Capítulo 189
Bianca entró a la oficina con paso vacilante, su rostro mostrando preocupación.
-Señorita Montoya… al irse, derribó el árbol de la suerte que estaba en la entrada -informó, retorciendo nerviosamente sus manos.
-Que lo derribe -respondió Samuel con tono impasible.
-¿Ah? -Bianca se quedó atónita, sus ojos abriéndose con sorpresa. “¿Que lo derribe?“, pensó
confundida.
Samuel se limpió la sangre de la comisura de los labios con un gesto elegante pero tenso.
-Ve a la casa de los Montoya. Trae de vuelta a Esther–ordenó con voz autoritaria-. Dile que esas son mis órdenes. Sin mi permiso, no puede irse a ningún lado.
-Presidente De la Garza… eso no está bien, ¿verdad? -cuestionó Bianca con cautela-. Si la señorita Montoya se va de nuevo, ¿no perdería usted toda su dignidad?
“Cuando Esther se había ido antes“, recordó Bianca, “el presidente De la Garza había estado tan enfadado que había tirado todas las cosas de la señorita Montoya, y ahora está deseando que vuelva“. Dejando de lado la dignidad por un momento, si esto se divulgara y la señorita Miravalle se enterara, las cosas se complicarían muchísimo.
-¡Te dije que vayas, y vas! -tronó Samuel-. ¿Ya no escuchas lo que digo?
-Pero señor -Bianca rápidamente bajó la cabeza, intimidada por la intensidad de su jefe.
-Esther es mi prometida -declaró Samuel con firmeza-. ¿Hay algún problema en que quiera que mi prometida venga a vivir conmigo?
-No… ninguno.
-Entonces ve rápido, ¡no me hagas repetirlo!
-Sí, presidente De la Garza -Bianca se retiró rápidamente de la oficina.
Samuel se frotó el entrecejo con gesto cansado. Solo entonces sintió un dolor punzante en la comisura de los labios. Al tocar la zona lastimada, se dio cuenta de que Esther lo había mordido.
“¿Esta mujer qué es, un perro?“, pensó irritado. “¿Siempre mordiendo a la gente?”
Pero luego, al pensarlo mejor, Samuel sintió que había hecho lo correcto. “¿Besar a su propia prometida? ¿Qué tiene de malo?“, se justificó mentalmente.
Todo lo que había hecho Esther era solo para llamar su atención. “¡Le gustaba! Por eso se esforzaba tanto en hacerlo enojar“, concluyó con satisfacción. “Sí, tenía que ser así. Tal vez, después de haber sido besada por él, Esther estaba secretamente contenta.”
Samuel, perdido en estos pensamientos, caminaba de un lado a otro en su oficina como un
Capitulo 189
león enjaulado.
Un rato después, Bianca regresó y, al ver a su jefe paseando inquieto, no pudo evitar preguntar:
-Presidente De la Garza, ya hablé con la familia Montoya, ¿y ahora…?
-Para disculparme, ¿sería mejor enviar rosas o lirios? -interrumpió Samuel, deteniendo su ir y
venir.
-¿Qué? -Bianca tardó un momento en reaccionar, sorprendida por la pregunta.
-Aunque todo lo que hice hacia Esther era el derecho de un prometido -explicó Samuel con el rostro serio-, ir en contra de la voluntad de una mujer sigue estando mal. Pide un ramo de flores para Esther, dile… que esto es mi forma de compensarla.
-Presidente De la Garza, creo que la señorita Montoya definitivamente no las aceptará… –“Además, ¡solo un ramo de flores! ¡Eso es demasiado superficial!“, pensó Bianca, pero no se atrevió a decirlo en voz alta.
Samuel frunció el ceño, su expresión tornándose más severa.
-Nunca he enviado flores a una mujer, esta es la primera vez. Debería sentirse feliz.
-Pero… -Bianca se mordió el labio, dudando. “¿Cómo explicarle que la señorita Montoya, al recibir las flores del presidente De la Garza, en vez de estar feliz, se sentiría todo lo contrario?”
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