Capítulo 235
Marina, agradecida por su generosidad, comenzó a corresponderle de una manera sutil y constante. Desde entonces, se volvió extremadamente atenta.
Cuando él llegaba a casa, ella era la primera en ofrecerle unas cómodas pantuflas. Si él llegaba ebrio, le preparaba un licuado para la resaca. Cuando caía enfermo y todos los demás, incluidas las empleadas, evitaban el contacto por miedo al contagio, ella era la única que, sin temor a enfermarse, lo cuidaba día y noche sin descanso. Y cuando él sufrió un accidente, ella corría diariamente a la capilla a rezar fervientemente, incluso le rogaba al sacerdote que escuchara su confesión por él.
Las empleadas de la casa se burlaban de ella: “Marina, haces demasiado por el señor Córdoba. ¿No será que te has enamorado de él?”
Marina, roja hasta las orejas, sacudía la cabeza negándolo vehementemente. “¿Cómo podría albergar tal ilusión? Él es un águila en el cielo, y yo no soy más que una simple cucaracha en la tierra. Vivimos en mundos distintos, es imposible que estemos juntos.”
Ante la incredulidad de las empleadas, Marina explicó: “Por favor, no se malinterprete. Mi bondad hacia Córdoba no tiene segundas intenciones. Solo quiero agradecerle por financiar mis estudios.”
Siempre había sido una chica agradecida, así que las empleadas la creyeron.
Pero su excesivo cariño hacia Isaac, solo servía para alimentar pensamientos impropios en el arrogante y obstinado Isaac.
¿Acaso había alguna mujer que se acercaría a él sin segundas intenciones? Marina, una chica de familia humilde, le parecía aún más calculadora.
“Marina, ¿Acaso te gustó?” Isaac, en una tarde soleada, vestido con una bata negra y el cuello abierto mostrando su atractiva nuez de Adán, la acorraló en un rincón mientras ella le llevaba café.
Con ojos inocentes y brillantes como estrellas, Marina lo miró y dijo: “Claro que me gustas, Córdoba.”
Su franqueza lo dejó confundido.
Empezó a sospechar que tal vez ella no entendía a qué se refería con ‘gustar‘.
Pero él, impaciente por reconocer su derrota, eligió interpretar su ‘gusto‘ como uno romántico.
Desde entonces, comenzó a buscar oportunidades para provocarla.
“Marina, ¿Qué es lo que te gusta de mí?”
“Que a pesar de su noble cuna, carece de la presunción de los ricos. Por el contrario, es autónomo y diligente en sus negocios.”
Sus palabras estaban llenas de admiración, y fluían como un río.
1/2
17:00
Capítulo 235
Isaac se sorprendió. ¿Su aprecio era solo admiración por su independencia y no por su auto de lujo o sus contactos?
“Marina, no sabía que eras una chica con tanta ambición. ¿Qué te parece si en el futuro te enseño a hacer negocios?”
La joven, emocionada, exclamó: “¡Gracias, Córdoba!”
Él le hizo una promesa, dándole a Marina una esperanza.
Pero con el paso del tiempo, esas palabras se evaporaron como un trueno que resonó en el cielo y desapareció sin dejar rastro, como si nunca hubieran sido pronunciadas.
Quizás, Isaac simplemente lo olvidó.
O tal vez, ella era demasiado joven, demasiado lenta para entender los asuntos del corazón, o quizás, siendo una chica para quien la supervivencia ya era una lucha, solo se concentraba en mejorar a sí misma para tener un futuro mejor. Por eso, las insinuaciones de Isaac, ocultas en cada taza de café que le ofrecía, para ella eran incomprensibles.
Pero Isaac parecía impaciente por esperar, por lo que comenzó a lanzar una ofensiva más
directa.
312