Capítulo 33
“Adán…“. La voz de Adán era demasiado severa, hizo que Paola no pudiera evitar mostrar un aspecto a punto de llorar.
Adán se sintió aún más irritado.
Había preguntado algo hace un momento y, sin decir nada ofensivo, ella ya estaba así. Entonces, ¿qué pasaría si la hubiera tratado como trataba a Belén antes? ¿No se habría
suicidado al instante?
De repente, Adán perdió el interés en continuar comiendo con Paola, agarró sus cosas y se dirigió hacia la salida.
Paola lo miraba boquiabierta mientras veía la espalda de Adán alejarse.
“¡Adán! ¿A dónde vas?“.
Adán no se volteó. “Alguien más te llevará de vuelta, yo ya me voy“.
Los hombros de Paola se desplomaron.
No podía creer que Adán la hubiera dejado atrás.
Esa era la primera vez que experimentaba algo así estando al lado de Adán.
Recordando detenidamente, todo había comenzado a cambiar después de que Adán y Belén se enfrentaran en la entrada de la escuela. Desde entonces, Adán se había vuelto muy distante.
Paola bajó la mirada, su rostro inocente se llenó de malicia.
“¡Belén, fuiste tú la que arruinaste mi oportunidad! ¡Todo esto es por tu culpa!“. Pensó.
Cuando Belén y Rosalía volvieron a la escuela, ambas estaban exhaustas.
Era la primera vez que Belén descubría que ir de compras podía ser tan agotador.
Normalmente, siempre iba de compras con Catalina o Regina, y siendo de familias como las suyas, no necesitaban salir para comprar; una llamada era suficiente para que les llevaran lo que necesitaban a casa.
Belén nunca había encontrado placer en ir de compras y, con el tiempo, perdió interés.
Ese día descubrió que incluso hacer fila podía ser una alegría. Después de una larga espera, conseguir finalmente lo que uno quería hacía ver ese producto de una manera completamente diferente, como si tuviera un valor adicional.
Belén movió sus dedos y, con un esfuerzo tenaz, se levantó para empezar a organizar todas las
bolsas.
Rosalía estaba completamente inmóvil, mirando a Belén con admiración. “¿Todavía tienes
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Capitulo 33
fuerzas para ordenar todo eso? Siento como si un auto me hubiera pasado por encima, estoy
toda adolorida“.
Belén sonrió. “Entonces, ¿te doy un masaje después de que termine?“.
Los ojos de Rosalía se iluminaron, miró a Belén con estrellas en los ojos. “¿Sabes dar masajes?“.
“Sí“.
Belén había dado masajes a su madre en casa y también a la Sra. Regina.
“Deja, mejor descansa“.
Belén sacó todas las compras, las organizó y etiquetó cada una por temor a olvidar para quién
era cada cosa.
Después de haber organizado todo, llamó a un servicio de entrega rápida para enviar los paquetes directamente.
Rosalía observó cada movimiento de Belén hasta que ésta se lavó las manos y regresó. Entonces, preguntó con curiosidad: “¿A quién le enviaste todas esas cosas?“.
“Compré algunos recuerdos para enviarlos a amigos y familiares ahora que empezó la
escuela“.
Rosalía hizo un sonido de impresión.
“Belén, quienquiera que se case contigo, va a ser la persona más afortunada del mundo. ¿Quién no querría una esposa tan considerada como tú?“.
¿A quién no le gustaría tener una nuera así?
Rosalía no pudo evitar sonreír ampliamente al pensar en ello.
Belén la miró extrañada. “¿Qué pasa?“.