Capítulo 356
Al cruzarse con una empleada, esta no pudo evitar mostrar una expresión de haber visto de todo. Isaac, incapaz de mantener la compostura, le lanzó una mirada furiosa a su asistente.
Después de todo, había sido él quien le había encargado al asistente elegir el regalo para Marina. No podía creer que su asistente hubiera tratado el asunto con tal negligencia.
Marina, con una calma desilusionada, le reclamó a Isaac: “Así que mi regalo ni siquiera lo compraste tú, ¿Verdad?”
Con vergüenza, él intentó tomarla de la mano, pero ella la retiró.
Isaac, desconcertado por un momento, finalmente la arrastró hacia un lado con autoridad: “Mar, me equivoqué. Te prometo compensarte con un regalo que realmente te haga feliz.”
“Isaac, deja de engañarte. No me amas. Lo único que te importa es lo que llevo dentro.”
Con esas palabras, expuso su hipocresía de un solo golpe.
A Isaac le importaba mucho mantener las apariencias, temía que Marina revelara sus sucios planes. Pero aún conservaba un rastro de conciencia, y esta le hacía sentir que no debía fallarle. Después de todo, le había prometido cuidarla toda la vida si salvaba a Cynthia.
Con paciencia, Isaac intentó tranquilizarla: “Mar, lo de tu hermana y yo es cosa del pasado. De ahora en adelante, tú eres la señora Córdoba. Eso nunca cambiará.”
“Volvamos, no pienso divorciarme.”
Isaac creía que no divorciarse era el mayor regalo que podía ofrecerle a Marina. Sin embargo, su insistencia solo servía para aumentar la ansiedad de Marina, quien se sentía como un animal acorralado, incapaz de encontrar una salida.
Aterrorizada, de repente se sintió mareada y se desmayó.
Al despertar, Isaac estaba a su lado. Con una sonrisa en los ojos, le dijo: “Mar, el médico dijo que estás embarazada. Vas a ser mamá.”
Con lentitud, Marina llevó su mano a su vientre, pensando en lo inoportuno del momento.
Pero como amaba tanto la idea de tener un hijo, tomó una decisión al instante: “Isaac, ¿Realmente no quieres divorciarte?”
Él asintió: “Mar, te prometí cuidarte para toda la vida. Cumpliré con mi palabra.”
“Este bebé es el único regalo que realmente me pertenece en este mundo. Así que lo tendré.” Dijo con tristeza.
Con una mirada de advertencia hacia Isaac, añadió: “Si no quieres divorciarte, entonces júrame que lo tratarás bien. Si no lo haces, te quedarás solo y maldito.”
Sin dudarlo, Isaac juró: “Lo prometo. Cuidaré de ese niño. Si le hago daño, que el karma se
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encargue de darme mi merecido.”
Tras jurar, añadió: “Mar, también es mi hijo. ¿Cómo podría hacerle daño? Te preocupas demasiado.”
Como Marina ya no quería verlo, solo le dijo: “Quiero descansar un rato. Por favor, vete.”
Con la llegada de ese bebé, Marina encontró la paz durante mucho tiempo.
No era que Cynthia hubiera dejado de causarle problemas, sino que decidió ignorarla, rehusándose a competir o pelear por Isaac.
Solo tenía lugar en su corazón, y era para su bebé.
Si el amor de Isaac era tan barato, entonces no lo quería.
La tranquilidad de Marina, sin embargo, dejó a Cynthia completamente desesperada, por lo que al llegar a casa, lanzó un berrinche: “Si Marina tiene el hijo de Isaac, su posición como señora Córdoba se consolidará. ¿Cómo podré superarla?”
Gabriel, intentando ayudarla, sugirió: “Cynthia, ya no llores. Me siento muy mal cuando lloras. Dime, ¿qué puedo hacer para que te sientas mejor?”
“Quiero que el hijo de Marina muera antes de nacer.” Dijo con un destello de venganza en sus ojos.
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