Capítulo 165
Las palabras de Bianca lograron atravesar la cortina de furia que nublaba la mente de Samuel. Sus hombros tensos se relajaron ligeramente mientras procesaba la situación.
-¿Qué esperamos? ¡Da la vuelta ya! -ordenó con voz cortante, sus dedos tamborileando impacientes sobre su rodilla.
-Si, presidente De la Garza–respondió Bianca, girando el volante con precisión.
El lujoso vehículo negro de Samuel encendió sus luces altas, iluminando la entrada de la Escuela de Negocios de Los Cabos. La escena que revelaron esas luces hizo que la sangre de Samuel hirviera: Esther y Alfonso subían al auto uno detrás del otro, como si hubieran estado esperando este momento.
El rostro de Samuel se transformó instantáneamente, sus facciones endureciéndose como granito. Incluso Bianca, concentrada en el volante, no pudo evitar quedarse boquiabierta cuando Alfonso, justo antes de subir a su auto, les lanzó una mirada deliberadamente provocativa
La expresión de Samuel se oscureció aún más, como una tormenta a punto de estallar
-Presidente De la Garza… quizás… -comenzó Bianca con cautela.
-¡Vámonos! -la interrumpió Samuel con voz gélida-. Desde ahora, los asuntos de Esther no tienen nada que ver conmigo.
Ante la furia palpable de Samuel, Bianca se tragó las palabras que habia pensado decir en defensa de Esther. El ambiente dentro del auto se volvió denso y sofocante.
Mientras tanto, en el otro vehículo, Alfonso se quitaba su chaqueta con un movimiento fluido y la colocaba sobre los hombros de Esther, quien temblaba ligeramente.
-Gracias, presidente Betancourt -murmuró ella, envolviéndose más en la prenda que aún conservaba el calor corporal de Alfonso- Lavaré la chaqueta y se la devolvere mañana.
-Solo tirala -respondió él con desdén- No tengo la costumbre de usar ropa sucia.
-…-Esther le dedicó una sonrisa silenciosa, agradeciendo internamente su ayuda.
-Sin embargo -comentó Alfonso con aparente indiferencia, hace un momento, Samuel vio cómo subías a mi coche.
-¿Qué? -Esther se inclinó hacia la ventana, intentando ver algo en la oscuridad, pero Alfonso la detuvo.
-El coche ya se fue.
-¿Y por qué no me lo dijiste antes? -preguntó ella, sintiendo una mezcla de frustración y alivio.
-¿Para qué te lo iba a decir? ¿O es que querías ir en su coche?-la provoco Alfonso con una
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ceja arqueada.
Esther negó con la cabeza, sus mechones moviéndose suavemente. En el fondo, sabía que no quería subirse al coche de nadie, pero si realmente tenía que elegir, preferiría mil veces ir en el coche de Alfonso.
Media hora más tarde, el elegante vehículo de Alfonso se detuvo frente a la mansión de la familia Montoya.
Olimpia, quien había pasado la noche en vela, atormentada por las llamadas de Samuel, fue la primera en salir precipitadamente al escuchar el motor. Sus ojos brillaban con una mezcla de preocupación y furia contenida.
Al ver a Esther descendiendo del auto de Alfonso, Olimpia corrió hacia ella como una tormenta
desatada.
-¡Tú, niña descarriada! ¿Dónde diablos estuviste? -gritó, pero su voz se cortó al distinguir el perfil de Alfonso dentro del coche.
La ventana polarizada se cerró con un siseo y el vehículo se alejó velozmente, dejando tras de sí el rugido del motor. Olimpia observó la chaqueta masculina sobre los hombros de Esther y su aspecto desaliñado, mientras su rostro se oscurecía por la indignación.
-¿Acaso estuviste afuera viéndote con hombres? ¡Esther! ¡Eso es una falta de vergüenza! El presidente De la Garza me ha llamado varias veces, ¿cómo pudiste…?
-¿Viéndome con hombres? -la voz de Esther cortó el aire como un cuchillo mientras daba un paso amenazador hacia Olimpia, sus ojos café desprendiendo un brillo peligroso-. Señora, qué atrevida es usted al decir eso.
-¿Qué… qué clase de mirada es esa? -Olimpia retrocedió instintivamente, desconcertada por la transformación en su hijastra.
-Saúl me secuestró y me llevó a la Escuela de Negocios de Los Cabos -continuó Esther con voz gélida-, intentando abusar de mí para forzarme a entregar las propiedades y la empresa de la família Montoya. ¿Todo esto también fue por instrucciones suyas, señora?
Las palabras cayeron como una bomba en el silencio de la noche. Olimpia se quedó paralizada, su rostro perdiendo todo color
¿Qué? ¿Cómo podría Saúl hacer algo así?
