Capítulo 180
Saúl, rebosante de su característica altivez y orgullo, no dudó en chocar su copa contra la de Samuel. El sonido cristalino del contacto resonó en el salón, provocando un silencio repentino y absoluto.
Todas las miradas convergieron en Saúl mientras Esther, desde la distancia, esbozaba una sonrisa sutil. Sus ojos brillaban con un destello de anticipación, sabiendo perfectamente lo que estaba por venir.
Saúl, completamente ajeno a la gravedad del momento, ya había vaciado su copa de champán de un solo trago, exhibiendo su falta total de refinamiento. Olimpia, igual de ignorante que su hijo, tampoco percibió nada inusual en la escena.
Solo el rostro de Anastasia se contorsionó en una mueca de disgusto particular, mientras Samuel permanecía inmóvil, su copa intacta y su mirada cada vez más penetrante.
-¿Qué le pasa a este Saúl…? -susurró Clara con la boca abierta, incrédula ante lo que presenciaba-. ¿No será que tiene demasiado valor? ¿Quién se cree que es? ¿Acaso ya no quiere seguir aquí?
En ese preciso instante del brindis, Saúl había cometido el error cardinal: alzó su copa por encima de la de Samuel, un tabú imperdonable en el sector. La tensión en el ambiente se volvió casi palpable.
¿Quién era Samuel? ¿Y quién era Saúl? El atrevimiento de desafiar al poderoso Samuel De la Garza en un brindis, elevando su copa por encima de la suya, era algo inaudito.
El silencio se tornó espeso mientras todos observaban la expresión de Samuel. A lo largo de los años, nadie había osado semejante transgresión. Incluso Gabriel Bouchard, en sus momentos más distendidos con Samuel, solo se había permitido igualar la altura de sus
copas.
-Presidente De la Garza, ¡muchas gracias! -exclamó Saúl sin un ápice de vergüenza.
La sonrisa en los ojos de Esther se intensificó. “Pobre ingenuo“, pensó. Olimpia, con su pasado de bailarina, apenas comprendía estas normas sociales, y Saúl era aún peor: jamás había mostrado el menor interés en aprender la etiqueta del brindis.
Lo que cualquier heredero de familia promedio sabría por instinto, Saúl lo desconocía por completo. Nadie en el lugar creería que era simple ignorancia; todos asumirían una provocación deliberada.
-Joven, ciertamente tienes coraje -pronunció Samuel con voz gélida, sin dignarse a probar su champán.
El rostro de Anastasia se ensombreció aún más. Después de todo, la sugerencia del brindis había sido suya. Había querido incomodar a Esther, pero jamás imaginó que Saúl fuera tan ignorante de las reglas básicas del protocolo.
Capitulo 180
-Presidente De la Garza, ¿qué… qué sucede? -preguntó Olimpia desconcertada al ver a Samuel alejarse con el ceño fruncido.
-El señor Montoya realmente no sabe comportarse -espetó Anastasia con desdén-. ¿Acaso no sabe que debe prestar atención a la altura de su copa cuando brinda?
Sin más, Anastasia giró sobre sus talones y siguió a Samuel, temerosa de que él pensara que ella había orquestado deliberadamente este desaire.
-Esto… -balbucearon Olimpia y Saúl al unísono, sumidos en una confusión total mientras observaban el desastre social que acababan de provocar.
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