Capítulo 38
-Al anunciar el fin del compromiso en la fiesta, hacer que la familia Coral publicara ese periódico tan trivial, y ahora coquetear con Gabriel para provocarme en la subasta… ¿No has hecho todo esto solo para llamar mi atención? Bueno, felicidades, lo has logrado.
Samuel extendió su mano para sostener la barbilla de Esther, inclinándose peligrosamente
hacia ella.
En ese momento, Esther dejó escapar una risa sarcástica.
-¿Así es como el presidente De la Garza le demuestra lealtad a Anastasia?
Al escuchar el nombre “Anastasia“, el cuerpo de Samuel se tensó visiblemente.
Aprovechando su momento de duda, Esther se liberó y, en un movimiento fluido, rodeó el cuello
de Samuel con sus brazos. Su mirada se tornó seductora.
-El presidente De la Garza tiene razón, he hecho todo esto para llamar su atención -susurró con voz melosa-. Pero dígame… ¿qué tal si vamos a mi habitación?
Al ver a Esther mostrar su “verdadera naturaleza“, Samuel la apartó con disgusto.
-¡Esther, basta de trucos baratos! -espetó con frialdad.
-¿No le gustan mis trucos baratos, presidente De la Garza? -Esther se reclinó en el sofá con estudiada indiferencia-. No hay que fingir, señor. Es normal tener a una en el corazón y a otra en los brazos, ¿no es así?
Se incorporó con movimientos calculados y se pegó al cuerpo de Samuel.
-Presidente De la Garza, no se preocupe. No le diré nada de lo de hoy a la señorita Miravalle…
-¡Largo de aquí! -Samuel la empujó, sus ojos destilando repulsión-. Esther, te lo advierto, no juegues estos juegos conmigo. He visto montones de mujeres como tú. Si no fuera porque mi abuela te aprecia, jamás habría considerado llevarte a mi casa.
Al ver el desprecio en su mirada, Esther mantuvo una expresión despreocupada.
-Mejor así, presidente De la Garza. Por favor, váyase.
En el piso superior, Olimpia, que había estado espiando, entró en pánico.
¡El presidente De la Garza era su principal benefactor! Sin el apoyo de su familia, ¿qué sería del futuro de los Montoya?
Bajó las escaleras corriendo para reprender a Esther:
-¡Esther, ¿qué estás haciendo?! ¡Pídele disculpas al presidente De la Garza ahora mismo!
-Señora, no es que no quisiera entregarme al presidente De la Garza -respondió Esther con falsa inocencia-. Fui bastante directa, pero él mismo me rechazó, ¿qué más puedo hacer? Además, acaba de decir que jamás me llevaría a su casa, y el escándalo del compromiso roto
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Capitulo 38
ya es conocido por todos… Ay, parece que este compromiso ya no tiene remedio.
Esther fingió lamentarse mientras Samuel la miraba con desdén.
Todo esto había sido provocado por ella misma, ¿y ahora se hacía la víctima? ¿A quién pretendía engañar?
-¡Presidente De la Garza, nuestra Esther está perdidamente enamorada de usted! -intervino Olimpia-. ¡Lo de aparecer con el presidente Bouchard debe ser un malentendido! Por favor, sea magnánimo y perdónela esta vez.
De repente, como recordando algo importante, Olimpia corrió escaleras arriba. Momentos después, bajó con una caja entre las manos. Sin embargo, perdió el equilibrio y el contenido se desparramó por el suelo.
Al ver aquellos objetos, el rostro de Esther palideció.
La caja estaba repleta de mercancía relacionada con Samuel: una almohada con su imagen, fotografías, recortes de periódicos… Todos los tesoros que había coleccionado obsesivamente en el pasado.
¡Por supuesto, todas esas tonterías pertenecían a su vida anterior!
-¡No lo toque! -exclamó instintivamente cuando Samuel levantó una figura que tenía una foto de su rostro adherida.
Samuel observó el objeto un momento antes de soltar una risa incrédula.
-Vaya, señorita Montoya, no imaginaba que su admiración llegara a tales extremos.
-Esto no es lo que parece… -intentó explicar Esther con el rostro tenso.
-¡Presidente De la Garza! -interrumpió Olimpia apresuradamente-. Si nuestra Esther lo admira tanto, ¿cómo podría serle infiel? ¡Debe haber un malentendido!
-Parece que realmente me admiras mucho -comentó Samuel con tono burlón mientras recogía más objetos del suelo: no solo fotografías, sino también figuras y toda clase de artículos.
-Presidente De la Garza, mire cuánto lo adora nuestra Esther. Incluso doña Montserrat piensa muy bien de ella. Sobre el asunto de romper el compromiso…
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