Admiración secreta: Encontrar el amor verdadero después de…
Capítulo 2 La cruda verdad
El rostro de Meryl palideció y sus ojos perdieron el brillo. Esos tres años infernales deberían haberle enseñado algo.
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Respiró profundamente, intentando controlar la tormenta de emociones dentro de ella, mientras sus dedos se curvaban en puños.
Cuando el coche pasó bajo un puente, la luz cambiante proyectó sombras en el rostro de Dalton, resaltando su frialdad inalterada.
Meryl se tragó la amargura y preguntó: “Dalton… ¿Le pagaste a esa gente en prisión para que me intimidaran?”
En prisión se había derrumbado muchas veces, pensando incluso en acabar con todo.
Pero no podía dejar ir a Dalton. Tenía miedo de que él no pudiera arreglárselas sin ella.
Ella no podía creer que él pudiera ser tan cruel con ella.
La respuesta de Dalton fue escalofriantemente tranquila: “¿Qué esperas que diga?”
Meryl se congeló por un momento, luego una sonrisa irónica cruzó sus labios.
¿Fue esta su manera de confirmarlo?
Para él, ella era sólo una mujer celosa y había hecho arreglos para…
Capítulo 2 La cruda verdad
El secuestro de Lydia, que lleva a que Lydia casi sea agredida.
Las pruebas habían sido abundantes, dejando a Meryl sin defensa.
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Lydia fue lo suficientemente despiadada como para arriesgar su propia reputación, y ella
Ganado .
De repente, Meryl sintió que su amor de siete años era absolutamente ridículo.
Su mirada se vació cuando el auto se detuvo frente a lo que una vez había sido su casa con Dalton.
Meryl había supervisado cada detalle de la casa, desde las reformas más importantes hasta la colocación de las macetas. Incluso había ayudado con la pintura.
Había pasado incontables días y noches soñando con una vida allí con Dalton.
Pero ahora, la casa estaba llena de las pertenencias de Lydia.
Meryl sintió como si le estuvieran atravesando el corazón con agujas. Sus labios palidecieron por la fuerza con la que los mordía y su corazón se quedó congelado.
Dalton ignoró su angustia y le dijo a la criada: “Está sucia. Haz que la limpien”.
La criada asintió y llevó a Meryl al baño.
Dentro, la criada arrugó la nariz y dijo: “Señorita, ¿cuándo fue?”
Capítulo 2 La cruda verdad
¿La última vez que te bañaste? Deberías cuidarte mejor”.
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Ella olería bien si no la estuvieran acosando en prisión durante años. Pero Myrel no dijo ni una palabra.
Después de despedir a la criada, se encerró en el baño y se frotó la piel durante una hora.
Las heridas de sus días en prisión todavía la perseguían.
Durante los tres años que estuvo en prisión, sufrió abusos incesantes. Aunque el último mes había traído algo de alivio, sus antiguas heridas no habían sanado.
Muchos estaban ocultos, desde moretones y rasguños hasta cicatrices largas y dentadas.
La prisión no le ofrecía la atención adecuada y las heridas que no habían sido tratadas se habían ido agravando. La peor era una cicatriz profunda en su pie izquierdo, que palpitaba con cada tormenta y le recordaba el antiguo dolor.
Cada vez que el dolor se volvía demasiado, Meryl seguía diciéndose a sí misma que la agonía eventualmente desaparecería.
Cuando salió de la ducha, se puso la ropa limpia que le había dejado la criada y que le quedaba sorprendentemente bien.
Pero tan pronto como abrió la puerta del baño, se topó directamente con Dalton.
Ella tropezó y estuvo a punto de caer hacia atrás.
Capítulo 2 La cruda verdad
La mano de Dalton se extendió para estabilizarla, envolviéndola.
cintura.
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El tacto fue desconcertante para ambos.
El corazón de Meryl se aceleró mientras se encontraba presionada contra su pecho, con el fuerte olor a nicotina emanando de él.
Recuperó rápidamente la compostura y se apartó, creando cierta distancia.
Trató de sonar serena mientras decía: “Lo siento, señor. No lo hice”.
significar…”
Meryl notó el cigarrillo en la mano de Dalton y pensó que debía estar saliendo a fumar cuando sus caminos se cruzaron.
—¿Cómo me has llamado? —Dalton entrecerró los ojos—. ¿Cuál es tu juego esta vez, Meryl ?
Se mordió el labio y sus ojos ardían por las lágrimas que luchaba por contener.
Parecía que a sus ojos, no importaba lo que ella hiciera, siempre era…
equivocado.
La expresión de Dalton se oscureció mientras volvía a poner el cigarrillo en su boca.
No quería admitir que su repentina separación de su abrazo lo había dejado sintiéndose inesperadamente vacío.
Capítulo 2 La cruda verdad
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Y al ver sus ojos llorosos se despertó en él un impulso primario: un deseo de arremeter.
Encendió el cigarrillo con un destello de impaciencia, con la garganta apretada mientras reprimía el impulso interior. —Entonces, después de tres años, ¿solo has mejorado en seducir a los hombres?
Una sonrisa sardónica se dibujó en sus labios. “No puedes esperar, ¿eh?”