Capítulo 32
Anastasia parecía ansiosa por defender a Esther, pero sus palabras solo avivaron la furia de Samuel.
¿Le gusta?
Esa Esther, ¡siempre buscando colgarse de los más poderosos!
Primero lo había elegido a él, y ahora ponía sus ojos en Gabriel como nuevo objetivo.
Con razón últimamente Esther no le prestaba la misma atención que antes.
Al pensarlo, la mirada de Samuel se tornó aún más gélida y sombría.
¡Vaya con Esther, realmente le había abierto los ojos!
-Vámonos ordenó Samuel sin dignarse a mirar a Esther y Gabriel, mientras tomaba a Anastasia para dirigirse hacia la sala de subastas.
Por su parte, Gabriel permitió que Esther se enganchara naturalmente de su brazo.
-Esta noche eres mi acompañante -le advirtió con frialdad. Si yo digo ir al este, tú no puedes ir al oeste, ¿entendido?
-Presidente Bouchard, todos aquí somos empresarios. Siendo su acompañante esta noche, ¿no debería cubrir usted mis gastos?
-Eres mi acompañante, no mi novia.
Esther fingió un tono lastimero.
-Pero Samuel solía gastar en mí. En cuanto a carisma personal, el presidente Bouchard no querrá perder ante Samuel, ¿o sí?
-¿Estás intentando provocarme?
-¿Cómo podría…?
-Lo has logrado.
–
Los invitados ya habían tomado sus lugares.
Esta subasta, que normalmente solo contaba con asistentes, ahora tenía la presencia de dos titanes empresariales como Samuel y Gabriel. El público no entendía qué sucedía, y un silencio inusual envolvía el lugar.
Nadie se atrevía a competir contra estos dos magnates.
-Samu, parece que la relación entre la señorita Montoya y el presidente Bouchard es bastante… especial -comentó Anastasia mientras estudiaba la expresión de Samuel.
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Fuera intencional o no por parte de los organizadores, Gabriel y Esther estaban sentados justo frente a ellos.
Con solo levantar la vista, podían verse mutuamente.
Al observar cómo Esther y Gabriel reían y charlaban del otro lado, la voz de Samuel adquirió un
tono aún más amenazante:
-Esther… está haciendo un buen papel.
Primero imitando a Anastasia para ganarse su favor, luego comportándose como la niña perfecta ante su abuela, diciendo una y otra vez que quería romper el compromiso mientras seguía buscando su afecto. Ahora se juntaba con Gabriel y hasta había hecho que su madrastra viniera a pedir disculpas y buscar reconciliación.
¿Qué creía? ¿Que él era un títere con el que podía jugar?
Mientras tanto, Esther sintió una mirada helada clavándose en ella.
-¿Qué crees que siente Samuel al verte conmigo? -preguntó Gabriel.
-¿Qué va a sentir? -respondió Esther con indiferencia-. Samuel está enamorado de
Anastasia, estaría feliz de romper nuestro compromiso. Si no fuera porque la familia Montoya le es útil, ni se habría molestado en comprometerse conmigo.
Soltó una risa amarga antes de continuar:
-¿Apostamos a que después de comprometernos, Samuel no tardará tres años en tomar control de la familia Montoya, y luego me dejará por Anastasia?
Gabriel no pasó por alto el destello de autodesprecio en los ojos de Esther.
-Por lo que dices, es bastante despreciable -comentó lentamente-. No me sorprende que lo
odies.
La subasta había comenzado, con el terreno de Bahía Dorada como la estrella final. Los primeros lotes, pequeñas parcelas apenas suficientes para una villa privada, no generaban mayor interés.
-Terreno en las afueras del sur de la ciudad -anunció el subastador-, abarca treinta mil metros cuadrados. ¡El precio inicial es de cien millones!
Bianca, junto a Samuel, levantó la paleta por él.
-Ciento veinte millones.
-Ciento cincuenta millones -intervino Esther, atrayendo miradas de desdén.
Samuel, en particular, soltó un bufido helado.
Pensar que con ese truco captaría su atención era, francamente, muy predecible.
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Capítulo 32
-Doscientos millones -pronunció Samuel con deliberada lentitud.
¿Acaso no podía lidiar con una simple Esther?
-Doscientos cincuenta millones.
-¡Trescientos millones!
Las ofertas se volvían cada vez más absurdas, hasta que Anastasia frunció el ceño:
-Samu, ese terreno no vale tanto.
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