientras su mente se remontaba a cuatro años atrás.
Por aquel entonces, estaba totalmente desanimada y buscó la ayuda de Calvin para fingir su muerte y huir del país. Más tarde, en el extranjero, dio a luz prematuramente a dos gemelos.
Todo había ido sobre ruedas hasta que en marzo se produjo un desafortunado giro en los acontecimientos. A su hijo menor, Elías Sosa, que ya tenía mala salud por haber nacido prematuramente, le diagnosticaron una enfermedad hematopoyética maligna de células madre, conocida comúnmente como leucemia.
El médico informó a Cecilia de que los trastornos sanguíneos podían tratarse mediante el trasplante de células madre hematopoyéticas derivadas de la sangre del cordón umbilical.
Por eso, durante los últimos meses, Cecilia no había dejado de maquinar la manera de conseguir el esperma de Natanael. Lamentablemente, había fracasado.
Cuanto antes se hiciera el trasplante, mejor. Así pues, Cecilia no tuvo más remedio que volver a casa para conseguirlo ella misma. De no ser por Elías, nunca habría vuelto a aquel lugar, ni habría buscado de nuevo a Natanael.
Antes de que el avión despegara, Cecilia recibió un mensaje de Viviana Cazak, su mejor amiga.
Viviana: -Estaré un poco liada últimamente, pero en cuanto vuelva, arreglaremos lo de Natanael juntas. También tenemos que darle una lección a esa zorra pretenciosa de Estela.
Viviana era una amiga que Cecilia había conocido en la universidad. Más tarde, se fue a estudiar al extranjero y, cuando se casó, la comunicación entre ellas disminuyó. Hace cuatro años, Cecilia se topó con ella al llegar a Eldoria.
Al leer el mensaje de texto, una sensación de calidez invadió el corazón de Cecilia. Ella respondió:
-De acuerdo.
Después, apagó el teléfono.
Siempre que llegaba el verano a Tudela, lo hacía acompañado de una intensa y constante lluvia. Cuando Cecilia desembarcó del avión, ya eran las siete de la tarde. Mientras miraba a su alrededor, un lugar que le resultaba familiar y extraño a la vez, parecía algo aturdida.
Al salir del aeropuerto, un lujoso Lincoln se detuvo justo delante de Cecilia. El conductor bajó del coche y le abrió la puerta respetuosamente.
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-Sra. Sosa, suba, por favor.
Cecilia asintió.
-Disculpe las molestias y gracias.
El conductor esbozó una amable sonrisa.
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-Señora Sosa, es usted amiga del señor Rejala, así que no hay necesidad de formalidades. Ya ha organizado su alojamiento de antemano.
Naturalmente, el conductor se refería a Calvin. Si no hubiera buscado la ayuda de Calvin cuatro años atrás, Cecilia habría permanecido ajena al hecho de que él simplemente había sido modesto cuando dijo que era propietario de una pequeña empresa.
El negocio de Calvin en el extranjero era próspero, y era justo decir que tenía dedos en todos los pasteles. De lo contrario, no habría podido ayudarla a ella y a los dos niños a eludir la investigación de Natanael.
Sentada en el coche, Cecilia contemplaba el paisaje. Habían pasado cuatro años y, sin embargo, Tudela no había cambiado mucho. Quizá la única diferencia perceptible eran los omnipresentes carteles de Estela en los edificios.
A lo largo de estos cuatro años, Estela había vivido una vida de prosperidad. Ahora era algo más que una cantante, también se había convertido en una actriz de primera fila en la industria de la interpretación, sin rival en fama y éxito.
Los hermosos ojos de Cecilia se desviaron.
Una hora más tarde, el vehículo se detuvo en un barrio de villas conocido como Novena Ciudad. El distrito de villas era muy tranquilo, e incluso de noche, la vista era agradable.
Tras ser conducida a su residencia, Cecilia llamó inmediatamente a Marta para decirle que había llegado sana y salva.
-Marta, ¿dónde está Jonás? -preguntó Cecilia, extrañada de no verlo por allí.
Marta respondió con una sonrisa:
-Leyendo un libro en la habitación.
Mientras otros niños de su edad aún se esforzaban por reconocer todos los alfabetos, Jonás era excepcionalmente inteligente. No sólo dominaba el inglés, sino que otros idiomas también eran algo natural para él. A veces, cuando discutía, hablaba como un adulto.
Cecilia había oído una vez a Elena recordar la infancia de Natanael, y él había sido muy parecido. Precisamente porque Natanael era inteligente y dotado por naturaleza, recibió una
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Capítulo 33 Su regreso
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educación meticulosa por parte del cabeza de familia de los Rotela. Desde pequeño se le consideró un prodigio…
Marta llevó su teléfono a la habitación de Jonás, donde le oyó revolverse mientras empaquetaba algunas cosas.
-Abuela Marta, te has vuelto a olvidar de llamar a la puerta. Eso no es muy educado -dijo con la compostura de un adulto maduro.
Marta se sintió avergonzada al instante.
-Oh cielos, la mente de esta anciana es como un colador. Se me ha vuelto a olvidar. Jonás, por favor, no te enfades conmigo.
Después de guardar sus cosas, el niño volvió sus ojos brillantes como el ámbar hacia Marta y dijo:
-No lo haré.
Cuando terminó de hablar, tomó el teléfono entre sus pequeñas manos, mirando a Cecilia a través de la videollamada.
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Liberación de un amor cruel