Capítulo 17
Al llegar a casa, Manuela llamó a Francisca y le dijo: “Francisca, dile a Nestor que me recomiende un entrenador de combate, ¡mañana mismo empezaré las clases!”
Francisca, con una mascarilla en la cara, estaba tumbada en la cama cuando preguntó: “¿Para qué una chica como tú quiere aprender eso?”
“Para dar una paliza.” Respondió Manuela, pues la próxima vez que Benjamín intentara dominarla, ella sabría defenderse.
El sábado por la mañana temprano, Manuela y Francisca se reunieron en el gimnasio. Aquel lugar era una inversión de Nestor, y Manuela, siendo amiga de Francisca, tenía al mejor entrenador a su disposición.
El primer día, la preparación básica fue agotadora, con mucho entrenamiento físico.
Francisca solo observaba desde un lado, sintiéndose cansada solo de ver a Manuela.
Nestor fue a verlas y de paso les llevó algo de comida.
Manuela tomó una bebida energética y continuó.
Francisca jaló a Nestor para que se sentara a su lado, mientras observaban a Manuela
entrenar.
Nestor abrió una bebida y se la pasó a Francisca. Ella tomó un sorbo y preguntó: “Nestor, mamá dice que has estado en citas últimamente, ¿alguna te ha interesado?”
“No, ninguna me parece adecuada.” Respondió Nestor y Francisca comentó: “Eso es genial.”
Nestor alzó una ceja e indagó: “¿Por qué dices eso?”
“Porque si te casas, luego me toca a mí. Ahora mismo, papá y mamá están enfocados en ti, así que nadie me molesta.” Contestó Francisca y Nestor sonrió, diciendo: “Desagradecida.”
Francisca soltó una risita, se acercó y le dio un golpecito en el hombro, luego le dijo: “Nestor, cuéntame qué te gusta, tal vez alguna de mis amigas sea la indicada para ti.”
Nestor se movió un poco hacia un lado y respondió: “No hace falta, ya tengo a alguien que me
gusta.”
“¿Ah, si? ¿Quién es? ¿Desde cuándo te gusta?” Indagó Francisca con curiosidad y Nestor solo respondió a una de sus preguntas: “Desde hace ocho años.”
“¡Anda, no tenía ni idea! Ocho años… ¿Es alguien que conociste antes de llegar a la familia Bustos?” Preguntó Francisca.
Cuando Nestor tenía dieciséis años, sus padres murieron en un accidente y desde entonces vivia con la familia Bustos, quienes lo trataban como a un hijo, incluso confiándole la ayuda con la empresa.
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Capitulo 17
Francisca recordaba que Nestor rara vez estaba rodeado de chicas, así que era probable que fuera alguien que conoció antes de llegar a la familia Bustos.
Nestor sonrió sin decir nada referente al tema anterior, se levantó y le revolvió el cabello mientras sugería: “Tengo cosas que hacer, hay un restaurante en el centro comercial de enfrente, almuercen allí.”
Francisca reprimió sus ganas de seguir preguntando y solo dijo: “Está bien.”
Después del entrenamiento matutino, las dos fueron al centro comercial de enfrente y justo cuando estaban pasando frente a una joyería, una mujer de mediana edad llamó a Manuela.
La mujer llevaba una blusa de seda de color marrón, un pañuelo estampado al cuello y pantalones negros de corte recto, en fin, su apariencia era elegante.
Manuela se detuvo y la saludó: “Sra. Guerra.”
Ya había decidido divorciarse de Benjamín, así que no la llamó “suegra“.
La Sra. Guerra salió de la tienda, seguida por Consuelo y al ver a esta última, Manuela alzó una ceja, pues aún no se había divorciado de Benjamín, y Consuelo ya estaba intentando ganarse a su futura suegra.
La Sra. Guerra se detuvo frente a ella y con su habitual tono altanero, cuestionó: “Benjamín me dijo que te fuiste a la casa de tus padres, ¿qué pasa?”
La Sra. Guerra había estado de viaje y no sabía que Manuela quería divorciarse de Benjamín, ya que él no le había contado sobre el asunto, y Manuela no iba a hablar de más, simplemente dijo: “Asuntos personales, mejor no preguntes.”
La Sra. Guerra mostró desagrado cuando habló: “¿Qué clase de actitud es esa?”
A la Sra. Guerra nunca le había agradado Manuela, pues esta se había casado con la familia Guerra llevando una dote de cincuenta millones de dólares y algunas de sus amigas más cercanas decían que la familia Guerra debía su éxito actual a Manuela, lo que la hacía sentir que la familia Guerra estaba bajo su sombra.
Aquella chica, al casarse, no entendía ni un poco de las normas familiares y tenía muchos malos hábitos, por eso, ella le había enseñado muchas “reglas“, y la chica, que era algo sumisa, no se resistía y siempre la saludaba con mucho cuidado.
Ese día, aquella chica le había hablado sin respeto, ¿acaso unos días en casa de sus padres le habían dado el valor de contestarle?
Pensando en eso, se sentió aún más molesta, y con un tono de reproche le dijo: “Te has casado, no puedes irte tan fácilmente a casa de tus padres. Si se corre la voz, los demás pensarán que Benjamin te ha tratado mal.”
Manuela, con expresión indiferente y un destello de impaciencia en sus ojos, respondió: “Si no hay más, me voy.”
La Sra. Guerra no la dejó ir, diciéndole: “¡Espera! Justo hoy que te he encontrado, ven conmigo
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Capitulo 17
al hospital.”
“¿Estás enferma? Toma más agua y come bien, adiós.” Dijo Manuela y la Sra. Guerra se enfureció con su respuesta, por lo que exclamó: “¡Es para que tú te revises! Llevas un año casada con Benjamín y no hay señales de embarazo, puede que el problema sea tuyo.”
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