Capítulo 21 Engañada
Lectura terminada
Cecilia comprendió por fin lo que quería decir Estela antes de irse. Ella la había delatado. Antes de que pudiera responder, las palabras de Natanael no se hicieron esperar:
-El divorcio es entre nosotros dos. No hay necesidad de que te pelees con Estela. Aún está en el hospital.
Cecilia se quedó atónita por un momento, luego comprendió rápidamente. Realmente no había esperado que Estela cayera tan bajo como para inculparla con un truco tan barato, y que Natanael realmente la creyera.
-Lo creas o no, sólo la vi una vez y no le hice nada -dijo Cecilia antes de colgar el teléfono.
En el hospital, Natanael tenía un rostro sombrío. Estela yacía en la cama, con la frente envuelta en vendas. Después de ver a Cecilia, se había golpeado deliberadamente la cabeza y le había echado la culpa.
-Al principio sólo quería hablar con ella como es debido, pero no esperaba que… -Estela no terminó la frase, sino que sacó un montón de fotos y se las entregó a Natanael. Eran imágenes que había encargado deliberadamente a alguien después de enterarse de que Cecilia estaba embarazada-. Yo tampoco quiero seguir cubriéndola, Natanael. Por favor, no te enfades cuando veas las fotos.
Natanael tomó las fotografías, y cuando vio lo que representaban, sus ojos oscuros se entrecerraron. Era un montón de imágenes, todas de Cecilia y Calvin. La naturaleza casi íntima de las fotos llevó a Natanael al borde de la contención.
Estela se sentó en la cama y añadió:
-Por suerte, encontré estas fotos y las compré. Si se hubieran filtrado, habría sido un desastre.
Natanael, profundamente turbado, salió del hospital y subió a su Cadillac negro mate. Ordenó a Mason que transfiriera a Estela el pago necesario por las fotos. Luego dijo:
-Averigua dónde está Cecilia ahora mismo.
-Sí–respondió Mason, e inmediatamente hizo que alguien investigara.
Cecilia había pasado toda la noche atormentada por pesadillas. En sus sueños, Natanael y Estela se casaban, y los dos vivían una vida feliz juntos. También había soñado con los años pasados, cuando Natanael se enfadaba, la abandonaba y se iba de viaje de negocios fuera de la ciudad. Hiciera lo que hiciera, no conseguía encontrarlo.
Luego soñó que Natanael se arrepentía de todo. Le decía que lo sentía y le proponía que se reconciliaran. En el sueño, Cecilia no lo dudaba y aceptaba. Sin embargo, poco después,
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Capitulo 21 Engañada
volvía a abandonarla y desaparecía.
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Cuando Cecilia abrió los ojos, levantó la mano y se tocó el rabillo del ojo, donde aún tenía lágrimas. Los sueños reflejan los pensamientos de la vigilia. Cecilia nunca se atrevió a esperar que Natanael se arrepintiera de nada, ni se atrevió a pensar siquiera si lo perdonaría en caso de que lo hiciera.
Fuera, la fuerte lluvia seguía cayendo sin cesar. Después de levantarse y refrescarse, decidió que no quería esperar más. Estaba a punto de llamar a Natanael para pedirle que fueran juntos al ayuntamiento cuando llamaron a la puerta. Pensó que era Calvin y fue a abrir.
En la puerta estaba Mason, vestido con un traje estándar y gafas de montura dorada. Era el ayudante especial de Natanael. Con sus habilidades, encontrar este lugar no había sido ningún problema.
-Señor Sánchez, ¿qué lo trae por aquí? -preguntó Cecilia.
Mason echó un vistazo al interior de la casa pero no vio a ningún hombre presente. Dijo cortés pero indiferentemente:
-Señora Sosa, el señor Rotela me pidió que la buscara.
«Sosa, ¿eh? El mismo título, todos los días durante tres años», pensó Cecilia. Hacía tiempo que se había acostumbrado. Bajó las pestañas y respondió:
-No voy a volver. Ya que está aquí, ayúdeme a ponerme en contacto con el señor Rotela y dígale que se reúna conmigo hoy para tramitar el divorcio.
El período de reflexión no superaría los tres meses. Podría arreglarse. Recordó la acusadora llamada telefónica de Natanael del día anterior y no quería ponerse en contacto con él ella misma sólo para soportar más interrogatorios.
Mason se quedó momentáneamente estupefacto. Sabía de la disputa de divorcio entre Cecilia y Natanael, pero no la había presenciado en persona. Después de todo, Cecilia solía aferrarse a él como una sombra inseparable, por mucho que él intentara quitarsela de encima.
Mason arrugó ligeramente la frente y dijo:
-Señorita Sosa, permítame darle un consejo. Debería saber cuándo parar. El señor Rotela ya está muy enfadado.