Capítulo 118
-¿Cómo voy a saber cuánto dinero tiene Esther? -Samuel espetó con frialdad, sus ojos grises brillando con determinación-. Sigue subiendo.
-Sí–Bianca asintió con firmeza-. ¡Noventa millones!
La paleta se alzó en el aire y un murmullo de asombro recorrió la sala. El precio del collar se había disparado a casi diez veces su valor inicial. Los presentes intercambiaron miradas de incredulidad, conscientes de que estaban presenciando algo más que una simple subasta.
Esther se inclinó hacia Alfonso, sus labios apenas moviéndose:
-Presidente Betancourt, ¿esto es a propósito, verdad?
Una sonrisa casi imperceptible se dibujó en su rostro mientras analizaba la situación. Alfonso había planeado esto desde el principio, sabiendo que Samuel no podría resistirse a pujar por el
collar.
“Después de la humillación de Anastasia“, pensó Esther, “Samuel no puede permitirse perder la cara nuevamente, especialmente contra mí. Comprará el collar a cualquier precio solo para mantener su dignidad“.
-No olvides lo que prometiste -Alfonso se reclinó en su silla con estudiada indiferencia-. Ese collar, debo tenerlo.
—Tú… —Esther observó cómo Alfonso la empujaba hacia un callejón sin salida. Su mente trabajaba a toda velocidad, evaluando sus opciones. Una sonrisa desafiante se dibujó en sus labios.
“¿Quieres jugar?“, pensó mientras su determinación se fortalecía, “Entonces juguemos“.
-¡Cien millones! -su voz resonó clara y firme en la sala, provocando un silencio sepulcral. Los murmullos no tardaron en surgir: la señorita Montoya había demostrado una audacia sin precedentes.
-Ciento cincuenta millones.
Una voz burlona cortó el aire como un cuchillo. Todas las miradas se dirigieron hacia la entrada, donde Gabriel, recién llegado, permanecía de pie con una expresión divertida. Su intervención inesperada cambió por completo la dinámica de la subasta.
-Presidente De la Garza -susurró Bianca con preocupación, ese precio es demasiado exorbitante, doña Montserrat no estará contenta si se entera. Además, ese collar era para ser dado a la señorita Miravalle…
Samuel solo frunció el ceño ante la interferencia de Gabriel, su mandíbula tensa revelando su
frustración contenida.
“No puedo seguir este juego“, reflexionó, “no cuando Gabriel está involucrado“.
Esther exhaló un suspiro de alivio al ver a Gabriel. Se recostó en su silla, permitiéndose relajar
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su postura por primera vez en la noche.
-¡Ciento cincuenta millones una vez! ¡Ciento cincuenta millones dos veces! ¡Ciento cincuenta millones tres veces! ¡Vendido! -la voz del subastador resonó con finalidad.
Alfonso giró lentamente hacia Esther, su rostro una máscara impenetrable.
-Dije que quería ese collar.
-El collar ya es del presidente Betancourt -respondió Esther con tranquilidad calculada-. El presidente Betancourt solo dijo que quería este collar, pero no me dijo cómo lo quería.
-¿Oh? -Alfonso dirigió su mirada hacia Gabriel, quien levantó su copa de champán en un brindis silencioso hacia Esther. Ella respondió el gesto con elegancia.
-Tú realmente… me sorprendes -una sonrisa genuina se dibujó en el rostro de Alfonso-. No esperaba que también tuvieras conexión con Gabriel. Esta mujer, realmente tiene algo especial.
Durante el intermedio, Esther se levantó de su asiento con gracia estudiada. Samuel la siguió casi inmediatamente, ignorando la pregunta sorprendida de Bianca:
-Presidente De la Garza, ¿usted…?
-Voy al baño -respondió secamente, aunque sus pasos lo llevaron en la dirección por donde Esther había desaparecido.
En un rincón discreto del salón, Gabriel ya había recuperado el collar de la bóveda.
-Aquí tienes lo que querías -dijo, lanzándole casualmente la joya a Esther.
Ella lo atrapó con delicadeza, sus ojos brillando al contemplar su victoria:
-Gracias, después te pago -respondió, consciente de que esta pequeña victoria era solo el comienzo de algo más grande.
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