Capítulo 159
Anastasia frunció ligeramente el ceño. -¿Cómo podría desaparecer?
Samuel, con su agudo sentido de la percepción, notó de inmediato el sutil cambio en la expresión de Anastasia. -¿Sabes dónde está ella? -preguntó, con un tono que delataba su preocupación.
Anastasia abrió la boca para decir que acababa de estar con Esther, pero se detuvo. El recuerdo de su encuentro con Alfonso ese mismo día la hizo dudar. Considerando el reciente
desencuentro entre Samuel y Alfonso en la subasta, revelar que Esther había estado con él podría despertar sospechas innecesarias.
Con ese pensamiento, la sonrisa de Anastasia se volvió tensa, casi artificial. -Yo… yo tampoco sé -titubeó-. Solo pienso que la señorita Montoya ya es adulta, no debería desaparecer de repente, ¿no crees?
Samuel, al notar que Anastasia realmente no sabía el paradero de Esther, consultó su reloj. -Ya es tarde -dijo con firmeza-. En un momento le pediré al chofer de la empresa que te lleve a
casa.
-¡Samu! -exclamó Anastasia, notando la urgencia en sus movimientos. Dudó un instante antes de preguntar-: ¿Estás… preocupado por la señorita Montoya?
-Ella, después de todo, es la prometida del Grupo De la Garza -respondió con voz grave-. Representa la imagen de mi empresa. Además, si le pasa algo, no sabré cómo explicárselo a
la abuela.
Sin agregar más, Samuel subió al coche, dejando a Anastasia sumida en sus pensamientos.
La expresión de Anastasia se tornó compleja, mientras mil dudas asaltaban su mente. ¿Realmente era solo por la imagen de la empresa? ¿O acaso… se había enamorado de Esther? Las preguntas quedaron flotando en el aire, sin respuesta.
Recordando que Esther había estado con Alfonso, sacó su celular y marcó su número con
dedos temblorosos.
La llamada fue contestada casi de inmediato, pero no por quien esperaba. -Señorita Miravalle, ¿en qué puedo ayudarle? -respondió la voz formal de Jaime, el secretario de Alfonso.
Anastasia sintió una punzada de resentimiento al recordar que Alfonso le había facilitado el contacto de su secretario. Conteniendo su desagrado, preguntó: -¿El presidente Betancourt está con la señorita Montoya?
-La señorita Montoya ya se fue -respondió Jaime con tono neutro.
-Ya veo… -murmuró Anastasia-. Pensé que la señorita Montoya había desaparecido, que podría estar con ustedes. Supongo que no debe tener ningún problema, colgaré ahora.
Capitulo 159
En el Hotel NIZUC Resort & Spa, Alfonso y Jaime acababan de regresar. El secretario, mirando el teléfono recién colgado, se acercó a su jefe. -Presidente Betancourt, la señorita Miravalle llamó hace un momento. Dice que la señorita Montoya ha desaparecido.
-¿Desaparecida? -Alfonso frunció el ceño, con visible preocupación.
-¿Deberíamos mandar a alguien a buscarla?
-Revisa las cámaras del restaurante -ordenó Alfonso con voz firme-. Veamos a dónde fue Esther después de irse.
-Entendido.
Mientras tanto, en la montaña detrás de la Escuela de Negocios de Los Cabos, un lugar normalmente desolado que la noche volvía aún más solitario y amenazante, Saúl había llevado a Esther en su deportivo.
Al abrir los ojos, Esther sintió el impacto del suelo contra su cuerpo. Saúl, desde una posición dominante, la miró con desprecio antes de propinarle una bofetada que resonó en el silencio de la noche.
El sonido del golpe sobresaltó incluso a los amigos de dudosa reputación que observaban la escena. Esther, con su camisa blanca y minifalda negra ajustada que resaltaban su figura espectacular, yacía atada en el suelo.
Los observadores intercambiaron miradas de asombro. Sabían que Saúl consideraba a Esther como una hermana mayor, pero nunca imaginaron que fuera tan impresionantemente bella. No podían comprender cómo Samuel había sido capaz de despreciar a una mujer así.