Capítulo 122
Isaac, al ver el mensaje, furioso, arrojó su celular contra la pared.
Recordaba a la Marina de antes, suplicante como un perro; la cual ahora se había convertido
en una flor inalcanzable en la cima, haciendo que él la encontraba increíblemente difícil siquiera verla.
¿Cómo es que habían cambiado tanto las cosas entre ellos?
Marina miró su celular, ahora silencioso, y su hermoso rostro se ensombreció.
Después de todo, él aún no quería divorciarse.
Pero ella no quería desperdiciar sus mejores años, por lo que decidió darle a Isaac un golpe decisivo.
Contactó a Cristian Reyes, el abogado estrella que llevaba su caso de divorcio, y le entregó todos los documentos que había preparado para el procedimiento.
“Esto es por las deudas considerables que acumulé durante nuestro matrimonio.
Estos son los documentos que prueban que Isaac movió bienes durante el matrimonio.
Estas son las pruebas de que Isaac me fue infiel con Cynthia.
Estas son las pruebas de la violencia psicológica que ejerció Isaac en mí contra.
“Cristian, dime, ¿Con todas estas pruebas puedo conseguir el divorcio fácilmente?”
El hombre la miró fijamente: “Con todo lo que tienes contra él, hasta un abogado en prácticas ganaría este caso. ¿Y qué decir de mí?”
Al escuchar eso, la joven se quedó pasmada: “Entonces, esperaré tus buenas noticias.”
Isaac había planeado ignorarla por un tiempo.
Pero el abogado de Marina se presentó con una actitud imponente: “Señor Córdoba, soy Cristian, el abogado que representa a Marina en el divorcio. Me gustaría hablar con usted.”
Isaac acababa de salir de una reunión matutina, y estaba especialmente irritado porque su negocio había sido superado por la nueva empresa de Salvador, lo que lo dejaba muy deprimido. Por lo que al ver al abogado, su enojo aumentó.
“No tengo tiempo,” dijo con frialdad.
Cristian, calmado y elegante, respondió: “Señor Córdoba, antes de decidir, quizás debería ver el acuerdo de divorcio que la señorita Chávez ha preparado.” Dijo pasándole el acuerdo de divorcio.
Isaac, con las manos en los bolsillos y una expresión de indiferencia, miró el documento de
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reojo.
“¿Qué tiene de especial? Al final es la misma historia de siempre, ella queriendo irse sin nada.”
Cristian sonrió: “Esta vez es diferente. Señor Córdoba, le aseguró que encontrará una sorpresa.” Curioso, Isaac abrió el acuerdo.
Pero lo que leyó lo dejó boquiabierto.
En esa oportunidad, Marina no solo no pedía irse sin nada, sino que también exigía la mitad de su fortuna.
“Ni muerto.” Masculló el hombre.
Cristian, con profesionalismo, procedió a explicarle: “Señor Córdoba, según el código civil, los ingresos obtenidos durante el matrimonio por concepto de salarios, bonos, compensaciones por servicios, así como los beneficios de actividades de producción, operación e inversión, son considerados bienes gananciales.”
Isaac replicó: “Hice una declaración de bienes antes de casarnos. En cuanto a mis ingresos después del matrimonio, soy un gastador empedernido.”
Cristian contestó con una sonrisa: “Si todos los hombres siguieran su ejemplo, señor Córdoba, las mujeres preferirían quedarse solteras antes que casarse. La humanidad se extinguiría.”
Isaac se puso pálido.
Sabía que su trato hacia Marina había sido deshonroso. Aunque las familias adineradas suelen proteger sus bienes, ninguna era tan tacaña como él.
Cristian continuó: “Señor Córdoba, aunque durante su matrimonio no haya contribuido ni un centavo al bienestar de la señorita Marina, usted debe asumir el cincuenta por ciento de las enormes deudas que la señorita Marina acumuló después de casarse.”
Al pasarle la factura, Isaac vio una larga lista de deudas y comenzó a sentir un fuerte dolor de
cabeza.
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