Capítulo 147
-Claro–respondió Olimpia con un tono presuntuoso mientras escudriñaba a Lucas de arriba. abajo con una mirada evaluadora.
Al notar que se trataba solamente del subgerente, su voz adquirió un matiz de desdén:
-¿No dije que quería reservar lugares en el salón de banquetes? ¿Ya está todo listo? Quiero ver el lugar -demandó, ajustando su costoso collar de perlas.
Lucas mantuvo una expresión profesional pero incómoda:
-Señora Olimpia, lamento mucho informarle que los lugares en el salón de banquetes están todos ocupados. Me temo que no podremos acomodarla.
-¿Ocupados? -el rostro de Olimpia se tensó visiblemente-. ¿Cómo es posible? Cuando llamé hace un momento, la persona en recepción me dijo que aún había disponibilidad.
Lucas esbozó una sonrisa con actitud de disculpa mientras se frotaba las manos con nerviosismo:
-Hace un momento sí había, pero… un caballero reservó todos los salones, así que…
-Lucas, ¿me estás tomando por tonta? -interrumpió Olimpia con el rostro endurecido-. En todo Cancún no he visto a nadie que organice una cena tan grande. Además, este lugar no es para cualquiera. ¿Cuánto pagaron? ¡Yo pago el doble!
-Señora Olimpia, no es cuestión de dinero… -intentó explicar Lucas, visiblemente preocupado. -¿Ah, no es cuestión de dinero? -los ojos de Olimpia relampaguearon con indignación-. ¿Entonces la familia Montoya no tiene el prestigio suficiente? ¿El Salón Real nos está despreciando?
Su voz, naturalmente fuerte, se elevó varios tonos hasta que todos los presentes en el vestíbulo podían escucharla claramente.
-Señora Olímpia, de verdad no estoy mintiendo, ya está reservado… -insistió Lucas, retrocediendo ligeramente.
-¡No me importa si alguien más lo reservó primero, yo llamé antes! -espetó Olimpia-. Ustedes deberían saber que nuestra Esther pronto se casará con el Grupo De la Garza. ¡Y yo soy la futura suegra del presidente De la Garza! La familia De la Garza tiene un estatus en Cancún que ustedes deben entender. Les aconsejo que lo piensen bien, si me enfadan, ¡veremos si en el futuro les va bien!
Lucas palideció ante la mención de Samuel, encontrándose en una situación cada vez más complicada:
-Señora Olimpia, de verdad no es que no quiera acceder, es solo que…
-¿Solo qué? -Olimpia soltó una risa gélida-. Me encantaría saber quién tiene el descaro de
reservar todos los salones de este hotel. ¡Llámalos! ¡Quiero verlo con mis propios ojos! Si el doble, ¡no creo que no pueda comprarlos!
-¿Por qué tanto alboroto? -una voz masculina y elegante interrumpió la discusión.
pago
El rostro de Olimpia se ensombreció al reconocer aquella voz. Gabriel Bouchard se aproximaba con pasos pausados y seguros, su presencia imponente llenando el espacio.
“¡Qué mala suerte!“, pensó Olimpia, sintiendo cómo se le formaba un nudo en el estómago. Gabriel era el archienemigo de Samuel, y ahora resultaba que él había reservado todos los salones de banquetes en Cancún.
Lucas se apresuró hacia Gabriel:
-Presidente Bouchard, la señora Olimpia quiere comprar los lugares del salón de banquetes que tiene reservados. Estaba discutiendo las opciones con ella… si usted pudiera ceder un lugar… la señora Olimpia está dispuesta a pagar el doble.
-¿Ah sí? Gabriel posó su mirada penetrante en Olimpia.
-¡Presidente Bouchard! -se apresuró a decir ella, forzando una sonrisa conciliadora-. Viene en el momento perfecto. Sé que usted y nuestra familia Montoya se llevan bien, y resulta que el hermano menor de Esther va a celebrar su cumpleaños. Me preguntaba si podría ceder un lugar… Supongo que no se negará, ¿verdad?
Gabriel mantuvo una expresión impasible mientras respondía:
-Por el bien de la señorita Montoya, ceder un lugar no es imposible.
El rostro de Olimpia se iluminó instantáneamente:
-¡Sabía que el presidente Bouchard accedería!
Gabriel esbozó una sonrisa enigmática:
-Ya que es un pedido de la señorita Montoya, entonces deberíamos ofrecer el salón de fiestas más grande para celebrar el cumpleaños del señor Montoya.
Olímpia, aún sin percibir la trampa que se tejía, sonreía radiante:
-¡Eso sería maravilloso! ¡El presidente Bouchard es verdaderamente generoso! -“¡Mucho mejor que ese Samuel, sin lugar a duda!“, pensó para sí misma.
Gabriel se gíró hacia Lucas con un brillo calculador en los ojos:
-Hazlo como lo habíamos hablado, deposita el doble de la cantidad en mi cuenta.
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