Capítulo 78
Salvador, con una sonrisa burlona, le dijo: “Sigue soñando, Federico. Aún está por verse quién necesita a quién.”
Salvador, con un aire despreocupado, se ajustó la ropa y se marchó con paso firme.
La mirada de Federico, venenosa como una cobra, siguió a su hermanastro hasta que este desapareció por el pasillo que llevaba a las habitaciones de huéspedes.
“¿Quién está hospedado en esa habitación?“, preguntó Federico a su asistente.
“La joven que ordenó investigar, señor,” susurró el asistente, inclinándose cerca.
Federico apretó los puños, imaginando la silueta elegante de ella. “¿Qué relación tiene con Salvador?”
El asistente respondió: “Aún no sabemos.”
Salvador tocó la puerta de la habitación, y Valeria le abrió.
“Valeria, ¿y Marina?”
Con una expresión de decepción, Valeria respondió: “Regresó a la casa de los Córdoba.”
El rostro de Salvador se endureció. “¿Todavía no puede olvidar a ese bastardo?”
“No es eso,” Valeria negó suavemente. “Busca pruebas para el divorcio. Sin evidencia de la infidelidad, estará en desventaja legal.”
Salvador soltó una risa amarga. “¿Pruebas? Ese zorro astuto jamás dejaría rastros. Marina es demasiado noble para este juego sucio.”
Sus ojos brillaron con determinación. “Si necesita pruebas, yo se las conseguiré.”
Valeria lo observó pensativa. Isaac era demasiado cauteloso; obtener evidencia no sería tarea fácil.
“Dile que se cuide,” murmuró Salvador antes de marcharse.
En la villa de los Córdoba.
Isaac mataba el tiempo frente al televisor cuando Cynthia lo visitó inesperadamente, agregando un toque de dulzura y color a su monótono fin de semana.
“Isaac, ¿dónde está mi hermana? Escuché que había vuelto, vine a verla.” Al entrar, Cynthia miraba hacia el piso superior.
Isaac gruñó. “No la menciones. Otros vuelven del extranjero refinados como el oro; ella regresó más áspera que el cobre.”
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Capitulo 78
Cynthia no había venido realmente preocupada por su hermana, sino más bien usando eso como excusa para visitar la casa de los Córdoba.
Se sentó junto a Isaac, mostrando toda su ternura: “Isaac, ¿qué pasa? ¿Mi hermana te hizo enfadar de nuevo?”
Con el rostro oscurecido, Isaac respondió: “No importa, son tonterías.”
Cynthia, con una sombra en su mirada, dijo: “Siempre eres tan indulgente con ella, eso solo alimenta su arrogancia.”
“¿Qué puedo hacer?” La voz de Isaac se tornó sombría. “Le debo demasiado.”
Cynthia, conmovida, exclamó: “Isaac, quien le debe soy yo, no tú. Tú no le debes nada… Si vuelve a enfadarte, no tienes por qué considerar mis sentimientos. Haz lo que tengas que
hacer.”
Una duda cruzó la mirada de Isaac, ¿realmente no le debía nada a Marina?
En ese momento, un estruendo ensordecedor bajó desde el piso superior. Isaac y Cynthia saltaron, asustados por el ruido.
Resultó ser Marina, que después de haber comido y bebido a su gusto, regresó a su habitación y puso la música al máximo volumen, haciendo que todo el edificio pareciera temblar.
“Marina, ¿qué estás haciendo?”
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