Capítulo 192
-Está bien, acepto.
Al oír esto, Esther se giró inmediatamente. La declaración la tomó por sorpresa, pues no esperaba que Samuel regresara justo en ese momento.
En su giro abrupto, terminó chocando con el pecho firme de Samuel. El distintivo metálico en su traje golpeó la punta de su nariz, causándole un dolor agudo que la hizo retroceder
instintivamente.
-Presidente De la Garza, ¿aceptó las condiciones que mencioné? -preguntó ella, manteniendo su tono profesional mientras se frotaba discretamente la nariz.
Por lo que recordaba, Samuel no era alguien que cediera tan fácilmente ante las peticiones de
otros.
-¿Qué pasa? ¿Ahora que acepté, no estás contenta? -respondió él con un tono de indiferencia
estudiada.
-Si usted aceptó, por supuesto que estoy contenta.
Temiendo que Samuel pudiera retractarse, Esther se dirigió rápidamente a Bianca:
-Bianca, el presidente De la Garza ya aceptó, así que te encargaré el seguimiento.
-Sí, señorita Montoya -respondió Bianca, quien de inmediato comenzó a coordinar la preparación de la habitación.
Esther se volvió hacia Samuel, manteniendo su expresión neutral.
-Presidente De la Garza, si no hay nada más, subiré a descansar.
-Ven -la voz de Samuel resonó con autoridad mientras su mano se cerró alrededor del brazo
de Esther.
Ella frunció el ceño, su mirada se posó en la mano que la sujetaba. Un impulso casi visceral de apartarlo la invadió, pero mantuvo su compostura.
-Presidente De la Garza, ¿hay algo más?
-¿Dónde están las flores que te envié?
La pregunta sobre el ramo de rosas la tomó desprevenida, pero no lo demostró.
-Verá, presidente De la Garza -respondió con una sonrisa diplomática-, sentí que ese ramo de flores no combinaba conmigo, así que lo dejé en casa de la familia Montoya.
-¿Lo dejaste en casa de la familia Montoya o lo tiraste? -insistió él, escrutando su rostro.
-Por supuesto que lo dejé en casa de la familia Montoya -afirmó ella con seguridad. “En el bote de basura de la familia Montoya“, pensó para sí misma, manteniendo su expresión
serena.
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Capítulo 192
Samuel pareció satisfecho con su respuesta, sin sospechar que el ramo había terminado en el contenedor de compostaje del jardín.
-Si no hay nada más, presidente De la Garza, subiré a descansar -intentó nuevamente Esther.
-¡Espera!
Esther contuvo las ganas de poner los ojos en blanco. “¿Cuándo va a terminar esto?“, se preguntó internamente.
-Presidente De la Garza, si tiene algo más que decir, por favor dígalo todo de una vez -manifestó, permitiendo que un toque de cansancio se filtrara en su voz-. Estoy realmente
cansada.
-¿Por qué elegiste la habitación más alejada?
La pregunta llevaba un tono de genuina curiosidad. Samuel recordaba que en su estadía anterior, Esther había ocupado la habitación de huéspedes contigua a la suya. Considerando los sentimientos que ella supuestamente albergaba hacia él, esperaba que estuviera más que complacida con esa ubicación.
Sin embargo, desconocía que el verdadero deseo de Esther era mantener la mayor distancia posible entre ellos, aunque eso significara caminar más para llegar a la habitación más
remota.
-Es que esa habitación es un poco más grande -respondió ella con una sonrisa calculada-, y a mí me gustan los espacios amplios.
Samuel frunció el ceño ante la explicación evidentemente superficial.
-Si crees que la habitación es pequeña -sugirió con un brillo de arrogancia en sus ojos-, en realidad podrías mudarte a la mía.
Él esperaba que su propuesta provocara en Esther una reacción de emoción apenas contenida.
טוט