Capítulo 152
Aquella noche, Samuel regresó a la casa de los De la Garza. Al notar que solo la niñera iba de un lado a otro en la sala, preguntó con tono severo:
-¿Dónde está Esther?
-¿La señorita Montoya? Todavía no ha regresado hoy -respondió la niñera, nerviosa ante la presencia imponente del presidente.
-¿Todavía no ha regresado?
Samuel echó un vistazo al reloj de la sala, su mandíbula tensa denotaba su molestia.
-Ya son las diez, ¿qué clase tiene hasta tan tarde?
La niñera, retorciendo sus manos con nerviosismo, solo pudo balbucear:
-¿Será… será que hay alguna actividad en la escuela?
-¿Qué actividad podría tener una universidad a esta hora? -espetó Samuel, mientras sacaba su celular y marcaba el número de Esther.
El teléfono sonó dos veces y luego, como esperaba, se cortó. Sus ojos grises se oscurecieron por la ira. “¡Bien! ¡Muy bien!“, pensó, apretando el celular con fuerza.
La niñera, al ver el cambio en la expresión de Samuel, estaba por decir algo en defensa de Esther, pero él se adelantó:
-¡Tira todas las cosas de la habitación de Esther!
-¿Tirar… tirarlas? -La niñera se quedó atónita-. ¡Pero son todas las pertenencias de la señorita Montoya!
-Si ella no quiere quedarse en la familia De la Garza, entonces que se vaya -sentenció Samuel con voz gélida.
Recordando las palabras de Jorge Muñoz, Samuel sintió que la preocupación se mezclaba con la ira.
“¿No es acaso un juego de rechazo e interés?“, pensó, imaginando que Esther probablemente había usado las mismas tácticas con Alfonso Betancourt y Gabriel. Esta vez, él haría que ella lo lamentara.
“¡Le voy a demostrar que conmigo no se juega!“, se prometió, convencido de que cuando mostrara total desinterés hacia ella, Esther no podría mantener su aparente calma. Esperaría a que ella viniera a buscarlo.
Por la tarde, la niñera de la familia De la Garza le informó a Esther por teléfono sobre lo sucedido. En ese momento, Esther se encontraba en la habitación de la familia Montoya,
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Capítulo 152
coordinando un encuentro con Anastasia Miravalle.
-Si se tiraron, que se tiren. De todos modos, no eran tan importantes -respondió Esther con indiferencia-. Esas cosas se pueden comprar con dinero, lo viejo no se va y lo nuevo no llega. -Una sonrisa sutil se dibujó en sus labios mientras pensaba que Samuel incluso le había ahorrado el esfuerzo de mudarse.
La niñera, sorprendida por la actitud despreocupada de Esther, comenzó a dudar. ¿Podría ser que esto no fuera alguna táctica de mujer débil? ¿Realmente no le importaba el presidente De la Garza?
Apenas Esther colgó el teléfono, Anastasia llamó:
-Señorita Montoya, ¿qué significa el mensaje que me mandó? -su voz denotaba desconfianza.
-Señorita Miravalle, ya me mudé de la casa de los De la Garza. Samuel incluso tiró todas mis cosas. Creo que mi sinceridad ya es suficiente, ¿no cree?
Al oír esto, Anastasia frunció el ceño. Estos últimos días, Samuel no había tomado la iniciativa de contactarla, y ambos seguían molestos por el asunto de los rumores sobre Esther. Había pensado que Esther quería verla para provocarla, pero no esperaba que quisiera alejarse de Samuel voluntariamente.
-Señorita Miravalle, no voy a competir con usted por Samuel -continuó Esther con voz serena-. Incluso la ayudaré con los negocios. Ahora mismo, el presidente Betancourt está interesado en un terreno de la familia Miravalle. Si pudiera hablar con él, creo que sería una excelente oportunidad para que ambas familias colaboren.
-¿De verdad tiene tan buenas intenciones? -Anastasia no podía creer que Esther fuera capaz de presentarle a Alfonso, un pez gordo del mundo empresarial.
-Creer o no depende de usted -respondió Esther con diplomacia-. De cualquier forma, ya hice lo suficiente para molestar a Samuel, lo cual demuestra mi sinceridad. Espero que lo considere de nuevo.
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