Capítulo 39
-Señora, el asunto del compromiso cancelado ya está resuelto -declaró Esther con calma estudiada-. El presidente De la Garza y yo nos hemos separado en buenos términos. Recordando los buenos momentos, ya no seguirá atacando a nuestra familia Montoya, ¿verdad, presidente De la Garza?
En ese instante, Esther le estaba ofreciendo a Samuel una salida digna de la situación.
Samuel, sosteniendo un cojín entre sus manos, la miró con intensidad.
-¿Cuándo dije que había cancelado el compromiso?
-Tú…
-Además, ¿quién te dijo que el asunto del compromiso cancelado ya estaba decidido?
Samuel soltó una risa helada.
-Esther, ¿crees que usando la estrategia de la provocación me vas a forzar a cancelar nuestro compromiso? ¿Para que tú y Gabriel puedan volar juntos? Sigue soñando.
-Presidente De la Garza, usted claramente dijo…
-Aunque no me agrades, tampoco dije que no me casaría contigo -la interrumpió con frialdad-. En unos días organizaré una conferencia de prensa para aclarar el escándalo del compromiso cancelado.
-Tú…
-Olimpia, te encargo el trabajo de preparación. No quiero ver que se repita lo que ya ocurrió.
-¡Presidente De la Garza, puede estar tranquilo! -se apresuró a responder Olimpia—. ¡El asunto de la cancelación del compromiso definitivamente no sucederá una segunda vez!
El rostro de Esther se ensombreció.
En su vida anterior, ella se había aferrado desesperadamente a Samuel, pero él estaba determinado a no comprometerse.
¿Cómo era posible que ahora, después de renacer, Samuel estuviera tan ansioso por mantener el compromiso?
Después de que Samuel se marchó, Olimpia exclamó jubilosa:
-¡Qué maravilla! ¡El puesto de señora de la familia De la Garza finalmente está asegurado!
El rostro de Esther permanecía impasible. Se dirigió directamente a la caja, recogió todo de un tirón y lo arrastró hacia la puerta.
-¡Mi señorita Montoya! -Olimpia la miró sorprendida. ¿Qué estás haciendo?
En el patio trasero, las chispas comenzaron a volar mientras Esther quemaba completamente
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Capitulo 39
todo lo que tenía en las manos.
-¡Esther! ¿Te volviste loca? ¿Qué haces, muchacha? El presidente De la Garza ya dijo que no te tomaría en cuenta, ¿cómo puedes ser tan ingrata?
Antes de que Olimpia terminara de hablar, se encontró con la mirada feroz de Esther, que la hizo retroceder atemorizada.
-Señora Montero, esta es la primera y última vez que te lo advierto: sin mi permiso, no te atrevas a entrar en mi habitación.
–Tú…
Olimpia se asustó tanto con la mirada intimidante de Esther que su rostro palideció.
La Esther de antes jamás habría mostrado tal expresión.
-Por cierto continuó Esther-, recientemente estuve revisando las cuentas de la compañía y parece que encontré algunos problemas. Esto no tendrá nada que ver contigo, ¿verdad?
Frente a su mirada penetrante, la expresión de Olimpia se tensó.
-¿Cuentas?
¿No había dicho Francisco que esta niña no sabía leer los estados financieros?
¿Cómo es que de repente preguntaba sobre las cuentas?
-Mañana iré a la empresa a revisar detalladamente con el contador -Esther le dio una palmadita en el hombro-. Señora, más te vale estar preparada.
Un escalofrío de terror recorrió a Olimpia.
¡Había desviado fondos de la compañía por un total de decenas de millones!
Si se descubría… ¡No! ¡No podía permitirlo! Debía encontrar una manera de casar a Esther lo antes posible. ¡No podía dejar que investigara las cuentas!