Capítulo 154
Efectivamente, no pasó mucho tiempo antes de que un mesero de porte elegante se acercara a la mesa con dos menús en las manos, su uniforme impecable reflejando la exclusividad del lugar.
-Señor, señorita, ¿les gustaría ordenar algo? -preguntó con tono servicial.
-Yo… -comenzó Anastasia, su voz suave y melodiosa.
-No será necesario, nos iremos en cuanto terminemos de hablar -interrumpió Alfonso con tono cortante, su postura rígida denotando su incomodidad.
Al terminar de hablar, Alfonso intercambió una mirada significativa y con un movimiento discreto deslizó un grueso fajo de billetes al mesero.
Los ojos del mesero se abrieron con sorpresa al ver la cantidad, sus labios formando una perfecta ‘O‘.
“¡Vaya novedad, dar semejante propina sin siquiera ordenar!“, pensó.
Desde su escondite estratégico en un rincón discreto del restaurante, Esther se enderezó al ver la expresión desagradable con la que el mesero se retiraba.
“¿Qué está pasando aquí?“, se preguntó, su ceño frunciéndose ligeramente.
Sin perder tiempo, Esther acercó el celular a sus labios rosados:
-Sirvan postres para dos, y díganles que es cortesía de la casa -susurró con determinación-. Ah, y también vino tinto.
“No puede ser que teniendo vino disponible se vayan sin probar bocado“, pensó mientras observaba la escena desarrollarse.
Minutos después, el mismo mesero regresó portando una bandeja de plata con dos postres en forma de corazón artísticamente decorados y una botella de vino tinto añejo.
-Señor, señorita, esto es un obsequio de nuestra parte, ¿gustan probarlo? -ofreció el mesero con una sonrisa profesional.
-Gracias -respondió Anastasia con una sonrisa cortés, sus ojos verdes brillando con un destello de esperanza.
Una vez que el mesero se alejó con pasos silenciosos, Anastasia aprovechó para romper el incómodo silencio: -Señor Betancourt, los postres de este lugar son muy famosos, ¿le gustaría probar uno? -sugirió con voz melódica.
-No me gusta los dulce -respondió Alfonso secamente.
Desde su posición, Esther comenzaba a sentir cómo la frustración se acumulaba en su pecho.
No importaba cuán perfecto fuera el ambiente o cuán íntima pareciera la atmósfera, Alfonso tenía un don especial para matar cualquier intento de conversación.
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Capitulo 154
La sonrisa de Anastasia se congeló ligeramente, perdiendo su calidez natural.
Alfonso consultó su reloj de oro con impaciencia y se dirigió a Jaime: -Llama a Esther.
-Sí, presidente Betancourt -respondió Jaime con prontitud.
-¡Presidente Betancourt! -intervino Anastasia, su voz elevándose ligeramente-. De todas formas, hoy es nuestra negociación, y la señorita Montoya realmente no tiene mucho que ver con esto. Si no va a venir, quizás deberíamos dejarlo así.
Alfonso mantuvo su silencio sepulcral mientras Jaime sacaba su celular para marcar el número de Esther.
El semblante de Anastasia se oscureció al ver que Alfonso ni siquiera se dignaba a mirarla.
De pronto, un timbre resonó desde el rincón del restaurante. Aunque Esther colgó con rapidez, los agudos sentidos de Alfonso ya habían captado el sonido delatador.
Con pasos firmes y decididos, Alfonso se dirigió hacia el rincón, y en cuestión de segundos, había sacado a Esther de su escondite, sujetándola con firmeza.
-Señorita Montoya, ¿disfruta escuchando tras bambalinas? -preguntó con tono mordaz.
-…-Esther guardó silencio por un momento.
Intentando mantener la compostura, guardó su celular con movimientos deliberados y respondió: -En realidad, llegué hace rato, solo que tenía un poco de hambre.
-Si tienes hambre, come en el comedor -sentenció Alfonso.
Sin más preámbulos, Alfonso arrastró a Esther por la muñeca hacia el área principal del comedor, sus dedos ejerciendo una presión firme pero no dolorosa.
Anastasia observó la escena con ojos entrecerrados, su rostro ensombreciéndose ante el contraste entre la indiferencia que Alfonso le había mostrado a ella y la atención que ahora le prestaba a Esther.
“¿Estaba Esther jugando conmigo?“, se preguntó, la ira comenzando a burbujear en su interior.
-Siéntate -ordenó Alfonso, empujando a Esther hacia una silla con un movimiento brusco pero controlado, dejándola efectivamente inmovilizada.
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