Capítulo 58
-¡Tengo al presidente De la Garza respaldándome! ¡No le tengo miedo a ningún Gabriel! -Simón, cegado por el deseo, se arrancó la camisa con una expresión depredadora en el rostro. ¿Como que te gusta hacerte la importante, no? ¡Pues ahora tendrás toda mi atención! -¡Simón, suéltame! ¡No te atrevas a tocarme! -la voz de Esther temblaba de furia contenida.
-He oído que esta mujercita haría lo que fuera por complacer a Samuel -se burló con malicia-. Esta noche, veré qué es lo que tanto disfruta Samuel habitualmente.
Mientras Simón se inclinaba sobre ella, Esther revivió súbitamente el trauma de la humillación
que sufrió justo antes de morir en su vida anterior. La imagen de Simón se fundió con la de aquellos secuestradores, y sus puños se cerraron con fuerza.
“¿Acaso incluso después de renacer tendré que sufrir el mismo destino?“, pensó con amargura. “¡Samuel! ¿Es esto lo que te debo?”
¡No! El cielo le había concedido una segunda oportunidad y ella no se rendiría.
¡Jamás!
Con una fuerza que no sabía que poseía, Esther luchó desesperadamente. En un movimiento repentino, se incorporó y golpeó la frente de Simón con su cabeza.
Simón aulló de dolor y retrocedió tambaleándose.
Aprovechando sus últimas fuerzas, Esther rodó fuera de la cama, pero Simón la atrapó por el cabello. -¿Crees que puedes escapar? ¡No será tan fácil!
-Te crees una dama inmaculada, ¿verdad? ¡No eres más que un juguete desechado por el presidente De la Garza!
Simón la levantó brutalmente y la arrojó de nuevo a la cama. Esta vez no pensaba darle oportunidad de escapar. La ató con una cuerda y sonrió con crueldad. -Veamos a dónde puedes correr ahora.
-Toc, toc.
Los golpes en la puerta interrumpieron el momento.
-¡¿Quién es?! -gritó Simón con impaciencia.
Al no recibir respuesta sino más golpes, bajó de la cama irritado y abrió la puerta. -¡No necesitamos servicio a la habitación! ¡Lárgate!
Antes de terminar la frase, una patada lo golpeó de lleno en el pecho.
Simón perdió el equilibrio y se desplomó. -¿Quién diablos…?
Al levantar la vista y reconocer a Gabriel, el color abandonó su rostro. -¿Pre… presidente Bouchard?
El terror paralizó a Simón. ¿Cómo había sabido Gabriel dónde estaban?!
Gabriel lo miró con el mismo desprecio con que se mira a un insecto. -¡Fuera!
El alma de Simón casi abandona su cuerpo ante esa simple palabra. Se arrastró y rodó para huir despavorido.
Gabriel escaneó la habitación y encontró a Esther atada sobre la cama. Se acercó con paso firme, liberó sus ataduras y frunció el ceño. -¿Cómo pudiste ser tan descuidada?
-¿Quién iba a pensar que se atrevería a drogarme y tocarme? -murmuró Esther, aún aturdida.
Al ver las marcas rojas en su piel, Gabriel se quitó la chaqueta y la cubrió con ella. La levantó en brazos y, notando su confusión, dijo: -No le des más vueltas. Eres mi socia importante, mi gallina de los huevos de oro. Si sigues siendo tan descuidada, tendré que atarte a mi lado con una cuerda para garantizar tu seguridad.
-Ah… -Esther guardó silencio, procesando lo sucedido.
Mientras tanto, fuera del hotel…
El auto de Samuel se detuvo frente al edificio. Bianca abrió la puerta para que descendiera y, al ver la fachada del hotel, su expresión se tornó sombría.
-Presidente De la Garza, es aquí -informó la asistente con voz tensa.