Capítulo 28 Murió a una edad temprana
-Marta lo ha pasado mal. No tiene hijas propias, y la niña que crió con tanta dificultad se ha ido así como así comentó una voz.
-¿No es una pena? Aún recuerdo a Cecilia, una chica tan inteligente y sensata. ¿Cómo ha podido fallecer tan joven? -respondió otra.
-La vida de los ricos no es lo que parece. La última vez que vi a Cecilia, parecía otra persona, tan delgada que parecía que se la podía llevar el viento.
-Marta y Cecilia siempre hablaban de lo maravilloso que era su marido, pero eso era engañarse a sí mismas. Tres años de matrimonio, y él ni una sola vez volvió con ella…
Mientras Natanael escuchaba esto, sintió un nudo en la garganta. Pasó todo el día sin que Marta ni Cecilia regresaran.
Natanael se apoyó en una silla de madera, dormitando ligeramente, para despertarse sobresaltado al poco rato. Había vuelto a soñar con la muerte de Cecilia. Cuando abrió los ojos y miró a su alrededor, todo estaba oscuro y silencioso. Cecilia no estaba allí. En ese momento, sintió de verdad que no volvería jamás.
Ya entrada la noche, sobre las diez, los vecinos de Marta fueron llevados a su casa de ladrillo para ser «<interrogados». Estaban rodeados por una multitud de guardaespaldas que hacían que la pequeña casa pareciera aún más estrecha.
-¿Dónde están? -preguntó Natanael con voz fría.
Los vecinos nunca habían visto una escena semejante. Permanecían de pie, nerviosos, con la cabeza gacha, sin atreverse a mirar a Natanael, que se sentaba a la cabeza de la sala con una presencia fría e imponente.
-Anteanoche oí llorar a Marta, así que fui a ver, y fue entonces cuando me enteré de que Cecilia había muerto -dijo uno.
-Que fallezca gente joven nunca es bueno, así que la incineraron y la enterraron esa misma noche -añadió otro.
<<Enterrada esa misma noche…», pensó Natanael, sus ojos oscuros parpadeando.
-Después del entierro, Marta desapareció ayer…
Los demás asintieron al oír esto. Mason les preguntó entonces dónde estaba Calvin. Los pocos intercambiaron miradas, inseguros del paradero de Calvin. Dijeron que él era un huérfano que se llevaron y nunca regresó.
A medianoche seguía lloviendo a cántaros, con el cielo iluminado por relámpagos y el
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เจ
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retumbar de los truenos. Los caminos rurales estaban inundados de barro, lo que dificultaba el tránsito.
-Sr. Rotela, ¿qué le parece si mañana vamos al cementerio?-sugirió Mason, empezando a sentirse agotado después de días corriendo de un lado para otro.
Natanael lo miró. Mason se calló de inmediato, sujetando con cuidado el paraguas mientras le seguía, pero no pudo evitar preguntarse para sus adentros. «Era bien sabido que al señor Rotela no le gustaba Cecilia, así que ¿por qué dedicaba tanto tiempo y esfuerzo a encontrarla ahora?
Por fin llegaron. Natanael divisó de inmediato la nueva y solitaria tumba en la ladera de la colina. Se le hizo un nudo en la garganta y se detuvo en seco. Después de lo que le pareció una eternidad, habló:
-¡Excávala!
Si estaba viva, quería verla en persona. Si estaba muerta, quería ver su cuerpo. No creería que Cecilia había muerto sin verla con sus propios ojos.
En la oscuridad de la noche, Natanael observaba en silencio, con expresión fría, cómo se cavaba lentamente la nueva tumba. Tenía el corazón en un puño. Finalmente, un guardaespaldas se adelantó sosteniendo una urna.
-Señor Rotela.
Natanael se irguió, con una expresión ilegible en la oscuridad.
-Lléveselo -ordenó.
Durante el camino de vuelta, Natanael se mostró inusualmente tranquilo. Nunca había ocultado sus emociones, pero hoy nadie podía decir si estaba contento o triste. A pesar de llevar varios días sin dormir bien, no sentía ningún rastro de somnolencia mientras se recostaba en su asiento.
Los ojos de Natanael miraban por la ventanilla la ciudad donde Cecilia había vivido de niña, su rostro le llenaba la mente y su voz parecía resonar en sus oídos.
-Natanael, ¿puedes abrazarme? Tengo mucho frío. Natanael, si muriera, ¿te pondrías triste? Natanael, siempre he deseado tu felicidad…
Por alguna razón, de repente sintió un nudo en la garganta. Nadie se fijó en el atractivo rostro de Natanael reflejado en la ventanilla del coche, con los ojos ligeramente enrojecidos en las comisuras.
En este mundo, nadie era realmente indispensable para nadie. Cuando Natanael trajo las cenizas de Cecilia, todos los que la conocían creyeron que había muerto de verdad. Cuando
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encontraron a Calvin, el resultado fue el mismo. Tras un breve momento de tristeza, todos volvieron a sus vidas normales. Sin embargo, para Natanael fue diferente.
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Liberación de un amor cruel
