Capítulo 298
Aurora frunció el ceño levemente, y luego extendió su mano hacia el bolsillo de la camisa de Salvador, sacando un paquete de cigarros que apenas y estaba a la mitad.
Levantando el paquete con desaprobación, preguntó: “¿Esto es a lo que llamas fumar un poquito? Ay… ¿Cuándo desarrollaste este vicio?”
Salvador, sintiéndose culpable, trató de defenderse: “A veces, cuando me siento agobiado, me fumo uno o dos para relajarme.”
Un destello de preocupación cruzó los ojos de Aurora, “¿Y cuándo te sientes así de agobiado? ¿Por qué no me lo cuentas?”
Salvador estaba desconsolado, todo su pesar venía precisamente de ella.
Al ver que él no respondía, ella suspiró: “Salva, espero que entiendas que en la vida te vas a enfrentar a muchos obstáculos, pero tienes que cuidarte siempre.”
A pesar de la reprimenda, él no pudo evitar sonreír radiante.
“Lo sé.”
Con eso, Aurora dejó el tema.
Luego agregó: “Ah, por cierto, la señorita Hidalgo vino a buscarte, me dijo que está esperando que la invites a bailar.”
La expresión de Salvador se ensombreció de inmediato.
“¿Qué pasa?” Preguntó Aurora mirándolo fijamente.
Salvador, con un tono lleno de drama, contestó: “Ni ganas de bailar con ella. Mejor bailo contigo.”
“Si bailo contigo, todas esas chicas que te tiran onda van a querer lincharme.” Dijo dando un paso atrás.
Salvador se mostró frustrado.
De repente, comenzó a añorar los días de su juventud, cuando Aurora le pellizcaba la cara, le daba palmadas en la cabeza y hasta compartía la cama con él cuando estaba enfermo. Esos gestos de cariño eran muy naturales.
Ahora, aunque ella intentara ser cercana por costumbre, siempre terminaba poniendo distancia, movida por la razón.
Vivía con demasiada cautela, demasiada consciencia.
Salvador, casi en broma, dijo: “Qué aburrido. La mayoría de las mujeres aquí abajo son
opciones de matrimonio que mi familia me ha impuesto. Pero no me gustan para nada. ¿Acaso debo mantenerme casto solo por ellas?”
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Capitulo 298
Aurora, muy liberal, le aconsejó: “Salva, el día que estés en la cima, tendrás la libertad de elegir con quién casarte. ¡Podrás casarte con quien tú quieras!”
“¿Y si la chica que me gusta… no me quiere?” Preguntó mirándola fijamente.
“Ay, Salva, eres un partidazo. ¿Qué chica podría rechazarte?”
Tras esas palabras, el rostro de Salvador se iluminó con una sonrisa.
Por otro lado, Isaac estaba sentado en el quiosco, perdido en sus pensamientos cuando, al salir, chocó con una figura. Al enfocarse, vio que era su madre.
Isaac se cubrió de un sudor frío. Su madre siempre había sido una persona muy tradicional; si escuchaba lo que Salvador acababa de decir, seguramente vería a Cynthia como una mala influencia.
“Mamá ¿Qué haces aquí?”
“Si tú puedes venir, ¿Por qué yo no?” Respondió con frialdad.
Isaac llevó a su madre a un lugar más privado: “Mamá, papá y su otra mujer ya se casaron en secreto. Ahora ellos son una familia. Deja de torturarte.”
Pero Penélope, como si no hubiera escuchado, simplemente miró fijamente a su hijo: “¿Entendiste lo que dijo Salvador?”
Isaac se quedó pasmado, y optó por hacerse el desentendido.
“Él y Aurora están complotados. Lo que dijo es para fastidiar a Cynthia…”
De repente, Penélope, fuera de sí, empujó a su hijo con fuerza: “Él dijo que estás obsesionado con el amor, y tiene razón. Isaac, mira todo lo que has perdido por esa mujer. ¿Tu negocio? Arruinado. ¿Tu padre? Te abandonó. Todo por ella. ¿Cómo es que no puedes verlo?”
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