Capítulo 121
Marina había decidido dejar el asunto del divorcio completamente en manos del bufete de abogados, mientras que ella canalizaba su energía hacia la creación de una nueva marca.
En esos días, pasaba sus mañanas recorriendo los mercados.
Conociendo el mercado de materias primas de Ciudad de México, dominando las técnicas de impresión y tenido locales, e incluso observando los variados estilos de vestir de los
transeuntes en las calles.
Y cuando llegaba la noche, se sentaba bajo la luz de la lámpara para comenzar a dibujar sus diseños, los cuales emergían en el papel, uno tras otro.
Así, día tras día, el tiempo voló y tres meses pasaron en un abrir y cerrar de ojos.
Durante ese período de tiempo, Marina había dibujado cientos de diseños.
Salvador valoraba enormemente sus dibujos, adoptándolos casi en su totalidad para la producción en masa.
Después de tres meses de frenético trabajo, había logrado olvidarse por completo de su divorcio. Por otro lado, Isaac había comenzado a mostrar su impaciencia.
Ese día, Isaac estaba en una reunión con amigos.
Aunque Marina no asistía a la reunión, su nombre seguía siendo un tema recurrente.
“Isaac, he oído que tu esposa se fue con ese tal Salvador, ese mocoso insolente. ¿No será que esta vez tu frialdad realmente la ha lastimado y está decidida a dejarte?“, preguntaron.
Isaac, fumando un cigarro que oscurecía su rostro, tenía una expresión difícil de descifrar.
Cynthia tomó la palabra: “¿Cómo podría ella alejarse de Isaac? Es más leal que un perro. Pero siempre está con esas tácticas de acercamiento y alejamiento, buscando llamar la atención. Aunque, a Isaac realmente le molesta su drama. Que haga lo que quiera, siempre y cuando no lo avergüence“.
Federico, quien había permanecido en silencio, intervino de repente: “Isaac, si de todos modos no la quieres, ¿por qué no te divorcias de ella? Cynthia ha estado esperando demasiado tiempo, ya es hora de darle una explicación“.
Isaac guardó silencio.
Cynthia, mirando a Isaac, no pudo evitar sentir un dolor agrio por su silencio. Aunque sus ojos se humedecían, aun así pretendía ser generosa: “Este cuerpo mío, me temo que no puede tener hijos…”
Al llegar a ese punto, todos guardaron silencio.
Todos sabían que, para una familia importante como los Córdoba, siendo Isaac el heredero, él nunca podría casarse con una mujer que no pudiera tener hijos.
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Era un dilema sin solución.
Isaac encendió otro cigarro, inhaló profundamente y luego consoló a Cynthia con suavidad: “Que no puedas tener hijos no me importa. Tener hijos es demasiado difícil, no soportaría verte sufrir. Mi razón para no divorciarme de Marina no tiene nada que ver contigo“.
Otra voz, en un tono adulador, secundó a Isaac: “Exacto, Isaac ama demasiado a Cynthia, ¿Cómo podría importarle que ella no pueda tener hijos? Además, si ella tiene problemas de salud y no puede tener hijos, entonces los Córdoba pueden tener más hijos con Marina. Así, Cynthia podría convertirse directamente en madre. Isaac también cumpliría con su deber hacia la familia Córdoba“.
Los ojos de Cynthia se iluminaron al instante, y, emocionada, agarró a Isaac, diciendo: “Si realmente quieres hijos, ¿Por qué no tienes uno con Marina?”
Isaac se quedó sin palabras.
Su mirada se desvió involuntariamente hacia la pantalla de su celular. Durante tres meses enteros, a pesar de estar en Ciudad de México, Marina no había intentado contactarlo.
¿Todavía lo amaba?
¿Estaría dispuesta a tener un hijo con él?
El corazón de Isaac se sentía inseguro.
Al terminar la reunión, le envió un mensaje a Marina: “Deberíamos vernos“.
El mensaje de Marina llegó un día después: “¿Para hablar sobre el divorcio? Si no es para eso, creo que no hay razón para vernos“.
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