Capítulo 94
Bianca observaba con preocupación el repentino cambio de actitud de Esther. Apenas un momento antes se negaba rotundamente a cualquier petición, pero ahora se encontraba obedientemente en la cocina preparando la comida. Un comportamiento así, sin duda, levantaba sospechas.
-¿Qué tiene de complicado? -dijo Samuel con desdén mientras se acomodaba la corbata—. Para manejar a Esther, solo necesitas dinero y algo de astucia, ella cederá fácilmente. Ese tipo de mujer, pff…
Al dar las ocho en punto, Samuel descendió las escaleras con paso autoritario. Esther acababa de colocar el último plato en la mesa y se quitaba el delantal con movimientos precisos.
—Sube a cambiarte y luego baja ordenó Samuel con tono imperioso.
-¿Y la ropa? -preguntó Esther, manteniendo un tono neutral.
La criada se acercó con un bulto entre las manos. -Señorita Montoya, estos son sus vestidos -dijo, extendiendo un uniforme de sirvienta.
Esther reconoció al instante la intención: un insulto directo de Samuel. Para su sorpresa, en lugar del berrinche que él esperaba, ella simplemente tomó el uniforme y subió las escaleras con dignidad.
-Presidente De la Garza… -intervino Bianca con cautela-. Aunque la señora De la Garza no esté, humillar así a la señorita Montoya… si la señora De la Garza se entera cuando regrese…
-Que se entere la cortó Samuel con frialdad. La familia Montoya no es más que un trampolín para la red de contactos del Grupo De la Garza. Una heredera de una empresa al borde de la quiebra, ¿de qué dignidad hablamos?
Samuel tomó asiento justo cuando su invitado hacía su entrada. Desde el segundo piso, Esther observó que el visitante era nada menos que Eduardo Martínez, el magnate con quien el Grupo
De la Garza buscaba asociarse.
Un recuerdo atravesó su mente: Gabriel y Samuel siempre habían competido por este contrato. Quien lograra cerrar el trato con Eduardo podría expandir su proyecto internacionalmente.
Esther frunció el ceño, recordando su vida anterior. Ese mismo día, en esa otra vida, Samuel también había invitado a Eduardo para ganar el trato y superar a Gabriel. Ella había preparado meticulosamente cada plato para satisfacer el exigente paladar de Eduardo.
Sus esfuerzos habían dado fruto entonces: Eduardo eligió asociarse con Samuel. Pero esta vez… esta vez sería diferente.
Con esta resolución, Esther se dirigió a su habitación para cambiarse.
Abajo, Eduardo examinaba los platos con evidente satisfacción. No esperaba que el
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presidente De la Garza también fuera un conocedor entre los gourmets -comentó- Estos platos son realmente excepcionales.
-Todo esto fue preparado por mi chef -respondió Samuel con falsa modestia- Representa la sinceridad con la que el Grupo De la Garza desea colaborar con Eduardo.
Con esa simple frase, Samuel borró todo el mérito de Esther. A pesar de que sus habilidades culinarias eran verdaderamente impresionantes, resultado de su búsqueda de perfección para satisfacer el exigente paladar de Samuel, admitir que la prometida del famoso presidente del Grupo De la Garza cocinaba personalmente para un ejecutivo extranjero sería una perdida de dignidad en su opinión.
Justo cuando Eduardo se disponía a probar el primer bocado, Samuel lo detuvo: -Eduardo, no te apresures, todavía falta un invitado.
-¿Otro invitado?
En ese preciso momento, una criada escoltó al recién llegado. Esther, que bajaba las escaleras, levantó la vista y se quedó paralizada al ver a Gabriel entrando por la puerta.
La sorpresa la invadió. ¿Qué hacía Gabriel allí? En su vida anterior, él nunca había asistido a este banquete. ¿Qué estaba sucediendo?