Capítulo 170
Esther condujo con determinación hasta la entrada del Grupo De la Garza. Al verla llegar, los empleados comenzaron a apartarse instintivamente, observándola con una mezcla de curiosidad y temor, como si fuera una fuerza de la naturaleza imparable.
Sin embargo, ella mantuvo su porte elegante y continuó su camino hacia el interior, ignorando deliberadamente las miradas indiscretas.
Bianca salió presurosa de la oficina y se acercó a Esther.
-Señorita Montoya, el presidente De la Garza está en una reunión. ¿Podría esperar aquí un momento? -solicitó con voz cautelosa.
-¿Esperar aquí? -Esther recorrió el lugar con una mirada evaluativa.
Podía sentir los ojos de todos los empleados fijos en ella, evidentemente ansiosos por presenciar otro episodio embarazoso. No era un secreto que ella había sido el centro de innumerables chismes en el Grupo De la Garza; todos conocían la historia de cómo había perseguido a Samuel sin éxito.
-¿Qué pasó con Grupo De la Garza? ¿No tienen ni una sala de espera? -inquirió Esther, su voz destilando sarcasmo.
Bianca soltó una risa nerviosa, visiblemente incómoda.
-Esas salas… no están disponibles por el momento. El presidente De la Garza indicó que puede esperar aquí -explicó, evitando el contacto visual.
-¿Cuánto durará su reunión?
-Es… incierto. Podría ser media hora si es rápido, pero si se alarga… es difícil decir -la respuesta de Bianca fue deliberadamente evasiva.
Esther comprendió al instante la estrategia de Samuel. Pretendía dejarla esperando allí, sometiéndola a una prueba de paciencia. En otro tiempo, quizás hubiera aceptado esa humillación mansamente, pero ahora le era indiferente lo que Samuel pensara o hiciera.
-Si el presidente De la Garza no tiene intención de ceder, entonces que así sea–comentó Esther con una sonrisa calculada-. De todos modos, no tenía una intención genuina de llevarme a Saúl. Mejor que una dama venga después a recogerlo, yo ya no me involucraré.
Al ver que Esther giraba para marcharse, Bianca entró en pánico y se apresuró a interceptarla.
-Señorita Montoya, al fin y al cabo, Saúl es su hermano…
-No tengo un hermano que quiera matarme -respondió Esther con una sonrisa fría-. Ya que el presidente De la Garza está tan ocupado, no quiero molestarlo más. Hagan lo que quieran con él, ya sea llevarlo a la estación de policía o devolverlo a la familia Montoya, no tiene nada. que ver conmigo.
-¡Señorita Montoya! -Bianca intentó detenerla nuevamente. El presidente De la Garza no
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quiso decir eso… En realidad, él se preocupa mucho por usted.
-¿Preocuparse por mí? Eso es noticia para mí -el tono de Esther era mordaz.
La noche anterior, Samuel la había abandonado sin compasión en la calle, sin importarle su seguridad o bienestar. Esther ya había comprendido, después de haber “muerto” una vez, que nunca había sido realmente importante para él.
-Señorita Montoya, en realidad, anoche… -Bianca se interrumpió abruptamente.
-¿Quieres decir que anoche Samuel tuvo un remordimiento y regresó a buscarme? -completó Esther, observando cómo la sorpresa se dibujaba en el rostro de Bianca-. Supongo que el presidente De la Garza decidió volver porque le preocupaba que yo pudiera tener algo que ver con Alfonso, y eso avergonzaría a la familia De la Garza, ¿verdad?
Esther consultó su reloj con estudiada indiferencia.
-Ah, cierto, esta noche es la fiesta de cumpleaños de mi hermano. Vendrá mucha gente importante -comentó con una sonrisa maliciosa-. Si el presidente De la Garza decide no soltar a esos idiotas, podríamos decir que su futuro cuñado fue invitado a la casa de los De la Garza para tomar unas bebidas. ¿Qué te parece esa excusa, Bianca?
El rostro de Bianca se ensombreció ante la velada amenaza. La diferencia de estatus entre Samuel y Saúl era abismal, y ambas lo sabían perfectamente.
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