Capítulo 7
Isaac llegó al piso superior, tocando suavemente la puerta, pero no recibió la alegre respuesta de siempre por parte de Marina.
Con un ceño fruncido, abrió la puerta y se acercó a la cama, observándola desde arriba con una mirada severa.
“Marina, ¿cómo puedes ser tan imprudente hoy? ¿No sabes que tu hermana se siente muy culpable por como huiste de la nada? De ahora en adelante, compórtate y no hagas que tu hermana se sienta mal…”
Marina yacía en la cama, su rostro reflejaba un vacío absoluto, pero también se veía pálido y
sin vida.
Isaac murmuraba para sí mismo, enfadado con la situación.
“¿Por qué no hablas?”
La Marina que siempre lo adulaba y complacía, hoy permanecía muda ante él, y hasta el tardío Isaac finalmente notó algo inusual en su silencio.
Al levantar las cobijas, el intenso rojo en las sábanas blancas impactó su mirada, en un fuerte contraste con la blanca piel de Marina.
“Marina, ¿por qué no dijiste que estabas enferma?” Una gran ansiedad se apoderó de él, convencido ahora de que el diagnóstico de depresión que le habían dado sobre Marina era
cierto.
La abrazó, sus manos temblaban: “Lo siento, te he descuidado.” Esta disculpa era sincera.
En el hospital.
El doctor realizó un examen completo a Marina, y a pesar de considerar el prominente estatus de Isaac, su ética profesional lo impulsó a criticar a la familia del paciente.
“Señor Córdoba, la joven señora Córdoba acaba de someterse a una cirugía de trasplante de riñón, y la herida se ha infectado de nuevo. Incluso el cuerpo más resistente no podría aguantar tanto daño.”
Isaac, con el rostro tenso, respondió: “Entiendo.”
Después de recibir suero, la fiebre de Marina finalmente comenzó a ceder.
Sus ojos, débiles y desanimados, se enfocaban plenamente. Sin embargo, al posar su mirada
en Isaac, se encogió como si viera un desastre inminente.
“¿Qué haces aquí?” Sus ojos lo miraban llenos de desconfianza, como si él fuera un depredador.
Isaac, abriendo los ojos, confundido, miró a la reacia Marina. Sus oscuros ojos se enfriaron instantáneamente.
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Capitulo 7
“Soy tu esposo. Estás enferma, ¿y esperas que no esté a tu lado? ¿A dónde debería ir?”
Marina, con un gesto de autodefensa, agarró secretamente la jeringa sobre la mesa de noche
con su otra mano.
Isaac, observando su mano inquieta, frunció el ceño.
“¿Ya no me reconoces?”
Marina asintió torpemente.
Isaac acercó su rostro dulce y tierno hacia el suyo, “Entonces mírame bien y recuerda la cara de tu esposo. Porque todos los días, a partir de ahora, viviremos bajo el mismo techo. No quiero que cada vez que me veas, actúes como si tuvieras demencia, y tengamos que repetir este juego una y otra vez.”
Marina preguntó tímidamente: “¿Dices que estamos casados? ¿Tienes pruebas?”
Isaac, exasperado, sacó su celular y le mostró la foto del acta de matrimonio: “Abre bien los ojos y mira, somos esposos ante la ley.”
Marina se movió hacia un lado, su intención de rechazo era muy clara. “Los certificados pueden falsificarse.”
Isaac se sintió frustrado: “¿Entonces cómo quieres que lo pruebe?”
“Si somos esposos, hay muchas maneras de probarlo. Como… ¿hijos? ¿Quizás un anillo de compromiso? ¿O fotos de nosotros en momentos lindos?”
Isaac se quedó sin palabras.
Se dio cuenta de que no tenía ninguna de estas pruebas para comprobar su matrimonio.
“Marina, lo siento, te daré todo eso en el futuro.”
Marina contestó enojada: “Sabía que no eras mi esposo, mi esposo nunca me habría descuidado así…”
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