Capítulo 174
-Sí -respondió Esther con un leve movimiento de cabeza, su rostro manteniendo una expresión de indiferencia estudiada-. ¿Qué más podría ser?
Samuel había anticipado que, al menos, Esther se tomaría la molestia de explicar por qué la noche anterior se había subido al auto de Alfonso. Sin embargo, para su desconcierto, ella parecía completamente desinteresada en dar explicaciones a quien seguía siendo, técnicamente, su prometido.
Al procesar esta actitud, Samuel sintió una punzada de presión en el pecho. No obstante, tras un momento de reflexión, se recordó a sí mismo que si ya había decidido reprimir sus sentimientos hacia Esther, no debería permitir que las acciones de ella lo afectaran.
-Ya te puedes ir -pronunció con voz gélida.
Ante la actitud impredecible de Samuel, Esther no insistió más y giró sobre sus talones para marcharse. Desde su posición junto a la puerta, Bianca observaba la escena con creciente preocupación.
“¿De verdad la señorita Montoya no se da cuenta de que el presidente De la Garza está molesto?“, pensó Bianca con incredulidad. “Cualquiera en su sano juicio debería notarlo, ¿no?”
…
Minutos después, Esther conducía hacia la mansión De la Garza. Al verla llegar, la cuidadora la
recibió con una sonrisa servicial.
-Señorita Montoya, el presidente De la Garza ordenó que la lleve al sótano -informó con diligencia.
-Está bien–respondió Esther con calma.
La cuidadora la guio hasta el sótano. Apenas abrieron la puerta, Saúl intentó escapar como un animal acorralado, pero Esther, anticipando su movimiento, lo empujó de vuelta con firmeza. Debilitado por su encierro, Saúl no pudo resistirse y cayó al suelo de manera patética.
-¡Déjame salir! ¡Por favor, déjame salir! -suplicó con desesperación en su voz.
El hedor que emanaba del sótano golpeó a Esther, y al ver el estado lamentable de Saúl, comprendió perfectamente el infierno que había vivido allí. Unas pocas horas en esa oscuridad ya eran insoportables; para alguien como Saúl, un señorito mimado que jamás había conocido el sufrimiento, un día entero debió ser como una eternidad en el infierno.
-Si quieres salir, no es imposible -declaró Esther, mirando desde arriba a Saúl que seguía tendido en el suelo. Solo si me prometes que no volverás a cometer el mismo error, y que después de tu fiesta de cumpleaños te entregarás voluntariamente a la policía, además de asegurar que no volverás a codiciar la herencia, te dejaré salir.
-¡Lo prometo! ¡Lo prometo todo! ¡Solo déjame salir! -exclamó Saúl desesperado, dispuesto a aceptar cualquier condición con tal de escapar de ese infierno.
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Capítulo 174
-Las palabras se las lleva el viento, mejor firma aquí -respondió Esther con frialdad, arrojando un contrato frente a él.
Sin molestarse siquiera en leer el contenido, Saúl se arrastró hacia el documento y plasmó su firma con manos temblorosas. Esther verificó la firma con ojo crítico antes de volverse hacia la cuidadora.
-Me lo llevo, por favor, limpien este lugar -ordenó con voz autoritaria.
-Sí, señorita Montoya -asintió la cuidadora con una reverencia.
