Capítulo 68
Cuando Esther regresó a la residencia Montoya aquella tarde, encontró a Olimpia rebosante de alegría por la reciente aclaración entre los De la Garza. Su madrastra apenas podía contener su
entusiasmo.
-¡Señorita! -exclamó Olímpia, apresurándose a recibirla con una sonrisa calculadora-. Por fin regresaste. ¿Cómo es que no me adelantaste esa gran noticia? Así no habría tenido que estar tan angustiada, ¿verdad?
Esther observó la sonrisa mal disimulada de Olimpia, arqueando una ceja con elegante desdén. -Señora, ¿acaso no era usted quien quería venderme a los Barragán? -su voz destilaba una suave ironía.
-¡Ya no, ya no! -Olimpía agitó las manos con exagerado dramatismo-. Esa familia Barragán, con su modesto linaje, ¿cómo podría compararse con el presidente De la Garza?
Esther se acomodó en el sofá con estudiada indiferencia, mientras Olimpia se acercaba con
curiosidad mal disimulada.
-Esther, mira… ahora que tanto el presidente De la Garza como el presidente Bouchard te aprecian, ¿a quién prefieres?
Ante el descarado intento de sondeo, Esther se reclinó con elegancia y contraatacó:
-Señora, ¿a quién preferiría que eligiera?
-Aunque la familia Bouchard tiene una fortuna incalculable -comenzó Olimpia, calculando cada palabra-, el Grupo De la Garza es el verdadero poder dominante en Cancún. Si hay que elegir, por supuesto que sería el presidente De la Garza. Además añadió con un brillo astuto en los ojos-, el Grupo De la Garza está presionando a nuestra compañía. Si lo eliges a él, ¿no dejarían de presionarnos?
Hizo una pausa estratégica antes de agregar con tono meloso:
-Pero… ya que el presidente Bouchard también está interesado en ti, podrías dejarte una opción abierta…
-¿La señora sugiere que mantenga al presidente Bouchard en espera? -inquirió Esther con fingida inocencia.
-¿Cómo podría decirse eso? -se defendió Olimpia-. Simplemente estamos eligiendo la mejor opción. Si al presidente Bouchard le gustas, deja que gaste su dinero en ti, que ayude a nuestra familia Montoya a atraer negocios, ¡no hay nada de malo en eso!
Esther dejó escapar una risa. El plan de Olimpia era tan transparente que cualquiera podría verlo a kilómetros de distancia.
-Señora, aunque Samuel y yo no hemos cancelado nuestro compromiso… el Grupo De la Garza
Capitulo 68
no ha mostrado signos de retirarse.
La sonrisa de Olimpia se congeló instantáneamente.
-¿Qué quieres decir con eso?
-Quiero decir que, aunque Samuel y yo no rompimos el compromiso -explicó Esther con calma deliberada-, él no tiene intenciones de dejar en paz a nuestra familia. El capital que retiró, me temo que no retornará.
La desesperación se apoderó del rostro de Olimpia.
-¿Cómo puede ser? Esther, tienes que encontrar una manera de hacer que el presidente De la Garza nos deje en paz.
Esther tomó una fruta de la mesa, disfrutándola con tranquilidad estudiada mientras respondía:
-Señora, no hay por qué preocuparse tanto. Ahora que la compañía ya no está bajo su control, incluso si los Montoya se declararan en bancarrota, no tendría que inquietarse, ¿verdad?
-¿Cómo puedes hablar así, niña? -estalló Olimpia-. ¡Qué falta de agradecimiento! ¡Todo esto lo hago por el bien de la familia Montoya! Si no aprecias mi esfuerzo, está bien, pero ¿cómo te
atreves a criticarme?
Esther soltó otra risa fría mientras se incorporaba con elegancia.
-De todos modos, no entiendo nada sobre los asuntos de la empresa -declaró con ironía-. Señora, si desea tomar control de la empresa nuevamente, no es imposible. Pero si no puede solucionar el problema de la falta de fondos de la familia Montoya, entonces no tendremos más opción que pagar las deudas.
El rostro de Olimpia palideció mientras observaba a Esther con fijeza.
-¡Hablas como si fuera tan fácil! Ahora que la empresa está en tus manos, si eres capaz, ¡entonces ve y encuentra a esos accionistas! Diles que tienes un plan para resolver los problemas financieros.
Los últimos días la empresa había estado sumida en el caos, y Esther no se había dignado a aparecer ni una sola vez. ¿No había sido ella quien se había interpuesto todo este tiempo?
-No hay prisa -respondió Esther con serenidad-. Esperemos un poco más.
La actitud despreocupada de Esther encendió la furia de Olimpia. ¡Esta niña realmente se estaba tomando demasiadas libertades! ¿Realmente se creía tan importante? ¡No podía creer que, sin Samuel, ella pudiera resolver los problemas financieros de la empresa!