Capítulo 137
Su voz tenía un tono frío: “Los profesores dijeron que no sabían qué estaba pasando.”
Mi ánimo también se tornó algo sombrío. Esto significaba que, en el jardín de infantes, Dora estaba siendo marginada. Y todos estábamos sin pistas.
Después de pensar un momento, dije: “Entonces deberíamos empezar por sus compañeros.”
“Si ellos son quienes la están marginando, seguramente sabrán la razón.”
Camilo me miró: “Sí, de acuerdo.”
“Pero…” Tras pensarlo mucho, decidí ser honesta con él: “Siempre he creído que no deberíamos forzar a Dora a cambiar rápidamente.”
“Puede tomarse su tiempo.”
“Sin embargo, los eventos recientes han cambiado mi manera de pensar.”
Mantuve el contacto visual con Camilo: “Creo que nuestra prioridad ahora debe ser enseñarle a hablar con otras personas, ¿qué opinas?”
Camilo asintió: “También lo creo.”
“Pero ella lo ha intentado y simplemente no puede interactuar con personas desconocidas.” Analicé con calma: “Creo que si es alguien a quien le tiene cariño, es más probable que se abra.”
“¿Hay alguien en casa que le agrade especialmente?”
Camilo, quien había criado a Dora casi solo, conocía bien sus preferencias: “Sus abuelos
maternos.”
Pregunté: “¿Qué tal si los traemos mañana?”
Camilo no dudó: “No hay problema.”
Una vez que llegamos a un acuerdo, planeaba regresar a mi habitación para trabajar horas extra. Pero justo cuando me giré y di un par de pasos, Camilo agarró mi muñeca.
Sorprendida, me volví hacia él. Camilo, incómodo, soltó su agarre y, mirando las estrellas en el cielo, con las orejas rojas de vergüenza, dijo: “Quédate y charlemos un rato.”
No me negué y, apoyándome en la baranda, pregunté: “Claro, ¿por qué no?”
Camilo estaba a punto de hablar, pero de repente no sabía qué decir. Los asuntos laborales siempre los podía manejar. Así que no había necesidad de discutirlos conmigo. En cuanto a temas sentimentales…
Camilo tampoco sabía cuándo estaría lista para considerar tener una nueva pareja.
Después de un largo silencio sin que Camilo hablara, me di cuenta de que, para alguien como
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él, que dedicaba toda su atención al trabajo, seguramente no sabría sobre qué hablar en momentos de ocio.
Tomé la iniciativa y pregunté sobre algo que siempre intrigaba a los empleados de la empresa: “¿Por qué hasta ahora no tienes novia?”
Cuando recién entré a la empresa, todos sospechaban si yo era su novia. Eso claramente mostraba el interés de todos en su vida amorosa.
Agregué: “¿Es que en tu juventud sufriste por amor, o…?”
Camilo se puso derecho, incómodo al explicar: “Nunca he tenido una relación amorosa.”
Lo miré incrédula: “¿En serio?”
¡Un hombre tan guapo e inteligente como él debería haber sido muy popular en la escuela!
“Durante mis años de estudio, solo me concentraba en aprender, sin tiempo para pensar en nada más.” Camilo, mientras hablaba, observaba mi reacción.
Continuó: “Luego, al graduarme y tomar las riendas del negocio familiar, muchos no me respetaban.”
“Para ganarme su aceptación, tuve que dedicar toda mi atención al trabajo.”
“Y justo cuando logré consolidarme en la empresa…”
Ocurrió un imprevisto. Ahora, al hablar de ello, Camilo no parecía afectado, pero en aquel momento, la presión fue inmensa.
Rio y dijo: “Luego, los padres de Dora tuvieron aquel problema.”
“Entre trabajar y cuidar de la niña, simplemente no tenía tiempo para el amor.”
Mirándolo así, su camino no había sido fácil.
Apoyé mi mano en la baranda, sosteniendo mi cara de forma perezosa y pregunté: “Entonces ahora que tienes más tiempo libre, ¿podrías considerar tener una relación?”
Al oír esto, Camilo me echó un vistazo involuntario y luego desvió la mirada: “No hay prisa.”
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