Capítulo 197
Gabriel estaba tan enfurecido que parecía que sus ojos iban a estallar: “Marina, si Cynthia sufre algún daño, te juro que te lo haré pagar con tu vida.”
Isaac observó la furia descontrolada de Gabriel, pero no compartía la misma rabia vengativa, solo sentía una confusión abrumadora.
Parecía que en medio de sus pensamientos caóticos, captó un destello fugaz, el origen del rencor de Aurora.
Pero fue solo un instante.
Al final, su preferencia por Cynthia lo consumió: “Aurora, si me odias, desquítate conmigo, ¿Por qué lastimar a tu hermana? Ella es demasiado frágil, ¿Por qué querrías herirla?”
La puerta de la sala de emergencias se abrió en la madrugada del día siguiente, y el doctor salió exhausto. Miró a Isaac y Gabriel y negó con la cabeza: “La condición física de la paciente es muy pobre, aunque esta vez se salvó, me temo que no le quedan muchos años…”
Gabriel se desplomó en el suelo al instante.
Isaac, con los ojos llenos de lágrimas, preguntó: “¿Por qué tiene que ser así? ¿Por qué?”
El médico, acostumbrado a ver el desánimo de los familiares de los pacientes, mostró una frialdad ante la angustia de ambos: “La paciente ya despertó, pueden entrar a verla.”
Isaac corrió hacia la habitación sin pensarlo dos veces.
“Cynthia.”
Al observarlo, ella notó que estaba devastado y ojeroso. Luego, él la tomó de la mano con desesperación, lleno de culpa y remordimiento.
“Lo que viste entre Marina y yo no es lo que piensas.” Explicó con dolor.
Sollozando, dijo: “Fue un encuentro casual, en realidad, somos como el agua y el aceite, no sé cómo ella pudo tomar una foto tan manipuladora. Cynthia, créeme, yo nunca traicionaría
nuestro amor.”
La joven tuvo un momento de claridad: “Así que ella tiene intenciones de vengarse de mí.”
El malestar físico la hacía desear no seguir viviendo, sabía que sus celos hacia Marina le
habían costado caro.
Entre lágrimas, dijo: “Marina, eres demasiado cruel. ¿Cómo pudiste hacerme esto?”
Isaac, con la voz quebrada, dijo: “Cynthia, tienes que cuidarte y mantener tu emociones estables. No caigas en las trampas de Marina.”
El rostro pálido de Cynthia estaba descolorido, excepto por sus ojos llenos de rencor. “Marina, ya que no mostraste piedad, no esperes que yo sea misericordiosa contigo.”
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“¡Achú!”
Aurora estaba durmiendo plácidamente cuando una brisa fresca entró y la hizo estornudar inesperadamente.
Completamente despierta, al abrir los ojos, se encontró con un rostro increíblemente atractivo muy cerca del suyo.
“Aurora, Valeria me dijo que anoche llegaste a casa muy tarde. Es peligroso para una chica estar fuera tan tarde, la próxima trata de volver más temprano. Me preocupo por ti.”
Aurora se sentó y Salvador, atentamente, la cubrió con una chaqueta: “Ten cuidado de no resfriarte.”
Mirando el rostro pálido como un fantasma de Salvador, no pudo resistirse a pellizcarle la mejilla: “Valeria te llama el preocupón eterno, y no se equivoca. Realmente te preocupas demasiado.”
El joven murmuró algo ininteligible: “Solo me preocupo por ti.”
El rostro de Aurora se volvió sombrío, y su tono se llenó de tristeza: “Anoche fui al orfanato en Coyoacán. Llevé algo de ropa para los niños.”
“La próxima vez que vayas, llévame contigo.”
Aurora, sorprendida, vio en ese Salvador del presente una empatía que no existía en el hombre despiadado y decidido del pasado.
¿Había cambiado el campo magnético de su reencarnación?
¿O ese hombre era realmente bueno disimulando?
“La próxima vez, te llevaré.” Asintió generosamente.
“Por cierto, ¿Venías a verme por algo en particular?”
“Conseguí un contrato. Un equipo de reality show quiere que les proporciones vestuario para el
escenario.”
