Capítulo 196
Samuel bajó las escaleras vistiendo una sencilla bata blanca de algodón. Su cabello aún húmedo por la ducha revelaba que había logrado eliminar hasta el último rastro de cal. Al abrir el refrigerador, encontró varios platillos sencillos, pero su mirada experta reconoció de inmediato que no eran obra de Esther.
Por un momento, su mente viajó a aquellos días cuando ella vivía en la casa de la familia De la Garza. La recordó preparando comidas variadas tres veces al día, siempre pendiente de que él no perdiera el apetito. “Y pensar que a veces ni siquiera probaba bocado cuando no estaba de humor“, reflexionó con una punzada de culpa.
-¡Cómo han cambiado las cosas! -murmuró para sí mismo.
Ahora le pedía a Esther que cocinara y ella se negaba rotundamente. Este pensamiento le revolvió el estómago, haciéndole cerrar la puerta del refrigerador con más fuerza de la
necesaria.
-Presidente De la Garza, ¿no le agradan estos platillos? -preguntó Bianca, observando su reacción con preocupación.
-¿Tú qué crees? -respondió Samuel, su tono evidenciando su mal humor.
Bianca se quedó perpleja. “No puede ser“, pensó. “Al presidente De la Garza siempre le han encantado los platillos de Marta, ¿cómo es que de repente ya no le gustan?”
-Presidente De la Garza, ¿qué tal si pido algo de comida a domicilio?
-No hace falta -Samuel frunció el ceño antes de preguntar-. ¿Esther ya cenó?
-Probablemente no.
-Llámala para que baje a cenar.
-Pero… -Bianca estaba a punto de explicar que Esther probablemente no tendría hambre, pero la mirada penetrante de Samuel la hizo callar y dirigirse escaleras arriba.
Encontró a Esther en su habitación, supervisando algunas tareas con aire despreocupado.
-Señorita Montoya, el presidente De la Garza la invita a cenar anunció Bianca con cautela.
-No cenaré–respondió Esther con tono indiferente.
Durante su estancia anterior en la casa De la Garza, Esther solo cenaba para poder compartir algunos momentos más con Samuel. Ella conocía bien los problemas estomacales de él y su necesidad de mantener horarios estrictos para las comidas.
Sin embargo, Esther siempre había preferido comer solo dos veces al día para mantener su figura esbelta. La cena era algo opcional para ella, un detalle que Bianca conocía bien pero que Samuel nunca había notado.
-Señorita Montoya -insistió Bianca con delicadeza-, al presidente De la Garza realmente le
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gustan más los platillos que usted prepara, ¿por qué no…?
-Ya lo había dicho antes de venir–la interrumpió Esther con desdén-. No soy una sirvienta de la familia De la Garza. Pueden invitarme, pero no cocinaré.
-Señorita Montoya…
-Quizás sea mejor que me vaya -sugirió Esther, incorporándose-. Quedarme aquí realmente no tiene sentido.
-¡Señorita Montoya! -exclamó Bianca, entrando en pánico. ¡Olvide lo que dije! ¡Ahora mismo le informo al presidente De la Garza!
Temiendo que Esther cumpliera su amenaza, Bianca corrió escaleras abajo para reportar la
situación a Samuel.
-¿No va a cenar? -Samuel soltó una risa seca-. Cuando vivía aquí, nunca se saltaba una cena. ¿Y ahora de repente dice que no cenará? ¿Así que Esther quiere llevarme la contraria en todo, verdad?
-Presidente De la Garza, en realidad… -Bianca dudó antes de continuar-. La señorita Montoya tampoco cenaba antes.
La asistente explicó cómo Esther solo cenaba cuando Samuel estaba en casa. Sin embargo, en aquella época, él había estado tan absorto en sus propios asuntos que nunca notó este
detalle.
-¿Cómo sabes que no cenaba? -preguntó Samuel, frunciendo el ceño con intensidad.
-Presidente De la Garza, Marta lo había mencionado antes -respondió Bianca con cautela-. Cuando usted no estaba en casa por las noches, la señorita Montoya solo preparaba comida para la señora hizo una pausa antes de añadir-. Tan solo hubo una ocasión en que la señorita Montoya preparó algo de comer durante la noche, pero usted lo tiró.
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