Capítulo 62
Al día siguiente por la mañana, la noticia de que el Grupo De la Garza celebraría una conferencia de prensa para aclaraciones ya se había esparcido por todos lados.
Dentro de la residencia De la Garza, Montserrat golpeó el periódico sobre la mesa de caoba,
levantándose furiosa.
-¡Qué escándalo! -exclamó con los ojos ardiendo de rabia.
-Señora De la Garza… -musitó la niñera, quien al recoger el periódico y ver que el Grupo De la Garza celebraría una conferencia de prensa para aclarar la relación entre Samuel y Esther, palideció instantáneamente.
-¿Cómo es que nadie me consultó sobre un asunto tan delicado? -La voz de Montserrat cortaba el aire como un cuchillo-. ¡¿Qué está pasando aquí?! ¡Bianca, explícame!
Obligada por la situación, Bianca se presentó ante Montserrat con una expresión cautelosa.
-Señora De la Garza… fue anoche, durante la celebración del cumpleaños de la señorita Miravalle… se hicieron algunos comentarios sobre la señorita Montoya, y entonces ella propuso cancelar el compromiso, y el presidente De la Garza… también lo aceptó.
-¿Otra vez Anastasia? -El rostro de Montserrat se ensombreció aún más. La sola mención de ese nombre hacía que su sangre hirviera-. Vaya, esa mujer realmente no tiene límites. ¡Llévame ahora mismo al evento! Quiero ver quién se atrevió a organizar esta conferencia sin
mi autorización.
Bianca, con fingida preocupación, respondió: –Señora De la Garza, la conferencia de prensa ya
comenzó…
-¡Esto es el colmo! -bramó Montserrat-. Por culpa de esa víbora, se ha despreciado a una niña tan valiosa como Esther. ¿Cómo puedo tener un nieto tan necio?
Montserrat se incorporó con determinación. Si no vas a conducir, ¡iré yo misma!
Al ver la resolución en los ojos de la matriarca, Bianca cedió: -Señora De la Garza, por favor, trate de mantener la calma. ¡En este momento la llevo!
Sin más demora, Bianca se dirigió al garaje del Grupo De la Garza.
Mientras tanto, en la conferencia de prensa.
Samuel consultó su reloj con impaciencia. Ya casi daban las diez y los periodistas habían llegado. ¿Por qué Bianca aún no aparecía?
-Samu, ¿realmente lo pensaste bien? ¿Vas a cancelar tu compromiso con Esther? -Anastasia, con un tono dulce pero calculador, se sentó frente a Samuel.
-La señora De la Garza aprecia tanto a Esther… probablemente no estará de acuerdo, ¿verdad?
Capítulo 62
Samuel respondió con frialdad: -Esther fue quien pidió cancelar el compromiso. La señora De la Garza lo entenderá y no dirá nada. No tenías que venir hoy, le pediré a Bianca que te lleve de regreso.
-No puedo irme -murmuró Anastasia, bajando la mirada con fingida culpabilidad-. Esto comenzó por mi causa. No esperaba que… Esther decidiera cancelar su compromiso contigo por mí. Es mi error…
-No tiene nada que ver contigo. Es Esther quien no sabe valorar lo que tiene -sentenció Samuel. Ya le había dejado claro a Esther que, aunque podía ofrecerle el título de señora De la Garza, su corazón no estaba disponible.
Esther quería demasiado: no solo la posición, sino también el amor. ¿Cómo podría alguien tenerlo todo en este mundo?
Anastasia, notando el desdén en los ojos de Samuel, decidió tantear el terreno: -Oye Samu, ¿tú crees que… Esther y el presidente Bouchard están realmente…?
-Gabriel solo está jugando con ella. ¿De verdad crees que se fijó en Esther? -Samuel soltó una risa amarga-. Si no fuera porque Esther había sido tan atenta conmigo antes, Gabriel ni siquiera la habría notado. Solo quiere usarla para provocarme, pero no le daré ese gusto.
-Pero yo veo que a Esther parece gustarle mucho el presidente Bouchard -comentó Anastasia con calculada inocencia.
-Son solo artimañas respondió Samuel con desprecio-. Solo quiere estar con Gabriel para hacerme sentir culpable. Estos trucos tan obvios, de verdad que no tienen clase.
-Señorita Montoya, su camerino está por allá -La voz de un miembro del staff interrumpió la
conversación.
Esther apareció vistiendo un elegante vestido negro que delineaba su silueta con sofisticación. Su cabello, con suaves ondas francesas, caía como una cascada oscura sobre sus hombros. Su rostro, con un maquillaje sutil, irradiaba una belleza natural que cautivaba sin esfuerzo.
El miembro del staff no pudo evitar admirar a Esther con disimulo, a lo que ella respondió con serena dignidad: -Por favor, continúen, podemos comenzar cuando quieran.
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