Capítulo 44
Cynthia se puso pálida de repente. Con los labios temblorosos, dijo: “Mar, ¿tanto me odias?”
Marina ni siquiera la miró, se volteó y se alejó con paso largo y seguro.
Cynthia, recordando que aún necesitaba que Marina le transfiriera el derecho a ser aprendiz, le ordenó a Isaac: “Isaac, ve y convence a Mar de que vuelva.”
Con el permiso de Cynthia, Isaac se fue tras Marina con confianza.
Marina empezó a correr. Pero sus piernas eran cortas, su cuerpo débil; Isaac, con sus largas zancadas, la alcanzó rápidamente. Justo cuando estaba a punto de atraparla, Marina cruzó la calle de repente.
Un deportivo de lujo se acercó a gran velocidad, Isaac abrió los ojos desmesuradamente. “¡Marina!”
El deportivo redujo la velocidad de golpe, la ventana se bajó, revelando el rostro delicado de una joven. “Aurora, sube al auto.”
Marina titubeó, no reconocía a la chica. Pero esa forma de llamarla la hizo pensar involuntariamente en Salvador.
Sin pensarlo mucho, Marina abrió la puerta del copiloto y se sentó.
Isaac se acercó corriendo, pero el deportivo aceleró como un rayo y desapareció.
Marina también había desaparecido.
Isaac, confundido, miró el deportivo alejarse, apretando los puños de repente.
¿Desde cuándo Marina tenía amigos tan ricos?
¿Era esa la razón por la que se fue al extranjero con tanta confianza, desechando su tarjeta bancaria?
¿Por eso tenía dinero para participar en el concurso de diseño de moda?
El deportivo se detuvo lejos, al borde de la carretera.
Marina miró a la joven frente a ella, de unos diecisiete o dieciocho años, con una cola de caballo alta. Con un rostro en forma de corazón y ojos almendrados, vestía un traje de sastre negro, muy elegante y pulcro.
“Gracias por ayudarme a salir del apuro“, dijo Marina.
“Fue el jefe quien me mandó a ayudarte“, la joven habló con una voz clara y juvenil.
Marina parpadeó sorprendida.
La joven continuó: “El jefe, de la familia Nolan.”
Marina quedó boquiabierta, su corazón se calentó como el carbón en invierno, llenándola de
Capitulo 44
calidez.
Él le había enviado ayuda en su momento de necesidad.
La joven sacó una caja adornada del coche y se la entregó a Marina: “El señor dijo que si obtenías un buen resultado, debía entregarte este regalo de felicitación.”
Marina lo aceptó, abrió la caja y dentro yacía un collar de diamantes rosa. Los diamantes estaban rodeados de un verde vibrante, lleno de vida.
Marina sintió como si estuviera presenciando su renacimiento, y sus ojos se humedecieron.
“Se esforzó mucho.” Dijo con voz entrecortada.
La joven respondió: “El señor Nolan dijo que mereces lo mejor de este mundo.”
Marina secó sus lágrimas y sonrió radiante.
Su gratitud hacia Salvador, guardada en su corazón.
“Señorita, gracias por traerme una bendición tan preciosa.”
“Puedes llamarme Valeria. El señor me pidió que te siguiera, de ahora en adelante, yo me encargaré de tus necesidades diarias.”
Marina se detuvo, sorprendida.
Habiendo crecido en humildad, desde pequeña se había encargado de los trabajos más duros y había cuidado a su temperamental madre. Más tarde, sirvió cuidadosamente a su benefactor Isaac. Ahora, ser tratada con tal delicadeza por Salvador, le resultaba difícil de aceptar.
“No necesitas seguirme. Puedo cuidar de mí misma.” Rechazó firmemente.
Pero a la joven se le pusieron los ojos llorosos: “Aurora, si no me aceptas, el señor Nolan me despedirá. Entonces, ya no tendría a dónde ir.”
El corazón de Marina dio un vuelco, otra niña sin el amor de sus padres, un alma gemela en desgracia. De repente, la compasión la invadió y decidió acoger a Valeria: “Si no quieres volver, entonces quédate a mi lado.”
Valeria respiró aliviada en secreto.
Así, Marina llevó a Valeria a casa con ella.
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