Capítulo 59
El lugar había sido diseñado especialmente para empresarios adinerados como Simón: un centro de entretenimiento exclusivo con habitaciones temáticas y absoluta discreción, el sitio. predilecto de la élite para sus encuentros más íntimos.
De repente, Simón apareció corriendo semidesnudo del hotel, su rostro desencajado como si hubiera visto al mismo diablo. Al distinguir a Samuel, se abalanzó hacia él, aferrándose a sus piernas. -¡Pre… presidente De la Garza! ¡Ayúdeme!
Dos guardaespaldas corpulentos emergieron tras él, portando toletes eléctricos y el distintivo emblema de la familia Bouchard. Era evidente que Gabriel los había enviado para aleccionar a
Simón.
-¡Presidente De la Garza! Ellos… ¡Ah! -antes de que Simón pudiera terminar, Samuel lo apartó con una patada brutal.
-¿Dónde está Esther? -la voz de Samuel resonó como hielo quebrado.
Simón, interpretando erróneamente la ira de Samuel como decepción por su incompetencia, se apresuró a explicar: -¡Presidente De la Garza! ¡Ya casi lo tenía todo controlado! ¿Quién iba a imaginar que Gabriel aparecería así? ¡Es obvio que Gabriel está desafiándolo directamente!
En ese preciso instante, Gabriel emergió del hotel con Esther en brazos. Ella lucía desaliñada, envuelta protectoramente en el saco de Gabriel. La mirada de Samuel se tornó glacial ante la
escena.
-¡Presidente De la Garza, es él! -chilló Simón, señalando acusadoramente hacia Gabriel.
-¿Qué sucede? ¿El presidente De la Garza vino a respaldar a su gente? -la voz de Gabriel destilaba sarcasmo-. Nunca imaginé que el presidente del Grupo De la Garza pudiera caer tan bajo. Hoy realmente me han sorprendido.
-¿Para qué perder tiempo con esta clase de personas? -intervino Esther con voz helada-. Lo de hoy lo llevaré ante la familia De la Garza para que haga justicia. Presidente Bouchard,
vámonos.
Mientras Gabriel se alejaba con Esther, Samuel apretó los puños hasta que sus nudillos se
tornaron blancos.
“¿Nosotros?“, pensó con rabia. ¿Desde cuándo Esther y Gabriel se habían convertido en “nosotros“?
-Pre… presidente De la Garza… usted siempre ha permitido que corteje a Esther. ¡Debe ayudarme…!
-¿Ayudarte? -los ojos de Samuel se entornaron peligrosamente-. ¿Cómo te atreviste a tocar a Esther?
-Yo… -Simón quedó boquiabierto.
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Capitulo 59
¡Tantas mujeres habían intentado seducir a Samuel antes! ¿Cuándo le había importado el bienestar de alguna?
¿Qué hacía a Esther tan especial?
Samuel se dirigió a Bianca con tono cortante: -Si Gabriel quiere defender a Esther, entonces envíalo allá, para que la señorita Montoya descargue su ira como guste.
-Sí, presidente De la Garza–asintió Bianca con eficiencia.
Samuel subió al auto y partió, ignorando los ruegos desesperados de Simón. Dentro del vehículo, el recuerdo de la cercanía entre Esther y Gabriel encendió una furia incontenible en su pecho.
“¿Venir a provocarme y creer que pueden retirarse así de fácil?“, pensó. Esther, ¿quién dijo que las cosas serían tan simples en este mundo?
Mientras tanto, en la residencia de la familia Montoya…
Olimpia contemplaba la mesa repleta de joyas con una sonrisa codiciosa bailando en sus
labios.
-Madre, ¿de dónde salió tanto dinero? -Saúl observaba las barras de oro y las piezas de jade con ojos hambrientos.
-¡El señor Barragán las mandó! Dijo que era por tener a Esther una noche -respondió Olimpia con deleite perverso-. ¡Si hubiéramos sabido que esa mocosa valía tanto, la habríamos
vendido antes!
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