Capítulo 267
Refuté con frialdad: “Si tuvieras un poco de cerebro y recordaras bien todo lo que me has hecho…”
“No podrías pensar ni por un momento que aún guardo algún sentimiento por ti.”
Ricardo golpeó la mesa levantándose de golpe: “¿Todavía me culpas por hacerte acostarte con Marcelo Chavira?”
Me recliné en el sofá, levantando la barbilla y mirándolo de abajo hacia arriba: “¿Eso es todo lo que crees que hiciste?”
Ricardo parecía no escuchar lo que le decía: “¡Pero ya no me importa!”
“Sí, claro.” De repente sentí que no debería haber bajado a hablar con él.
Al verme levantar, Ricardo se apresuró a acercarse a mí: “Ofelia…”
No le presté atención y simplemente pasé a su lado, mirándolo con una calma devastadora: “Siempre he estado agradecida por haber decidido dejarte.”
Volví a mi oficina, donde Camilo, concentrado en su trabajo, dejó lo que estaba haciendo y se acercó a preguntarme: “¿Te encuentras bien?”
Asentí: “Todo bien, solo que no entiendo por qué repentinamente mi ex–esposo se lamenta de habernos divorciado.”
“Como si el hecho de que él no quisiera divorciarse significara que podríamos haber seguido juntos.”
No oculté el desdén en mi mirada: “Olvidó por completo que fui yo quien pidió el divorcio.”
“Y fui yo quien insistió en ello.”
“Nunca me he arrepentido de haberlo hecho.”
Me senté en el sofá: “Solo a veces, al mirar atrás, me doy cuenta de que, aunque sufrí mucho
estando con él…”
“Cada vez que me sentía humillada, tenía la opción de irme…”
“Pero siempre pensaba que podría cambiar, así que opté por aguantar.”
“Hasta que llegamos a un punto de no retorno.”
Sentí cierta melancolía: “Solo hasta ahora me doy cuenta de que debería haberlo dejado ir en el momento en que vi señales de alarma.”
“Porque aguantar un momento significa sufrir toda una vida.”
Camilo, al verme triste, me abrazó.
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Capitulo 267
Riendo levemente, dije: “¿También piensas que fui muy débil en aquel momento?”
“No.” Camilo me acariciaba la espalda con suavidad: “Ofelia, querías construir una vida con alguien que pisoteaba tu sinceridad. No fue tu culpa.”
Su abrazo era reconfortante.
Daba una sensación de seguridad inesperada.
Cerré los ojos, disfrutando del abrazo.
Camilo habló con suavidad: “Además, el hecho de que hayas tenido el coraje de salir adelante ya es admirable.”
“Hay muchas personas que nunca se atreven a dar ese paso en toda su vida.”
Sonreí en acuerdo: “Es cierto.”
Se escuchó un “toc, toc, toc” en la puerta.
Camilo me soltó, volviendo a su tono usualmente frío: “Adelante.”
El secretario, percibiendo el ambiente tenso en la oficina y echándole un vistazo a Camilo…
Camilo, como siempre, no mostraba emoción alguna en su rostro.
Pero el secretario podía decir que Camilo estaba molesto.
Sin saber qué había hecho mal, el secretario se acercó a mí con cautela: “¿Podría darme su celular?”
Confundida, aún así le entregué mi celular.
El secretario tomó algunas fotos con él, tocando la pantalla unas cuantas veces.
Observé lo que hacía a un lado.
Al devolverme el celular, dijo: “El nuevo personal ya ha finalizado los diseños. Lo siguiente es enviarlos a la fábrica para hacer las muestras. Si todo está correcto, podemos empezar con la producción.”
Pregunté: “¿Tan rápido?”
“Por supuesto.” El secretario mostró un poco de orgullo: “Esa es la filosofía del Grupo Heredia. Lo que se puede hacer hoy, no se deja para mañana.”
Raramente iba a la oficina, así que le pregunté, sorprendida: “¿No temen que la empresa les asigne más trabajo de último minuto?”
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