Capítulo 92
Samuel arrebató bruscamente la taza de café que Esther acababa de tomar entre sus manos. Con un movimiento violento, la lanzó al suelo, donde se hizo añicos.
-Esther, realmente eres despiadada -dijo con voz gélida-. Anoche casi me engañas.
-Presidente De la Garza, ¿qué está diciendo? No entiendo -respondió ella, su rostro una máscara perfecta de inocencia.
-Confabulaste con mi abuela para quedarte a solas conmigo y hacer que Anastasia
presenciara todo, malinterpretando nuestra relación -la acusó con frialdad-. ¿Todo por esos dos mil millones, verdad?
Esther comprendió que Samuel sospechaba que el dinero para salvar la crisis de la empresa provenía de Montserrat.
-Presidente De la Garza, realmente estás pensando demasiado -lo miró directamente a los ojos-. Lo de anoche no tiene nada que ver conmigo, y en cuanto a esos dos mil millones, los conseguí yo misma. No tienen nada que ver con la señora De la Garza.
-¿Sigues queriendo mentir? -los ojos grises de Samuel se entrecerraron peligrosamente-. Antes solo pensaba que eras una cazafortunas, pero ahora veo que tus ambiciones son mucho mayores de lo que imaginaba.
Se acercó a ella con movimientos controlados. -¿Cuánto te ofreció mi abuela para que te
esforzaras tanto en tramarme?
Esther retrocedió instintivamente al verlo tan cerca. -Samuel, no sé cómo te inventaste toda esta novela, pero ya dije lo que tenía que decir. Si todavía piensas así de mí, pues ya qué.
Su actitud despreocupada solo sirvió para enfurecerlo más. -¿Así de confiada estás, pensando que no puedo hacerte nada? -soltó una risa sin humor.
-Presidente De la Garza, qué egocéntrico–respondió ella con desdén-. No he puesto ningún esfuerzo en ti. Si no fuera porque el presidente De la Garza no quiere romper el compromiso y deja que la señora De la Garza interfiera, ya no tendríamos nada que ver el uno con el otro.
Samuel se tensó visiblemente ante sus palabras.
-Creo que lo mejor es que cada uno siga su camino -continuó ella-. Después de todo, cuando las noticias sobre nuestra relación se calmen, podemos encontrar una excusa para disolver nuestro compromiso, ¿no?
-¿Así que quieres romper el compromiso?
-Sí -respondió Esther sin titubear.
-Bueno, ahora te lo digo claramente enfatizó cada palabra con amenazadora precisión-: Ni lo sueñes.
Levantó la mano con autoridad, ¡Entren!
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17:06 4
Bianca y su equipo ingresaron uno tras otro. Esther frunció el ceño ligeramente.
-Empaquen las maletas de la señorita Montoya -ordenó Samuel.
-Entendido.
-Samuel, jesta es mi casa! -protestó Esther.
-Es tu casa concedió él, sentándose en el sofá con aires de superioridad-. Pero mientras yo esté aquí, lo que digas no cuenta.
—¡Tú…..!
-Supongo que solo tienes esos dos mil millones -la interrumpió con crueldad-, y si ataco a la familia Montoya de nuevo, no durarás ni un mes.
Los ojos de Esther se tornaron glaciales. -Samuel, no tenemos ni venganza ni resentimientos entre nosotros, tampoco planeaba interponerme entre tú y Anastasia. Antes me detestabas, ¿por qué insistes en aferrarte a mí y al Grupo Montoya ahora que estoy dispuesta a romper el compromiso?
-De todos modos, nominalmente todavía eres mi prometida -respondió él con frialdad-. Cuando te fuiste del banquete de cumpleaños de Anastasia con Gabriel en brazos, deberías haber previsto este día. Gabriel podrá protegerte momentáneamente, pero no podrá hacerlo siempre. Mientras sigas siendo mi prometida, tienes el deber de comportarte como la futura señora del Grupo De la Garza.
-¿Así que mis deberes consisten en lavar tu ropa y cocinar todos los días, seguirte como una sombra y ser la burla de todo mundo? -soltó una risa amarga-. Eso es trabajo de una empleada doméstica. Ya me hiciste tonta una vez, no habrá una segunda vez.
El rostro de Samuel se endureció aún más. En ese momento, su personal bajó cargando las
maletas.
-Presidente De la Garza, todo está listo -informó Bianca.
-Despidan a la señorita Montoya -ordenó él con voz cortante.
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