Capítulo 20
-Señorita, son solo documentos rutinarios sin importancia -Francisco forzó una sonrisa mientras sostenía los papeles contra su pecho-. No creo que le interesen. ¿Por qué no mejor pasa al salón a descansar?
Era evidente que su único objetivo era mantener a Esther alejada de cualquier asunto relacionado con la empresa.
Sus gestos nerviosos y su insistencia solo confirmaban las sospechas de ella.
-Déjame revisarlos -ordenó Esther extendiendo la mano con autoridad.
-Esto… Francisco titubeó visiblemente.
-Francisco la voz de Esther adquirió un filo peligroso-, ¿acaso crees que el Grupo Montoya es tu propiedad personal?
-¡No, cómo me atrevería! -se apresuró a responder, el sudor comenzando a perlar su frente-. Si la señorita desea verlos, por supuesto que puede hacerlo. Solo me preocupaba que pudiera resultarle confuso…
-Mejor aún lo interrumpió Esther-. No iré al salón. Vamos directamente a la oficina de presidencia, y de paso trae todos los documentos recientes que requieran firma para
revisarlos.
-Señorita… -intentó protestar Francisco.
-Ferrer, ¿verdad? -Esther se dirigió a Ruth, cortando la réplica de Francisco-. Tú tráeme esos documentos. Francisco, por favor guíame a la oficina.
-Sí, sí, por supuesto -accedió Francisco, aunque el sudor frío ya comenzaba a recorrer su espalda.
Su mente trabajaba frenéticamente. ¿Qué pretendía esta mujer apareciendo de repente en la empresa? Si descubría las irregularidades en las cuentas, estaría acabado.
Al entrar en la oficina de presidencia, el contraste con los recuerdos de Esther era brutal. Aquel espacio que su padre había mantenido con sobria elegancia ahora parecía una exhibición del mal gusto de Olimpia.
Una costosa computadora para juegos ocupaba un lugar prominente. Cajas de puros importados y cigarrillos se apilaban junto a un gabinete de vinos que debía costar una fortuna. Lo más ridiculo era un estante repleto de zapatillas de edición limitada.
Desde que Olimpia y Saúl habían tomado el control, incluso la oficina se había convertido en un monumento a la extravagancia y el despilfarro.
-Señorita, la señora y el señor aún no han llegado hoy. Tal vez cuando la señora esté presente… -intentó Francisco una vez más.
-Francisco–lo interrumpió Esther con voz glacial-, los derechos de sucesión del Grupo
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Montoya me pertenecen. Anteriormente, permití que la señora supervisara la empresa porque expresó interés en su gestión. Sin embargo, parece que las cosas no van tan bien como deberían.
El corazón de Francisco dio un vuelco. ¿Qué significaban exactamente esas palabras?
En ese momento, Ruth depositó la pila de documentos pendientes frente a Esther. Francisco observó con horror que el informe financiero y balance recientes estaban justo encima. Sus manos sudorosas temblaban ligeramente.
Si Esther descubría que él y Olimpia habían desviado millones de pesos de la empresa, terminaría tras las rejas sin duda alguna.
Esther notó el nerviosismo de Francisco y una sonrisa apenas perceptible curvó sus labios. Tomó casualmente el informe financiero y comenzó a abrirlo.
-¡Señorita Montoya! -la interrumpió Francisco con desesperación.
-¿Sí? -Esther levantó la vista con fingida inocencia-. ¿Hay algo más que necesites decirme?
-Yo… yo pensaba que quizás la señorita necesitaría ayuda para entender el informe. Podría explicárselo…
Francisco tragó saliva con dificultad, el sudor frío empapando ya su camisa.
Ruth no pudo contener una risita discreta. Los tejemanejes entre Francisco y Olimpia eran un secreto a voces en la empresa, pero nadie se atrevía a comentar nada debido a la posición de Olimpia.
Había decidido arriesgarse trayendo estos documentos a Esther, intuyendo que por fin alguien tomaría el control del Grupo Montoya.
¡Ya era hora de que alguien limpiara la empresa de parásitos como Francisco!
-No será necesario -respondió Esther con calma-. Solo quiero echarles un vistazo.
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